Una de tantas formas
Por Ricardo Andrade Jardí
Lo principal es sumar con congruencia. La organización desde la micro política impulsa subjetividades de cambio. Se trata de modificar algunas percepciones del imaginario opresivo y empezar desde los núcleos sociales más pequeños como centros de cambio, como asambleas desde la familia, la cuadra, la colonia, el barrio, el municipio, la región, el Estado, desde los centros de trabajo, las aulas, las facultades, las universidades, las fábricas, los talleres, los centros culturales, los cafés, las plazas, los negocios familiares, las cooperativas, las asociaciones civiles y sociales, la organización ciudadana que nace desde la estructura más pequeña hasta la más amplia y buscar lo que sumamos, qué coincidencias tenemos, qué diferencias, cuáles son salvables, cuáles no lo son, dónde podemos influir, dónde hay que seguir concientizando, cuánto podemos dejar de consumir, cuánto podemos producir, conocer otras experiencias, sumarse y crear redes de comercio justo, de consumo responsable, de trueque, restar nuestra “ganancia” al gran capital, suplir el valor monetario por el trabajo solidario, por los procesos barriales de colectividad y de intercambio de conocimiento; preguntarnos qué sabemos hacer, cuántas horas podemos ofrecer al colectivo, quién puede enseñar a otros, cuánto puedo enseñar yo; modificar de raíz la visión utilitaria y “competitiva” por la visión solidaria y comunitaria.
En pocas palabras: ausentarnos del sistema individualista para impulsar sistemas de intercambio colectivo, suplir las necesidades creadas para satisfacer las necesidades básicas, impulsar y fomentar los más plurales grupos de estudio donde se discutan todos los puntos de vista y se busquen todas las alternativas; crear, inventar, imaginar entre nosotros todas la posibilidades de organizarnos en función de un bien común y no sólo de un bien individual. Colaborar con la experiencia propia aportándola y aprender y aprehender de otras experiencias.
Analizar las necesidades del colectivo y modificar las carencias; aprender juntos a exigir lo que por derecho nos pertenece y a no dejarnos representar por quienes no nos representan. Aprender a canalizar la ira hacia el lugar donde debe estar dirigida sin perder energía vital distrayéndonos con lo que el sistema nos “ofrece”, o nos oferta, para distraernos de lo prioritario: denunciar política y jurídicamente la IMPUNIDAD. Y, sobre todo, ignorar a quienes nos ignoran desde el poder, desconocer a las clases políticas que sólo ven por los intereses del capital y pretenden negociar con nuestros, innegociables, derechos.
Declarar y hasta ser escuchados nuestro derecho a no seguir pagando la deuda inmoral de la burguesía empresarial, destituir a toda autoridad y gobierno que no garantice nuestro derecho a la felicidad, a la justicia y a la dignidad, autoorganizarnos, autogobernarnos, autoconcientizarnos y accionar congruentemente con ese otro mundo, posible, en el que creemos con base en el conocimiento científico y en la imaginación creadora y transformadora; en oposición a la lógica del capital de la hamburguesa y de la cola… son nuestras armas más poderosas y tenemos que empezar a educarlas, fomentarlas y desarrollarlas, para poder impulsar las subjetividades de cambio que tanta falta nos hacen y que nuestra “izquierda” electoral e institucionalizada hace tiempo abandonó extraviada en el juego y la corrupción de la trasnacional “Democracia Corporation S A”. Hay mil formas y la lucha contra el sistema es ya una nueva forma de vida.
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