Fernando Del Corro
ALAI AMLATINA, 25/09/2008, Buenos Aires.- Una de las curiosidades del
paquete de salvataje al sistema financiero propuesto por el presidente
George Walker Bush al Congreso de los Estados Unidos de América es que,
dentro de los 700.000 millones de dólares estadounidenses que saldrán de
los bolsillos de los contribuyentes de ese país, una parte está
destinada a pagar las indemnizaciones para la burocracia gerencial de
las empresas quebradas, los mismos corresponsables de esta crisis
contemporánea, seguramente a corto plazo la más importante de la
historia del capitalismo a escala planetaria.
El hecho ya ha merecido algunas protestas, sobre todo del lado de la
bancada demócrata en el parlamento de ese país, algo que responde a un
hecho de estricta justicia más allá de que para algunos puedan existir
especulaciones electorales de cara a los comicios presidenciales a
realizarse dentro de dos meses ya que los afectados por la explosión de
la burbuja inmobiliaria, no contemplados en la propuesta de Bush y su
secretario del Tesoro, Henry Paulson, son varios millones y los gerentes
a solucionarles la vida una cantidad poco significativa a la hora de
contar sus votos.
Pero este estallido y la propuesta de Bush-Paulson de salvataje a los
bancos y a los responsables del desastre y no a los endeudados (más allá
de que en su afán consumista hayan sido parte necesaria de todo eso), da
lugar a algunas reflexiones sobre el colapso de un capitalismo gerencial
curiosamente previsto dos siglos y medio atrás por un pensador escocés
(economista, filósofo y astrónomo) llamado Adam Smith, padre del
liberalismo, quién en 1776 dio a conocer su obra cumbre: "Análisis de la
naturaleza de la causa de la riqueza de las naciones" o simplemente "La
riqueza de las naciones".
Cuando hoy se habla de "neoliberalismo" se propugna un esquema económico
que Smith ya había cuestionado porque se trata de una regresión al
mercantilismo imperante durante un siglo y medio anterior a él.
Naturalmente Smith representaba a la emergente burguesía industrial
británica y a las nuevas concepciones tecnológicas surgidas de centros
académicos como la Universidad de Edimburgo (Escocia) a la que estaba
ligado. No era un revolucionario y tres cuartos de siglo después recibió
los ataques del emergente del nuevo proletariado, el alemán Kart
Heinrich Marx.
En medio de la crisis actual estos clásicos vuelven a tener vigencia,
como algunos otros. Sin embargo el caso particular de Smith merece una
revalorización como visionario no ya de las grandes transformaciones
sociales, sino del devenir del propio capitalismo en el cual la
innovación tecnológica debía jugar el rol decisivo, como lo planteó a
partir de su famoso análisis de una fábrica de alfileres. Y en este caso
en particular de la crisis contemporánea surge su pronto olvidada
advertencia sobre los riesgos que implicaba para la salubridad del
sistema la burocracia gerencial.
Este tema está ampliamente desarrollado en el Capítulo V de "La riqueza
de las naciones" y hasta fue motivo para que el parlamento británico
sancionara, en su momento, una ley regulatoria de las sociedades
anónimas que trabó la posibilidad de que los gerentes llegaran a los
directorios de las empresas ya que se estableció que para ocupar esos
cargos hacía falta ser un accionista con un capital no menor a las mil
libras esterlinas. Una cifra realmente importante para aquella época,
unos cuantos millones de nuestros tiempos.
En ese texto Adam Smith hizo un estudio del funcionamiento de varias
empresas importantes de su época y remarcó los problemas que se fueron
generando en algunas de ellas como resultado de los manejos de los
gerenciadores y así reclamó la sanción de las normas sobre el
funcionamiento de las sociedades anónimas. Su idea central era la de
defender a los inversores, a los propietarios de las acciones, como
forma de garantizar el sostenimiento del sistema. Algo que si bien tuvo
eco en su momento luego fue olvidado tapado por la nueva lucha de clases
entre capitalistas y asalariados.
Pasaron casi dos siglos y hacia los años 1960 otro gran economista,
también defensor del sistema capitalista, como el estadounidense John
Kenneth Galbraith, asesor del presidente John Fitzgerald Kennedy, retomó
el tema de la cuestión gerencial para advertir sobre los riesgos que
implicaba para el porvenir de las empresas. En un extenso trabajo en la
materia advirtió sobre el traslado de los ingresos empresarios a los
bolsillos de los directivos en desmedro de los accionistas. Hasta
cuestionó la vida fastuosa de los gerentes que incluía el naciente uso
de aviones privados.
Hace unos años algunas empresas comenzaron a mostrar los resultados de
todo ello. Enrom comenzó la lista en los Estados Unidos, seguida por
World Com, y algo después estalló el caso Parmalat desde Italia y no
faltaron otros casos menos resonantes. Y aún antes y ya vinculado a las
burbujas financieras, aunque no inmobiliarias, desde Singapur estalló el
caso de los derivativos que determinó la quiebra de la inglesa Baring
Brothers, aquella emblemática firma del cuestionado préstamo a la
Provincia de Buenos Aires otorgado en 1822 por gestión de Bernardino de
la Trinidad González Rivadavia.
La Baring Brothers , que estuvo a punto de quebrar en 1889 por culpa de
la Argentina y que debió ser salvada por el Banco de Inglaterra se cayó
definitivamente en 1995, pero los negocios de los derivativos
prosiguieron y hoy suman unos 60 billones (millones de millones de
dólares estadounidenses) impulsados por los seguidores de Nick Leeson,
el gerente responsable de la bancarrota de la Baring. Algo de lo que por
ahora se habla poco pero que puede sumarse, explosivamente, a la crisis
financiera desatada en torno de las llamadas hipotecas "subprime".
Otro gran economista, en este caso inglés, John Maynard Keynes, también
capitalista, siete décadas atrás que cuando una persona le debía mil
libras esterlinas (que ya valían muchísimo menos que las de la ley de
Smith) a un banco y no le podía pagar estaba en problemas, pero que si
debía un millón y no podía pagar el que estaba en problemas era el
banco. Hoy hay millones que están en esta última posición y por eso el
sistema está en problemas pero, en tanto, además del salvataje a los
bancos, se impulsa indemnizar a los que instrumentaron todo esto junto
con todos los teóricos "neoliberales".
Claro que estos operadores del capitalismo gerencial podrán no conocer
ni interesarse por estas historias al igual que los "académicos" a los
que repiten; es probable que tampoco estén preparados para pensar sobre
estas cuestiones, pero lo cierto es que fueron muy eficaces para operar
en los mercados con vistas a sus intereses personales, aunque desataran
esta crisis de impresionantes dimensiones y esa capacidad para operar,
ligada al manejo de influencias, seguramente es lo que ha hecho que una
vez más sus personales intereses hayan sido incluidos a la hora del
salvataje de lo que provocaron.
- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad
de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De
la redacción de MERCOSUR Noticias.
ALAI AMLATINA, 25/09/2008, Buenos Aires.- Una de las curiosidades del
paquete de salvataje al sistema financiero propuesto por el presidente
George Walker Bush al Congreso de los Estados Unidos de América es que,
dentro de los 700.000 millones de dólares estadounidenses que saldrán de
los bolsillos de los contribuyentes de ese país, una parte está
destinada a pagar las indemnizaciones para la burocracia gerencial de
las empresas quebradas, los mismos corresponsables de esta crisis
contemporánea, seguramente a corto plazo la más importante de la
historia del capitalismo a escala planetaria.
El hecho ya ha merecido algunas protestas, sobre todo del lado de la
bancada demócrata en el parlamento de ese país, algo que responde a un
hecho de estricta justicia más allá de que para algunos puedan existir
especulaciones electorales de cara a los comicios presidenciales a
realizarse dentro de dos meses ya que los afectados por la explosión de
la burbuja inmobiliaria, no contemplados en la propuesta de Bush y su
secretario del Tesoro, Henry Paulson, son varios millones y los gerentes
a solucionarles la vida una cantidad poco significativa a la hora de
contar sus votos.
Pero este estallido y la propuesta de Bush-Paulson de salvataje a los
bancos y a los responsables del desastre y no a los endeudados (más allá
de que en su afán consumista hayan sido parte necesaria de todo eso), da
lugar a algunas reflexiones sobre el colapso de un capitalismo gerencial
curiosamente previsto dos siglos y medio atrás por un pensador escocés
(economista, filósofo y astrónomo) llamado Adam Smith, padre del
liberalismo, quién en 1776 dio a conocer su obra cumbre: "Análisis de la
naturaleza de la causa de la riqueza de las naciones" o simplemente "La
riqueza de las naciones".
Cuando hoy se habla de "neoliberalismo" se propugna un esquema económico
que Smith ya había cuestionado porque se trata de una regresión al
mercantilismo imperante durante un siglo y medio anterior a él.
Naturalmente Smith representaba a la emergente burguesía industrial
británica y a las nuevas concepciones tecnológicas surgidas de centros
académicos como la Universidad de Edimburgo (Escocia) a la que estaba
ligado. No era un revolucionario y tres cuartos de siglo después recibió
los ataques del emergente del nuevo proletariado, el alemán Kart
Heinrich Marx.
En medio de la crisis actual estos clásicos vuelven a tener vigencia,
como algunos otros. Sin embargo el caso particular de Smith merece una
revalorizació
sociales, sino del devenir del propio capitalismo en el cual la
innovación tecnológica debía jugar el rol decisivo, como lo planteó a
partir de su famoso análisis de una fábrica de alfileres. Y en este caso
en particular de la crisis contemporánea surge su pronto olvidada
advertencia sobre los riesgos que implicaba para la salubridad del
sistema la burocracia gerencial.
Este tema está ampliamente desarrollado en el Capítulo V de "La riqueza
de las naciones" y hasta fue motivo para que el parlamento británico
sancionara, en su momento, una ley regulatoria de las sociedades
anónimas que trabó la posibilidad de que los gerentes llegaran a los
directorios de las empresas ya que se estableció que para ocupar esos
cargos hacía falta ser un accionista con un capital no menor a las mil
libras esterlinas. Una cifra realmente importante para aquella época,
unos cuantos millones de nuestros tiempos.
En ese texto Adam Smith hizo un estudio del funcionamiento de varias
empresas importantes de su época y remarcó los problemas que se fueron
generando en algunas de ellas como resultado de los manejos de los
gerenciadores y así reclamó la sanción de las normas sobre el
funcionamiento de las sociedades anónimas. Su idea central era la de
defender a los inversores, a los propietarios de las acciones, como
forma de garantizar el sostenimiento del sistema. Algo que si bien tuvo
eco en su momento luego fue olvidado tapado por la nueva lucha de clases
entre capitalistas y asalariados.
Pasaron casi dos siglos y hacia los años 1960 otro gran economista,
también defensor del sistema capitalista, como el estadounidense John
Kenneth Galbraith, asesor del presidente John Fitzgerald Kennedy, retomó
el tema de la cuestión gerencial para advertir sobre los riesgos que
implicaba para el porvenir de las empresas. En un extenso trabajo en la
materia advirtió sobre el traslado de los ingresos empresarios a los
bolsillos de los directivos en desmedro de los accionistas. Hasta
cuestionó la vida fastuosa de los gerentes que incluía el naciente uso
de aviones privados.
Hace unos años algunas empresas comenzaron a mostrar los resultados de
todo ello. Enrom comenzó la lista en los Estados Unidos, seguida por
World Com, y algo después estalló el caso Parmalat desde Italia y no
faltaron otros casos menos resonantes. Y aún antes y ya vinculado a las
burbujas financieras, aunque no inmobiliarias, desde Singapur estalló el
caso de los derivativos que determinó la quiebra de la inglesa Baring
Brothers, aquella emblemática firma del cuestionado préstamo a la
Provincia de Buenos Aires otorgado en 1822 por gestión de Bernardino de
la Trinidad González Rivadavia.
La Baring Brothers , que estuvo a punto de quebrar en 1889 por culpa de
la Argentina y que debió ser salvada por el Banco de Inglaterra se cayó
definitivamente en 1995, pero los negocios de los derivativos
prosiguieron y hoy suman unos 60 billones (millones de millones de
dólares estadounidenses) impulsados por los seguidores de Nick Leeson,
el gerente responsable de la bancarrota de la Baring. Algo de lo que por
ahora se habla poco pero que puede sumarse, explosivamente, a la crisis
financiera desatada en torno de las llamadas hipotecas "subprime".
Otro gran economista, en este caso inglés, John Maynard Keynes, también
capitalista, siete décadas atrás que cuando una persona le debía mil
libras esterlinas (que ya valían muchísimo menos que las de la ley de
Smith) a un banco y no le podía pagar estaba en problemas, pero que si
debía un millón y no podía pagar el que estaba en problemas era el
banco. Hoy hay millones que están en esta última posición y por eso el
sistema está en problemas pero, en tanto, además del salvataje a los
bancos, se impulsa indemnizar a los que instrumentaron todo esto junto
con todos los teóricos "neoliberales"
Claro que estos operadores del capitalismo gerencial podrán no conocer
ni interesarse por estas historias al igual que los "académicos" a los
que repiten; es probable que tampoco estén preparados para pensar sobre
estas cuestiones, pero lo cierto es que fueron muy eficaces para operar
en los mercados con vistas a sus intereses personales, aunque desataran
esta crisis de impresionantes dimensiones y esa capacidad para operar,
ligada al manejo de influencias, seguramente es lo que ha hecho que una
vez más sus personales intereses hayan sido incluidos a la hora del
salvataje de lo que provocaron.
- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad
de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De
la redacción de MERCOSUR Noticias.
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