28 May. 08
"Cuando subsidias la pobreza y el fracaso, obtienes más de los dos". James Dale Davidson
Cuatro mil 500 millones de pesos adicionales para ayudar a los pobres a enfrentar el alza de los alimentos. Pero 200 mil millones de pesos para subsidiar la gasolina y el diesel. No sólo no hay proporción: se trata de una de las decisiones más irresponsables que pueda haber tomado cualquier gobierno.
El 21 de mayo señalé en esta columna los peligros del creciente subsidio a las gasolinas. El presidente Felipe Calderón no sólo ratificó este lunes 26 por la noche, en su mensaje nacional, que mantendrá el subsidio sino que ha comprometido 200 mil millones de pesos, tan sólo en este año, para continuar con el programa.
Si Andrés Manuel López Obrador fuera presidente de México y anunciara un subsidio de esta envergadura para las gasolinas, Calderón lo estaría acusando de populista. El adjetivo no se puede evitar hoy sólo porque el programa lo impulsa un gobierno panista.
Uno de los grandes logros de México en los últimos años fue conseguir que los políticos entendieran que los subsidios generalizados son instrumentos sumamente costosos e ineficientes para combatir la pobreza. Programas como Solidaridad, Progresa y Oportunidades focalizaron los subsidios a los más pobres y han permitido así hacerle mella a la pobreza aun en momentos de escaso crecimiento económico.
El presidente Calderón, sin embargo, está regresando a los viejos tiempos del populismo, cuando los subsidios se repartían por igual a los ricos y a los pobres. El actual subsidio a las gasolinas es especialmente nocivo no sólo porque beneficia mucho más a los más ricos, a quienes tienen autos particulares, sino porque pone en riesgo la estabilidad económica del país.
Mucha gente me ha escrito para cuestionar mi oposición al subsidio a la gasolina. Me ha dicho lo obvio una y otra vez: que éste no sólo beneficia a los dueños de automóviles sino a toda la sociedad, ya que los combustibles se utilizan para todo tipo de transporte.
Es verdad, pero el monto del subsidio que beneficia a los más prósperos es mucho mayor que el que alcanza a quienes no tienen vehículo privado, que son no sólo mucho más numerosos sino más pobres. El gobierno está tomando los ingresos de un recurso natural no renovable, el petróleo crudo, propiedad de todos los mexicanos, incluso los más pobres, para subsidiar a los ricos. Lo peor de todo es que para quienes nada tienen el petróleo es su único activo. Por ello este subsidio equivale a quitar recursos a los más pobres para dárselos a los ricos.
Doscientos mil millones de pesos es una enorme cantidad de dinero. Es más que todo el gasto programable de la Secretaría de Educación Pública y cuatro veces superior al presupuesto de la Sedesol. Si ese dinero se aplicara a la inversión productiva, generaría empleos y prosperidad. Si se invirtiera en Pemex, permitiría construir no una sino varias refinerías de gasolina y aumentar de manera muy significativa la exploración en busca de nuevos yacimientos de petróleo que permitan compensar la declinación de Cantarell. Emplear ese dinero para subsidiar el consumo de gasolina es una medida tan absurda que más que populista parece idiota.
Tarde o temprano este subsidio se volverá insostenible. En el primer trimestre del 2008 las importaciones de gasolina aumentaron 34 por ciento. Este pasado fin de semana una gasolinera en Tijuana anunciaba que su precio era de 2.78 dólares por galón contra más de 4 dólares en Estados Unidos. Cada aumento en el precio internacional de la gasolina se convierte en un hoyo mayor en las finanzas del gobierno mexicano. Si el presidente Calderón espera hasta que pasen las elecciones del 2009 para ajustar el precio de la gasolina, habremos sufrido una monumental pérdida de recursos: quizá 300 mil o 400 mil millones de pesos, un 40 por ciento de las pérdidas por el Fobaproa. Además, la experiencia nos dice que es muy fácil dar subsidios pero muy difícil retirarlos. La sangría podría durar muchos años.
El petróleo ha representado desde el descubrimiento de Cantarell una gran oportunidad para los mexicanos. Pero una y otra vez los políticos populistas han desperdiciado los recursos en gasto corriente. Hoy, cuando el alza en el precio de los hidrocarburos renovaba la oportunidad, el presidente Calderón ha decidido descartarla, pero no sólo para ampliar una vez más el gasto corriente sino para iniciar un gigantesco programa de subsidio a las gasolinas.
Ni siquiera en el gobierno de López Obrador en el Distrito Federal hubo un populismo tan puro y tan injusto. Los apoyos a las personas de la tercera edad y a las madres solteras por lo menos se enfocaban principalmente a personas de escasos recursos. Lo opuesto ocurre con el subsidio a la gasolina.
Pecado original
Después de impulsar medidas desastrosas, los políticos suelen anunciar con bombo y platillo acciones para remediar los problemas que ellos mismos han causado. El presidente George Bush de Estados Unidos provocó en buena medida el aumento en los precios de los alimentos con sus subsidios al etanol, pero ahora está pidiendo 770 millones de dólares al Congreso para ayudar a los países afectados. El presidente Calderón da un subsidio que hace que aumente en 30 por ciento al año el consumo de gasolina, pero al mismo tiempo se compromete a luchar contra el calentamiento global. Mejor sería que no cometieran los pecados originales.
Nota: Recién escuchaba en Tercer Grado, que sin excepción, como siempre, - a cualquiera con tres dedos de frente le parecería sospechosa esa sempiterna unanimidad- ven como una jugada inteligente la maniobra de Calderón, y se divierten al "apreciar" el azoro causado en las variopintas filas de la oposición; se congratulan de que "la oposición" no acierte a articular una protesta coherente y se muestre -dicen ellos- "mareada". Pues ante el artículo de Sergio Sarmiento no puede menos uno que advertir que el desconcierto no sólo se manifiesta en las filas opositoras, sino entre los teóricos y defensores del libre mercado. Lo más divertido es que Sarmiento dice que la medida más que populista es idiota.
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