miércoles, agosto 22, 2007

El preso político de Felipe Calderón

Milenio Diario, 17 agosto 2007.
Ciro Gómez Leyva.
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Felipe Calderón tendrá que explicar alguna vez por qué en su quinto día como Presidente de la República ordenó, o solapó, que Flavio Sosa, el líder más visible de la APPO, fuera encerrado en el penal de alta seguridad de Almoloya para que sintiera, él y los suyos, lo que es estar cerca de los capos, asesinos y secuestradores de a de veras.
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Y responder a la pregunta de que pareció ser una coincidencia que los jueces le permitieran salir de ese infierno, a él y a su hermano Horacio, justo cuando el EPR reclamaba a bombazos la aparición de dos de los suyos de los que no se sabe nada, y cuando Ulises Ruiz podía acreditar, con votos inclusive, que tenía a Oaxaca bajo control.
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De mi maestro Miguel Bonasso aprendí que, en estos asuntos, dos coincidencias terminan marcando una tendencia. Flavio Sosa fue enviado a Almoloya cuando Felipe Calderón requería demostrar que tenía un puño derecho muy bien entrenado, y sale cuando le viene bien afirmar que su gobierno puede ser de piedra, pero no se ceba con los hostiles, así sean guerrilleros del EPR o preguerrilleros de la APPO.
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Flavio Sosa durmió anoche donde, quizá, debió haber dormido desde el 5 de diciembre de 2006: en una cárcel de mediana o baja seguridad. Su “peligrosidad” nada tiene que ver con, por ejemplo, la del secuestrador Daniel Arizmendi. Pero pasó ocho meses y diez días en un penal de alta seguridad porque así convenía a la estrategia del Presidente que llegaba. Estuvo en Almoloya por una decisión política mal disfrazada en el laberinto de los juzgados y los manuales carcelarios. Es decir, fue durante ocho meses y diez días un preso político. El preso político de Felipe Calderón.

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