domingo, octubre 26, 2008

El capitalismo arrastra el mundo para el abismo

Trabajadores colaboradores del Comité Nacional de Estudios de la Energía. LA CATORCENA, Edición: Octubre 2008.

El capitalismo arrastra el mundo para el abismo.


Lo que antes parecía ser una crisis cíclica como muchas otras, apareció como una de las más grandes crisis de la historia del sistema capitalista. Desde el 15 de septiembre, con la caída del banco Lehman Brothers, se instaló el pánico en los mercados capitalistas del mundo entero. Coincidieron, caída o quiebras encubiertas de algunos de los mayores bancos de los Estados Unidos y Europa. Se “derriten” las acciones de las mayores empresas del mundo, como la General Motors y la Exxon, antes consideradas sólidas.

La crisis de la economía capitalista es un proceso que está apenas en su comienzo y va a afectar, en mayor o menor medida, a todos los países. Sin dudas, las más graves repercusiones recaerán sobre los trabajadores y los pobres de todo el mundo.


Durante la década de 1990 y principios del siglo XXI, después de décadas de crisis, el imperialismo consiguió inaugurar un período de expansión y crecimiento a través del enorme aumento de la explotación de los trabajadores de todo el mundo y de un verdadero proceso de recolonización de los países explotados. Esto se dio de distintas formas:


A través de la restauración del capitalismo en China, Rusia y los ex estados obreros del Este europeo y Asia. Esto permitió que el imperialismo explotase directamente a los trabajadores de estos países, principalmente China que se transformó en la 'fábrica del mundo', pagando salarios de hambre y extrayendo así una enorme masa de plusvalía.

Con la apertura de nuevos mercados para los productos de las transnacionales en los países donde se restauró el capitalismo y también en los países donde se impusieron los Tratados de Libre Comercio (TLC's).

Con la quiebra de los monopolios estatales para la explotación de las riquezas naturales de los países pobres, seguida de un verdadero pillaje de estos recursos por parte de las transnacionales.

Imponiendo un amplio y generalizado proceso de privatizaciones de empresas estatales y servicios públicos, que permitió a las empresas imperialistas explotar directamente a todo un sector de los trabajadores de los países periféricos y de los propios países imperialistas y obtener enormes lucros, lo que antes sólo hacía en forma indirecta.

Creando nuevas formas de aumentar la explotación del trabajo asalariado, la llamada “flexibilización laboral”, es decir: tercerizaciones, todo tipo de contratos precarios, eliminación de conquistas, aumento de la jornada de trabajo, etc.

Todas estas formas de explotación y expansión de los mercados permitieron un aumento de la tasa de ganancia (relación entre la plusvalía apropiada por el capitalista y el capital invertido por él). Las nuevas tecnologías digitales también posibilitaron aumentar la productividad y crear un mercado financiero mundial que funciona on-line y permite un ritmo instantáneo de reparto de beneficios y de acumulación y sobre acumulación de capital.


La crisis económica va a provocar
una enorme crisis social.


Como en todas las crisis de la economía capitalista, la burguesía mundial ya comenzó a descargar sus costos en las espaldas de los trabajadores y de los sectores populares. Las primeras manifestaciones son las restricciones del crédito al consumidor y los aumentos de precios. Por ejemplo, sólo en Estados Unidos, más de un millón setecientas mil familias fueron expulsadas de sus casas porque no pudieron pagar sus hipotecas. PERO EL ATAQUE QUE ESTÁ POR VENIR SERÁ MUCHO PEOR.

Los trabajadores inmigrantes en los países imperialistas, oriundos de países pobres, serán los primeros en sufrir el desempleo, el aumento del trabajo precario y las leyes para extranjeros promovidas por los gobiernos de estos países. La crisis económica y el desempleo también traerán el crecimiento de la xenofobia y del racismo, como ya está ocurriendo en Italia y en Austria.


Por otro lado, en más de treinta países pobres ya existía una crisis social por causa del aumento del precio de los alimentos y de los combustibles. En ellos, la recesión y el desempleo tendrán el efecto de una verdadera hecatombe social.


Los reflejos de la crisis económica entre los trabajadores contrastan con los privilegios de la alta burguesía. El capitalismo busca salvar a los bancos con paquetes estatales que, sólo en Estados Unidos, ya suman más de un billón de dólares.


Además de eso, otra farsa cayó por tierra. Durante décadas la propaganda neoliberal hizo apología de las privatizaciones, de la libertad del capital para actuar libremente, obedeciendo sólo las 'leyes del mercado'. Ahora piden desesperadamente, en realidad exigen, una inyección de dinero público para cubrir sus pérdidas. Lo que están diciendo es que en un momento de crecimiento económico y altas ganancias es preciso privatizar el Estado, pero que en los momentos de crisis y grandes pérdidas el Estado debe financiar a los capitalistas. Privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, tal es la lógica del capitalismo.


Por eso, no todos sufren la crisis por igual. Los trabajadores pierden sus casas y sus empleos, y muchos ya están amenazados por el hambre. Pero muchos burgueses, cuya especulación llevó a los bancos a la quiebra, conservan privilegios escandalosos, casi obscenos. Ejecutivos de los bancos que cayeron cobraron 'indemnizaciones' y bonos millonarios.

Pero que nadie se engañe. El costo de esta benevolencia con los grandes bancos y sus ejecutivos será pagado por los Estados con dinero público, es decir de los trabajadores. Peor aún, para desviar dinero del Estado para salvar a los bancos, los gobiernos capitalistas buscarán aumentar los ataques al nivel de vida de los trabajadores. Porque las enormes cuantidades gastadas para salvar los bancos aumentarán el déficit del presupuesto y la duda pública de Estados Unidos y de los países europeos. Los gobiernos de estos países buscarán cortar gastos de salud, educación y planes de jubilación, bancados por el estado. También buscarán aumentar la explotación de los países periféricos, haciendo funcionar su conocida 'aspiradora' de capitales.


Cada día de la crisis trae enormes lecciones prácticas para la clase obrera de todo el mundo. Los obreros ven diariamente los escándalos financieros, el aumento brutal de las desigualdades, la amenaza de depresión, la irracionalidad y la anarquía del capitalismo y del mercado mundial. Esto se concreta después en las duras experiencias del desempleo, pérdida de conquistas y bajos salarios, que muchos obreros de los países imperialistas van a enfrentar en el próximo período.


Sólo una acción consciente de la clase obrera puede ofrecer una alternativa para todos los explotados del mundo. Esta acción consciente debe comenzar por la organización para la lucha en defensa de su supervivencia física, en defensa de sus vidas y de sus familias, de las centenas de millones de personas amenazadas por la crisis. Los trabajadores del mundo entero precisan organizarse y luchar para defender sus empleos, salarios y casas. Precisan movilizarse contra los aumentos de los precios, contra el trabajo precario y por los derechos de los inmigrantes.


Sindicalismo degradado.

Extracto de artículo del Lic. Alcalde Justiniani en honor a Antonio Villalba.

La imagen que la sociedad tiene del sindicalismo es generalmente negativa; favorece a esta percepción una larga historia corporativa y de corrupción, un sistema de control gubernamental y patronal que pervirtió las instituciones laborales, al considerar que era necesaria la dominación de los trabajadores a quienes no reconoce capacidad de decidir. La figura clásica del dirigente gremial es la de un personaje ajeno a los intereses de sus “representados”. Sus preocupaciones están más centradas en las cuotas sindicales, la permanencia en el poder, la ampliación de su negocio y en responder con eficiencia a sus verdaderos jefes: abogados empresariales, políticos o gobernantes.


A esta degradación sindical se agrega el crecimiento reciente –en zonas industriales y de servicios en varios estados de la República y la ciudad de México– de mafias violentas y gangsteriles que operan en los tribunales de trabajo y en los centros laborales donde pretenden imponer su ley. Ha sido decepcionante confirmar que los gobiernos de la alternancia se han llevado de maravilla con las formas más corruptas de sindicalismo. Al arribar al gobierno Vicente Fox, su representante laboral más distinguido señaló en una reunión que agrupaba a dirigentes de ese sector sindical: “si a nosotros nos preguntaran qué calificación merecen ustedes como líderes sindicales, les diríamos que 10”. No existe justificación alguna para consentir las actividades de esta delincuencia organizada que trafica con el único patrimonio de los trabajadores. Tienen razón quienes afirman que forman parte de los delincuentes más detestables de nuestra sociedad, por la lesión colectiva que provocan.


Trabajadores colaboradores del Comité Nacional de Estudios de la Energía.
La Catorcena.OCTUBRE 2008.

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