domingo, enero 11, 2009


Hay tantas evidencias del genocidio llevado a cabo por Israel que fuentes informativas de todo el mundo exponen sin que puedan ser tachadas de propalestinas, que no es posible que el sionismo nos convenza de que lo que está llevando a cabo es una "legítima defensa" de su territorio o de su población civil. Hay tantas fotos sangrientas que mostrarlas es agobiar el alma y revestirla de morbo. Si no hubiera más, las dos imágenes de pequeños que miran aterrorizados el mundo de destrucción que los rodea, serían suficientes para proclamar la injusticia de que son objeto: un bebé mira tras los escombros, con los ojos anegados y desorbitados, la guerra que lo deja huérfano de padres, de patria, de futuro; otro pequeño se arrincona instintivamente a una pared intentando ponerse a salvo del despliegue de muerte a su alrededor.

No hay mayor soledad que la de aquel que es perseguido, masacrado, lastimado, mientras sus congéneres se desentienden, dan vuelta a la cabeza y viven su rutinaria y cómoda vida, como si nada pasara. Pero pasa todo. Pasa que ese maldito invento que es el dinero da el poder para avasallar, para callar, para matar. Con dinero baila el perro, dice el refrán. Con y por dinero se invaden países, se inician guerras,se sojuzgan pueblos. ¿Hasta cuándo vamos a dejar que el dinero decida el rumbo de la humanidad? ¿Hasta cuándo nos vamos a levantar de nuestro mullido sillón y vamos a hacer nuestras las causas de la justicia y los derechos humanos? ¿Qué clase de hombres y mujeres somos que no nos hace mella el dolor de los otros? El quedarse callado ante el oprobio no enaltece a nadie. El silencio duele. Vaya que sí. Elijamos hacer oír nuestra voz apoyando a los débiles, actuando en consecuencia. Cuando nos decidamos, seremos capaces de construir otro mundo, porque somos muchos, somos casi todos.

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