No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla; así tenemos que en esta semana, después de varios meses de discusión, de debates en el Senado, de trabajo en las calles y sobre todo, de esa magna tarea que nos echamos a cuestas como brigadistas, impulsad@s por AMLO, de visitar los barrios, las colonias, casa por casa, llegó el momento de medir la disposición de la ciudadanía acerca de tomar las riendas de la vida política o seguir aceptando que otros decidan el rumbo del país.
La experiencia de López Obrador, su compromiso, su visión de país, la terquedad que algunos le señalan, o el sereno. La cosa es que, queramos o no, nos vimos involucrad@s en actividades que estaban muy lejos de nuestra cotidianeidad. La verdad es que muchos, yo al menos, pensábamos que las elecciones del 2006 implicarían una participación personal como la de otras elecciones, esto es, prácticamente ir a votar. Cuando el proceso empezó a convertirse en la campaña negra que todos padecimos (algunos se ve que gozaron) no hubo duda: nos metimos de lleno y a partir de entonces no hemos parado. Cuando a partir del fraude empezamos a asistir a las Asambleas informativas convocadas por Andrés Manuel en el Zócalo capitalino nunca pensamos que estábamos abriendo una puerta que ya no cerraríamos: la resistencia.
El día que AMLO pregunta a la multitud reunida si estaríamos dispuestos a quedarnos ahí, en la calle, en un plantón indefinido, esa multitud le devolvió un silencio de duda porque no alcanzamos a entender de qué se trataba. Nuestra confianza nos hizo al momento asentir, y dijimos SÍ, nos quedamos. Y asombrados empezamos a ver cómo se iban instalando las tiendas de campaña sin todavía aquilatar el alcance de tal medida. Luego sufrimos la incomprensión de quienes preferían la vialidad a la democracia, el camino franco para los autos a la justicia, la trampa a la honestidad. Pero también vivimos la experiencia única de ser nosotros, el pueblo, en la calle como una fiesta, en los campamentos como una casa, una sola y amplia casa de todos, donde se compartía la voz, la luz, el alimento, la cobija, el aromático y humeante café en las noches frías, pero sobre todo el pensamiento, la voluntad de construir un país distinto, donde todos valíamos igual y tanto como bajo las carpas.
Luego la decisión de mandar al diablo a las instituciones, que no merecen otra cosa que ser mandadas justamente al infierno. El nombramiento de un gobierno alterno, igualmente calumniado, incomprendido, denostado por los que se creen dueños del país, y la labor ininterrumpida de LO visitando todos los municipios de México para no dejar morir la esperanza.
La lucha por la defensa de nuestros energéticos nos obliga nuevamente a actividades y posturas inéditas. Toma de tribunas, y sobre todo toma de calles por las bravas adelitas que suman miles y miles. Y la tarea de brigadeo. Casa por casa, puerta por puerta. Quienes no estábamos acostumbrados a echarnos un rollo tuvimos que aprender y hacer de tripas corazón; con timidez o miedo nos acercamos a las viviendas, pero pronto todo fue zurcir y cantar: la gente abierta, dispuesta, dolorida por tanta mentira, tanta injusticia, tanta desigualdad nos abría sus puertas y, más importante, sus corazones. Estas experiencias propiciadas, promovidas, pensadas, planteadas por AMLO, nos han dado una perspectiva nueva: hemos constatado que podemos influir en la marcha del país y nos gusta, hemos mostrado a la población que todos podemos hacer algo por esta patria nuestra, lo cual les es extraño, pero les gusta. Cuestión de que nos decidamos. Este domingo 24 es momento de demostrar qué tanto estamos comprometidos con un nuevo modelo de país.
Nota: La verdad, vamos a extrañar ir de brigadas y encontrarnos con caras desconocidas pero amistosas, caminar por esas calles de nuestra soleada ciudad recibiendo la sonrisa y el apoyo de la inmensa mayoría de los vecinos.
La experiencia de López Obrador, su compromiso, su visión de país, la terquedad que algunos le señalan, o el sereno. La cosa es que, queramos o no, nos vimos involucrad@s en actividades que estaban muy lejos de nuestra cotidianeidad. La verdad es que muchos, yo al menos, pensábamos que las elecciones del 2006 implicarían una participación personal como la de otras elecciones, esto es, prácticamente ir a votar. Cuando el proceso empezó a convertirse en la campaña negra que todos padecimos (algunos se ve que gozaron) no hubo duda: nos metimos de lleno y a partir de entonces no hemos parado. Cuando a partir del fraude empezamos a asistir a las Asambleas informativas convocadas por Andrés Manuel en el Zócalo capitalino nunca pensamos que estábamos abriendo una puerta que ya no cerraríamos: la resistencia.
El día que AMLO pregunta a la multitud reunida si estaríamos dispuestos a quedarnos ahí, en la calle, en un plantón indefinido, esa multitud le devolvió un silencio de duda porque no alcanzamos a entender de qué se trataba. Nuestra confianza nos hizo al momento asentir, y dijimos SÍ, nos quedamos. Y asombrados empezamos a ver cómo se iban instalando las tiendas de campaña sin todavía aquilatar el alcance de tal medida. Luego sufrimos la incomprensión de quienes preferían la vialidad a la democracia, el camino franco para los autos a la justicia, la trampa a la honestidad. Pero también vivimos la experiencia única de ser nosotros, el pueblo, en la calle como una fiesta, en los campamentos como una casa, una sola y amplia casa de todos, donde se compartía la voz, la luz, el alimento, la cobija, el aromático y humeante café en las noches frías, pero sobre todo el pensamiento, la voluntad de construir un país distinto, donde todos valíamos igual y tanto como bajo las carpas.
Luego la decisión de mandar al diablo a las instituciones, que no merecen otra cosa que ser mandadas justamente al infierno. El nombramiento de un gobierno alterno, igualmente calumniado, incomprendido, denostado por los que se creen dueños del país, y la labor ininterrumpida de LO visitando todos los municipios de México para no dejar morir la esperanza.
La lucha por la defensa de nuestros energéticos nos obliga nuevamente a actividades y posturas inéditas. Toma de tribunas, y sobre todo toma de calles por las bravas adelitas que suman miles y miles. Y la tarea de brigadeo. Casa por casa, puerta por puerta. Quienes no estábamos acostumbrados a echarnos un rollo tuvimos que aprender y hacer de tripas corazón; con timidez o miedo nos acercamos a las viviendas, pero pronto todo fue zurcir y cantar: la gente abierta, dispuesta, dolorida por tanta mentira, tanta injusticia, tanta desigualdad nos abría sus puertas y, más importante, sus corazones. Estas experiencias propiciadas, promovidas, pensadas, planteadas por AMLO, nos han dado una perspectiva nueva: hemos constatado que podemos influir en la marcha del país y nos gusta, hemos mostrado a la población que todos podemos hacer algo por esta patria nuestra, lo cual les es extraño, pero les gusta. Cuestión de que nos decidamos. Este domingo 24 es momento de demostrar qué tanto estamos comprometidos con un nuevo modelo de país.
Nota: La verdad, vamos a extrañar ir de brigadas y encontrarnos con caras desconocidas pero amistosas, caminar por esas calles de nuestra soleada ciudad recibiendo la sonrisa y el apoyo de la inmensa mayoría de los vecinos.
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