Como se difundió ampliamente, el día de ayer, Marcelo Ebrard, jefe de gobierno de la Ciudad de México, tuvo la oportunidad de participar en los debates sobre la industria petrolera que se realizan en el Senado de la República. Además del anuncio de que su gobierno convocará a los ciudadanos capitalinos a una consulta popular sobre el tema para el próximo 27 de julio, Ebrard hizo un análisis de lo que representa la llamada reforma energética con la que Felipe Calderón pretende privatizar a Petróleos Mexicanos.
Gracias, senador, señores senadores, señor presidente, señores gobernadores, señoras y señores.
En primer lugar, agradecer la invitación de que fui objeto para participar en este foro y, si ustedes me permiten, me concentraría en los comentarios que voy a hacer en los elementos sustantivos de la reforma a Pemex, o de las reformas en torno a Pemex, que están sujetas a revisión y a debate.
A mí me parece que las iniciativas que han sido enviadas por Felipe Calderón al Senado deben ser rechazadas, y me explico. Habrá que sustituirlas, habrá que hacer muchas otras cosas. El sentido más importante de esas iniciativas es sustituir el dominio exclusivo de la nación o, dicho de otro modo, dar marcha atrás al artículo 27 constitucional y al sentido esencial de que la nación tenga el dominio de la industria petrolera para mejor proveer a los intereses de la nación mexicana.
Ése es en esencia lo que se está proponiendo, se niega todavía, todos los días, pero quizá el primer ejercicio es aclarar qué es lo que discutimos; no estamos discutiendo cómo se va a distribuir o cómo se van a distribuir los recursos que provengan del excedente petrolero estrictamente. No estamos discutiendo el acuerdo de coordinación fiscal o el decreto de presupuesto de egresos del 2009, estamos discutiendo el artículo 27 constitucional.
Con la iniciativa que se ha enviado, con un subterfugio —por cierto, con muchos antecedentes y precedentes en otros debates muy importantes para el país— se restringe en un solo artículo la exclusividad a la nación, adicionando un término a hidrocarburos, un adjetivo, y se le pone: hidrocarburos estratégicos, y con ese subterfugio, porque lo es, se pretende dar marcha atrás a lo establecido en el artículo 27.
En consecuencia, dejan de formar parte de la industria petrolera el transporte, almacenamientos —indispensables y necesarios para interconectar la explotación y elaboración del gas—, el transporte, almacenamiento, distribución de los derivados del petróleo y del gas, que sean susceptibles de servir como materias primas industriales básicas, y que constituyen petroquímicos básicos, y se amplía, por supuesto, el permiso para que los particulares transporten, almacenen, distribuyan no sólo gas, sino también el gas asociado a los yacimientos de carbón mineral y los productos del producto refinado, y de petroquímicos básicos; simplemente eso es lo que estamos debatiendo.
¿Por qué no se planteó una reforma directa al artículo 27 constitucional? Que esto va asociado a lo que se pretende con la iniciativa, es decir, para calificar una iniciativa hay que calificar y entender también la estrategia política que la anima, y en este caso lo que no se quería es lo que está ocurriendo el día de hoy aquí, una discusión pública, y una atención pública sobre una decisión de la envergadura de la que estamos comentando.
Y por consiguiente, se decidió ir por una ley secundaria; por cierto, no es la primera vez; el primer intento data de 1941, en la presidencia de Manuel Ávila Camacho, apenas tres años después de la expropiación petrolera, a instancias de los Estados Unidos, en la Segunda Guerra Mundial, porque necesitaban una serie de productos, y le ofrecieron a México un acuerdo similar al que hoy se nos presenta. Ni siquiera es una idea original, es una muy vieja idea, sólo que no ha tenido éxito.
Ahora, para fundamentar este asunto, semejante cambio que a todos nos interesa, partimos de la base de que estamos hablando del principal rubro de los ingresos nacionales y de la más importante industria de México. Para justificar lo que acabo de referir, se nos dice que hay un diagnóstico terrible de Pemex, nada más que lo que no se dice es que la situación actual de Petróleos Mexicanos se deriva en los últimos ocho años, porque acá no se podrá decir que así se les entregó el año pasado; llevan ocho años manejando Petróleos Mexicanos, los proponentes.
Y si ustedes hacen un diagnóstico de ese periodo de ocho años, lo que hay es la peor gestión de Petróleos Mexicanos de toda la historia de México. Sólo daré algunos datos, derivados de decisiones, acciones u omisiones respecto al manejo de Petróleos Mexicanos.
Del año 2000 al 2008, el periodo que comento, Pemex pasó de ser la quinta empresa más importante del mundo, a ser la número 14. La inversión total en nuestra empresa, Petróleos Mexicanos, se redujo al mínimo, llegando al año 2007 a .57 por ciento del Producto Interno Bruto.
Más de 60 por ciento de las actividades de Pemex, exploración y producción, han sido realizadas por contratistas, por cierto, en su mayoría extranjeros. Se ha mantenido una política dirigida a incrementar la producción sin reponer reservas; de casi 45 por ciento de reposición que se daba en 99, para el 2001 la reposición fue de cero, y descendió hasta menos 20 por ciento en el 2002.
Y, bueno, la inversión en tecnología, es decir, principalmente en el Instituto Mexicano del Petróleo, ha sido reducida consistentemente, al grado de que representa .03 por ciento de las ventas de la paraestatal.
Todo esto que acabo de decir, en los años de los precios más altos de la historia del petróleo; nunca México había tenido tantos recursos como en este periodo, y nunca en la historia de México se había manejado tan mal Petróleos Mexicanos.
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