miércoles, agosto 22, 2007

“Vivos los llevaron, vivos los queremos”

Milenio Diario, 17 agosto 2007.
Sanjuana Martínez.
La figura del detenido-desaparecido es imprescriptible. En México existen más de 550 desaparecidos; el primero data de 1969, fecha en la cual Luis Echeverría, como secretario de Gobernación del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, impuso el terror del secuestro y desaparición como medio para combatir a los oponentes políticos o intelectuales.
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Este crimen está calificado por la Organización de las Naciones Unidas como un “ultraje a la dignidad humana” y perdura hasta que no se resuelve el paradero de las personas que por sus ideas o afiliación política fueron secuestradas. Normalmente se caracteriza por la privación de la libertad a través del secuestro, el arresto o la detención por agentes del Estado, o bien, grupos que siguen sus órdenes. El gobierno se niega a reconocer el estatus de estos desaparecidos con el fin de mantenerlos detenidos al margen de la protección de las leyes.
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“Vivos los llevaron, vivos los queremos” es el lema del Comité ¡Eureka! y también título del primer documental que cuenta la historia de tres ex secuestrados que estuvieron en cárceles clandestinas del Ejército mexicano en diferentes puntos de la República. El filme dirigido por Cecilia Serna y producido por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, se exhibió el pasado miércoles en el Festival de Cine de Monterrey.
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En México el documental apenas ha sido utilizado para narrar los episodios históricos que el oficialismo ha querido borrar, por eso es tan importante que existan este tipo de iniciativas. En este caso, Vivos los llevaron… trata sobre las madres de los desaparecidos, mujeres extraordinarias cuyo valor ha hecho que la memoria de sus hijos injustamente secuestrados perdure a lo largo del tiempo.
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Se trata de un homenaje a esa gran mujer: Rosario Ibarra de Piedra, quien ha dedicado los últimos 30 años de su vida a la búsqueda incansable de su hijo Jesús. Doña Rosario es un ejemplo de justicia y dignidad como pocos hay en el país. Su memoria reivindica no sólo la vuelta de los más de 550 desaparecidos que actualmente existen en México, sino también el fin de la impunidad.
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Cualquiera que sea madre puede comprender la angustia y sufrimiento de doña Rosario. En las primeras semanas de su peregrinar por cárceles y campos militares, ella encontró a otras madres en las mismas circunstancias. Un día conoció a una mujer de apellido Piedra y pensó acercarse a ella por cuestiones de parentesco: “No soy tu familiar, pero si tienes un hijo desaparecido como yo, eres mi hermana”.
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Así nació en 1977 el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México ¡Eureka!, una organización que ha significado una esperanza para cientos de personas cuya vida se centra en intentar recuperar a sus seres queridos. Desde entonces esta agrupación ha logrado liberar a más de 170 personas, algunas de éstas, desaparecidas por más de nueve años.
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El infierno de los detenidos-desaparecidos se extiende en todo su entorno: “Desde hace 30 años, cada día que me levanto pienso en mi hijo Jesús. Le cuento cada una de las cosas que no ha vivido junto a la familia. Yo tengo esperanza de encontrarlo, envejecido seguramente, pero vivo, porque vivo se lo llevaron y vivo lo quiero de vuelta a casa”, dice doña Rosario, rodeada de fotos de Jesús con distintas edades.
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El documental es también un merecido homenaje a esta mujer, que significa el ejemplo de la “madre coraje” por antonomasia. Su lucha es la batalla de todos los que creemos en los principios de la libertad y la democracia. Nunca se ha sometido al poder, ni a ningún partido político; aunque no oculta su ideología de izquierda, ha sabido mantenerse al margen de las canonjías partidistas: “No hay dinero, tesoro alguno o riqueza mayor que pueda comparar la vida de uno de los desaparecidos. Ellos no tienen precio y reivindicaremos su causa siempre”.
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En lo que va del sexenio, el Comité ¡Eureka! ha contabilizado alrededor de 30 desaparecidos. Felipe Calderón llegó al poder con un problema de legitimidad y, mientras la duda del fraude lo persigue, en materia de derechos humanos su gobierno anda por los suelos, según los reportes recientes de organismos internacionales como Amnistía Internacional. .
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Desde 1969, cuando se registraron las primeras detenciones-desapariciones, ningún presidente ha tenido una clara voluntad de resolver esta asignatura pendiente que menoscaba el paupérrimo sistema democrático en el que vivimos. Peor aún, otros, como el presidente Vicente Fox, han querido hacer un simulacro, creando la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, la cual, tal y como lo pronosticó doña Rosario, resultó ser un estrepitoso fracaso.
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En los primeros meses de su mandato hemos visto las atrocidades que puede cometer el Ejército mexicano y las barbaridades que pueden hacer los policías en Oaxaca o Atenco. Hemos comprobado que Felipe Calderón ha suspendido con una nota de vergüenza la asignatura de derechos humanos.

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