domingo, febrero 22, 2009

Las insobornables

Rolando Cordera Campos

L
a industria se encogió en el último trimestre de 2008 en 6 por ciento y algunos analistas esperan que el próximo abril registre una caída espectacular de 13 por ciento. Para el año en su conjunto, se teme que la contracción industrial esté entre -4.8 y -6 por ciento. Las exportaciones automotrices se despeñaron este enero 59 por ciento y la producción 28 por ciento. De acuerdo con La Jornada,LJ, Banamex precisa: “La contracción de la actividad económica en enero fue más profunda que lo previsto. La principal fuente de deterioro sigue siendo la industria manufacturera… en el cuarto trimestre de 2008 las exportaciones manufactureras de México cayeron a una tasa anual de 8 por ciento… Sin embargo, el deterioro parece mayor por lo menos al inicio de 2009, dado que la demanda externa implicó en enero severas caídas de las exportaciones de vehículos tanto pesados como ligeros, de 57 y 67 por ciento, respectivamente” ( 18/02/09 p. 25).

Caídas libres en casi todos los planos de la actividad económica: en los servicios, fuente principal de empleo en el México antindustrial que nos legó el cambio estructural, se registra una caída anual en noviembre de 2008 de 1.8 por ciento, mientras este enero se perdieron 128 mil 122 empleos en el mercado formal. La espiral hacia abajo se retroalimenta sin misericordia, porque cada punto de crecimiento que se pierde y se vuelve negativo significa cientos de miles de empleos que no se crean y se esfuman, lo que afecta al consumo, de por sí acosado por la falta de crédito, angosta el mercado y desalienta la inversión, que tampoco encuentra financiamiento.

En muchas regiones de México, además, se resiente ya la disminución en las remesas y el declive en el abasto básico. No hay discurso que conmueva estas cifras y tendencias, y la esperanza ranchera en que lo que baja sube, no encuentra acomodo fácil en el (des) ánimo nacional, aterrado ante la violencia y espantado por el fantasma del desempleo.

Son jinetes de un Apocalipsis que en efecto es mundial, pero que precisamente por ello no puede dividirse en externo e interno, mucho menos en nuestro caso. Decir que la crisis viene de fuera, del frenesí de Wall Street, es faltar a la verdad y tratar de ocultarla bajo una alfombra raída. La caída de las ventas externas repercute salvajemente sobre el conjunto de la economía nacional porque antes decidimos, decidieron, atar la evolución industrial al destino de la industria estadunidense, prácticamente sin condiciones.

Como dijera alguna vez el economista Antonio Gazol, nos integramos regionalmente y nos desintegramos nacionalmente. Nada de esto cayó del cielo o vino del frío. Lo que está por reconocerse es que la forma que se adoptó para esta gozosa integración con el norte supuso renuncias injustificadas a hacer política industrial o tecnológica, que nos volviera menos frágiles a las veleidades de ciclo del hermano mayor. Y ahora hay que pagar sin rezongar.

La proyección de la crisis no es así un delirio catastrofista sino una extensión de la realidad observada. Cuando el Banco de México predice que el producto interno bruto (PIB) se contraerá en 2009 en cerca de 2 por ciento, no inventa unas tendencias sino registra lo que ya está ocurriendo.

Con anticipación, los economistas profesionales Rogelio Ramírez de la O y Raúl Feliz habían pronosticado descensos que iban de -2.5 a -1 o -1.5 por ciento, respectivamente. Por su parte, el Centro de Modelística y Pronósticos Económicos de la Facultad de Economía de la UNAM ha previsto para 2009 un descenso en el PIB de -2.62 por ciento, que se extendería hasta 2010 con una caída de -0.12 por ciento.

En sentido similar hablan otros analistas y consultores del sector privado o el Fondo Monetario Internacional, que coinciden en lo fundamental: la economía mexicana no sólo no crecerá este año sino que decrecerá, arrojando cuotas de desempleo que no se habían presentado desde 1995. Banamex cierra esta serie pronosticando para 2008 un descenso de 2.4 por ciento, a la vista de lo registrado después de las predicciones mencionadas antes.

No hay compló esta vez del temido Peje, a quien la dirigente del PRI ordenó no recibir en la Cámara de Diputados. Tampoco hay afán por parte del Congreso de desbancar a la sabiduría hacendaria para hacer una política económica distinta, legitimada por la emergencia. Es una realidad que con su crisis parece lo único insobornable en el lamentable panorama de la política y del Estado mexicanos. Afuera, pero en realidad ya bien adentro del castillo, como ocurre con la Sultana del Norte y anexas, los bárbaros derriban puertas.

La catástrofe está del otro lado de la mesa, donde se ha decidido no ver la realidad como método único para conducir al país, sin mapa y a ciegas, pero ¡ah!, ¡con qué verbo!

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