miércoles, octubre 29, 2008

Reporte desde la resistencia




Los dos últimos eventos en que han sido convocadas las brigadas del movimiento en defensa del petróleo se han desarrolllado bajo condiciones climáticas poco favorables: el domingo el sol caía a plomo y teníamos que buscar refugio a la sombra posible de árboles o edificios, mientras que el martes amaneció con un cielo despejado que anunciaba un día de sol que nunca fue, por el contrario, un aire helado nos acompañó todo el recorrido y, sobre todo, las largas horas de estancia en espera de resultados.

No obstante está presente siempre el espíritu festivo, alegre, de las brigadas y el público en general. El domingo me tocó estar a un lado de una familia de Tabasco, una mujer y dos hijos jóvenes, que aceptaban era la primera vez que acudían, "porque no toda la gente puede venir, usted sabe, se tiene a los hijos en la escuela, y no hay modo", y luego agregaban "y dicen que Andrés Manuel ya está solo, que no viene nadie, y nosotros que jomos?" en su peculiar acento tabasqueño y en referencia a los muchos miles que ahí estábamos. Al despedirnos con un " hasta el martes en el Zócalo" me regalan un apretón de manos y sus sonrisa francas que no habrán de abandonarme. Por supuesto que en el Zócalo no los encontraré, no porque no estén sino porque entre todos los rostros, manos, gritos, consignas, música, no alcanzo ni siquiera a descubrir a l@s compañer@s de Monterrey que sé que andan acá. En ambos actos, se nota la ausencia de bandera y contingentes del PRD que antes sobresalían y competían con las de los otros partidos, de hecho también faltan las banderas que abundaban de Convergencia. Tiene que ver con la desmarcación de los chuchos, pero si hicieran falta en número no así en combatitividad y entrega al movimiento. Ahora son las banderas de las brigadas las que sobresalen y ondean ufanas la ciudadanización del movimiento. No pocas enormes banderas del PT también dicen presente. Parece así que es este partido el que permanece más fiel a la causa.

Poco después de las 8 de la mañana del martes inicia el periplo por las calles del centro, los barrios añejos, los mercados que ya reciben clientes y hacen valla al contingente, hombres y mujeres que aceptan de buen grado los volantes, los cuelgan en sus puestos, se suman por lo bajo a las consignas que enjundiosamente las brigadas corean, cantan, gritan. Como la marcha es en brigadas y no pertenecemos a ninguna, nos sumamos a la de los Círculos de Estudios, algunos de cuyos organizadores ya nos conocen y nos reciben amistosamente. Atrás de nosotros viene la brigada de la delegación Cuauhtémoc, tan vigorosa y entusiasta como aquella en la que vamos. Llegamos al cruce de Fray Servando y Congreso de la Unión, porque ahí le tocó a "nuestra brigada". Por desgracia es la esquina donde están alrededor de dos cientos de granaderos del DF, en dos filas, al frente los más maduros, más experimentados, atrás los más jóvenes. Todos traen su equipo de rigor, cascos, escudos y unos rostros duros e impenetrables. Los responsables de la brigada repiten una y otra vez que guardemos el orden y que no caigamos en ninguna provocación, que los granaderos son del DF, es decir, "cuates". A quienes se nos enchina el cuero ante la presencia siempre exagerada de las fuerzas de seguridad, de cualquier cuerpo, nos es difícil aceptar la situación, pero bueno, hacemos como que no están. Las mujeres de la resistencia son especiales, por decir lo menos; al rato de estar frente a frente a los uniformados, no falta alguna que les chiste: "Poli, poli, entonces qué, jalas con nosotros?" y el poli pierde la compostura, para reirse. Algún otro sigue la tonada de las consignas con la mano enguantada sobre el escudo. Después que pasan no sólo las horas y la espera de los acontecimintos, el mismo día se va yendo entre el aire gélido que derrota a los resistentes que no logran calentarse ni con los tamales, el café, el chocolate o el atole que vendedores oportunos van ofreciendo; los que restan se ponen a jugar a la pelota, a cantar y bailar, frente a los uniformados que ya para estas horas también han echado uno que otro bocado, están en la plática entre ellos o viendo el futbolito organizado por los más chavos de la brigada. La larga y fría jornada también los ha vencido y de su férrea postura corporal no ha quedado prácticamente nada.

A lo largo del evento, escuchamos las palabras de la comparecencia de AMLO, la entrevista a Diputados sobre su intervención, sabemos de la toma de la tribuna, la cual es festejada por los asistentes, luego la reanudación de los trabajos y poco a poco, en una lentitud agravada por el frío que padecíamos los que esperábamos afuera, se fueron aprobando los dictámenes que serán leyes seguramente en un par de días. La mayoría de los resistentes habían ido abandonando las inhóspitas calles, los muchos miles se fueron reduciendo a varios cientos que se apretujaban en tres puntos: en nuestra esquina, afuera de la entrada principal del Palacio Legislativo y alrededor del camión templete donde habló por dos veces Andrés Manuel; entre una y otra de sus intervenciones hubo música de voluntarios resistentes y los esfuerzos de Jesusa y el Tata, que hacían lo posible por mantener el ánimo de los congregados.

La jornada concluyó tarde (más de 10 horas después de haber comenzado) con el discurso de López Obrador en torno al futuro del movimiento. La fiesta terminó sin novedades (la aprobación por parte de los legisladores), pero ya hay fechas para recomenzarla: el jueves en el Hemiciclo a Juárez y el 23 de noviembre en el Zócalo. Y es que en cada reunión del movimiento se da el encuentro y el reconocimiento gozoso de los asistentes, que se ven unidos por ideales comunes y están dispuestos a seguirle, porque es claro que la lucha es larga. El lazo entre los concurrentes es invisible pero consistente. Una masa de miles, ignorados por la mayoría del país porque los medios insisten en no sacar imágenes de estas multitudes. Miles que saben lo importante de la participación activa, no desde nichos pseudointelctuales, no desde el rechazo al compromiso, no desde la indiferencia que resta fuerza, sino de estar ahí, recibiendo improperios y traiciones, golpes morales y hasta físicos. Esa masa que se alegra al saberse parte de un México que busca reconstruirse en un tejido social sano, con justicia y con igualdad. A la larga, el triunfo será del pueblo. Pero hay que contribuir a ello.

No hay comentarios.: