viernes, marzo 13, 2009

Las partes IV y V del reporte de sus recorridos.


EL PAÍS DESDE ABAJO. APUNTES DE MI GIRA POR MÉXICO (IV)

por Andrés Manuel López Obrador

(publicado en La Jornada el 12 de marzo de 2009)


En mis recorridos por el país pude comprobar que en los últimos tiempos se ha reactivado la explotación minera. Se trata de una actividad dominada básicamente por tres consorcios nacionales –Minera México, Peñoles y Grupo Carso–, así como por empresas extranjeras, sobre todo canadienses.


La privatización de este sector se ha llevado a cabo de manera silenciosa, pero profunda. Durante el gobierno de Salinas se reformó el artículo 27 y se concesionó a particulares, nacionales y extranjeros, la explotación de los recursos mineros. Bajo el gobierno de Vicente Fox se ampliaron las concesiones de 25 a 50 años, con la posibilidad de prorrogarse. Actualmente, se encuentran concesionadas 24.5 millones de hectáreas del territorio nacional, superficie equivalente a la extensión del estado de Chihuahua, el más grande del país. De modo que, prácticamente, toda la superficie y el subsuelo con potencial minero han sido enajenados para el aprovechamiento de unas cuantas compañías nacionales y extranjeras.


Esta desaforada entrega de bienes de la nación y los altos precios de los metales en el mercado internacional, propiciaron que la minería creciera más que otros sectores de la economía. En materia de metales preciosos, la producción de oro pasó de 6.2 toneladas en 1980 a 39.3 para 2007, un incremento de 533 por ciento; la extracción de plata aumentó de mil 500 toneladas a 2 mil 311 (60 por ciento); y en lo que se refiere a metales industriales no ferrosos, destaca la producción de cobre y zinc, que creció de 414 mil a 762 mil toneladas (84 por ciento en promedio).


Según cifras oficiales, el valor total de la producción minera en 2007 fue de 113 mil 429 millones de pesos. Sin embargo, esta bonanza ha generado muy pocos beneficios al pueblo y a la nación. La actual explotación minera se parece mucho a lo que pasaba durante el porfiriato, los dueños de las compañías se llevan todas las ganancias, no pagan impuestos, los trabajadores reciben bajos salarios, no cuentan con protección ni con la debida seguridad social, y los sindicatos, con la complacencia del gobierno, están siendo tomados por las empresas, independientemente del cuestionamiento que se les pueda hacer a sus dirigentes.


Cerro de San Pedro y Mulatos: desesperación y resistencia


Los enclaves mineros son como pequeños estados dentro del territorio nacional. Los dueños de las empresas dominan todo; tienen guardias blancas, en los lugares más recónditos han construido hoteles y casas para sus directivos, mientras que los obreros carecen hasta de lo más indispensable y los pueblos donde se encuentra el mineral están en el más completo abandono. Visité municipios mineros como Moris, Ocampo, Témoris, Chinipas y Urique, en Chihuahua, y Tayoltita y Topia, en Durango, y tuvimos que transitar por caminos de terracería en pésimas condiciones. A Tayoltita se llega después de cinco horas de viaje por una brecha. El oro lo sacan por avión, hace cien años la mina era explotada por norteamericanos, y ahora por canadienses. En Urique sucede lo mismo, ahí se encuentra la mina El Zauzal en manos de la empresa canadiense Goldscorp Inc, que es la que más oro produce en el país (alrededor de 9.5 toneladas al año, 25 por ciento de la producción nacional).


Los abusos de las compañías indignan y se repiten por todas partes; cuando estuve en Sahuaripa, Sonora, pobladores de Mulatos, una comunidad de ese municipio me pidieron con desesperación que les ayudáramos porque la compañía canadiense Alamos Golden Inc, que explota oro desde hace cinco años, está devastando el ecosistema, contaminando mantos acuíferos, arroyos y ríos, causando la mortandad de peces y ganado. Incluso, tiene la intención de desaparecer la comunidad porque debajo del poblado se encuentra la veta más grande que pretenden explotar.


Lo mismo me manifestaron en Melchor Ocampo, Zacatecas, en Huizopa, Chihuahua y en Cerro de San Pedro, San Luis Potosí. En este último municipio, sus pobladores han dado una lucha heroica no sólo en contra de otra minera canadiense Metallica Resources, sino del gobierno del estado y del federal. Allí fue asesinado con vileza el presidente municipal por oponerse a la destrucción del poblado y del cerro emblemático que aparece en el escudo del estado de San Luis Potosí. En Cananea, Sonora, la complicidad entre autoridades y la Minera México es absoluta; los trabajadores llevan año y medio en huelga, el gobernador de Sonora mandó a la policía a reprimirlos, les cerraron el hospital, les quitaron el agua; las autoridades laborales están entregadas a la empresa y, por si fuera poco, el actual secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, era el abogado de la empresa.


Quiero señalar que de ningún modo me opongo al desarrollo de la minería, creo que es una fuente importante para la generación de empleos, pero es inaceptable el modelo depredador imperante, sustentado en la sobreexplotación de los trabajadores y de los recursos naturales. Es obvio que en Canadá no se permite esta ignominia y siempre he pensado que progreso sin justicia es retroceso. Es inhumano que a tres años de la tragedia de Pasta de Conchos, no se haya obligado a los dueños de la Minera México a rescatar los cuerpos de los mineros, como lo demandan sus familiares.


El absurdo del petróleo: vender naranjas y comprar jugo de naranja


El petróleo es el principal recurso con que cuenta el país para su desarrollo. Estoy convencido de que si se cuida y se explota de manera integral, podría convertirse en el eje de la economía nacional. En mis recorridos por las zonas petroleras me di cuenta de cómo se puede utilizar toda la cadena de valor del sector energético –desde la exploración de yacimientos, la perforación, la producción de crudo y de gas, la refinación, la industria petroquímica, la generación de electricidad y el desarrollo de energías alternativas– para proporcionar al consumidor ,y a la industria nacional, combustibles e insumos baratos que impulsen el desarrollo y la generación de empleos.


Es absurdo que se siga vendiendo petróleo crudo, como materia prima, al extranjero, y compremos casi la mitad de las gasolinas que consumimos, el 18 por ciento del diesel, el 15 por ciento del gas LP y el 15 por ciento del gas natural. Es como vender naranjas y comprar jugo de naranja. Esta irracionalidad sólo se explica por el afán privatizador y los compromisos con empresas y organismos internacionales. De ahí que haya sido fundamental el Movimiento en Defensa del Petróleo.


El año pasado, con la participación entusiasta y decidida de miles de mujeres y hombres, se pudo frenar el propósito de la derecha, de reformar las leyes para entregar la refinación, el transporte, los ductos y el almacenamiento de petrolíferos a particulares, sobre todo a extranjeros. Pero esto aún no termina, continúa el acecho. Es mucha la ambición que provoca este recurso natural estratégico. Sobre todo, debemos estar atentos porque quieren otorgar concesiones a empresas petroleras extranjeras para explorar y explotar nuestro petróleo en áreas o bloques exclusivos del territorio nacional.


Al igual que en la minería, pretenden que la zona petrolera del país se divida en lotes, como ya se anunció en Chicontepec, Veracruz. Pero estamos decididos a impedirlo. El sector energético debe estar única y exclusivamente al servicio del pueblo y de la nación. Más temprano que tarde, vamos a cambiar la política energética, que ha resultado un verdadero desastre. Sólo recuerdo que si no nos hubiesen robado la Presidencia de la República, actualmente estarían por terminarse las tres refinerías que necesita el país para dejar de comprar las gasolinas y el diesel en el extranjero.


8 de cada 10 empleos son de empresas pequeñas


Además, estoy convencido que sólo convirtiendo al sector energético en palanca del desarrollo nacional se podrá apostar a la industrialización del país. Es innegable que mientras el precio de los combustibles y de la energía eléctrica estén por encima de los costos en el mercado internacional, nunca podremos ser competitivos. El sostener a la pequeña y a la mediana empresa, al comercio y a la producción agropecuaria para la generación de empleos implica ofrecer un paquete de insumos energéticos a valores accesibles. El objetivo debe ser bajar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la luz; y junto con otras medidas de fomento, apuntalar a los miles de pequeños negocios que hay por todo México.


Un dato: el 80 por ciento de los empleos en México están sostenidos por las pequeñas y medianas empresas. Tenemos que alentar la creatividad y la vocación productiva de los mexicanos. En todo el territorio hay pequeños talleres y empresas familiares que sin ningún apoyo gubernamental se dedican a la elaboración de muebles, utensilios para el hogar, huaraches, zapatos, monturas, cintos, sombreros, ropa, salsas, dulces, panes, quesos, café y muchos otros alimentos procesados. Hay infinidad de talleres de reparación. Sigue sorprendiendo el ingenio de las mujeres indígenas en la confección de bordados y tejidos, y de los artesanos de Olinalá, en Guerrero o de Zacoalco en Jalisco, y de muchos otros que son creadores de verdaderas obras de arte.


Continúa viva la tradición prehispánica del comercio. Ahí están los mercados que se establecen cada semana en Oaxaca, Puebla o Michoacán, y donde todavía se practica el trueque. O los grandes tianguis de ropa y calzado como los de San Martín Texmelucan, Puebla; Chiconcuac y San Mateo Atenco, en el estado de México. No olvidemos que gracias a este espíritu emprendedor mucha gente ha logrado anteponerse a las adversidades económicas; es más, si no es por la economía informal –que consiste, sencillamente, en que la gente se busca la vida trabajando en lo que puede– y por el fenómeno migratorio, ya hubiese habido un estallido social en nuestro país. Nada de esto ha sido siquiera contemplado por el gobierno usurpador, Calderón en vez de apuntalar las actividades productivas ante el agravamiento de la crisis, sigue empeñado en proteger a los que lo impusieron, a banqueros, grandes empresarios y traficantes de influencias. Se autonombró el presidente del empleo y lo que hay es mortandad de negocios y actualmente seis mil mexicanos están perdiendo sus puestos de trabajo cada día.


Hacia una revaloración del turismo como industria


México tiene mucho potencial turístico. Lo más extraordinario son sus sitios arqueológicos: su patrimonio histórico y cultural. Eso es lo que realmente nos distingue como país. Y la dolorosa paradoja es que los grupos indígenas, herederos directos de este pasado grandioso, viven en la pobreza y el abandono. Estar en Tulum, Cobá, Chichen Itzá, Uxmal, Edzná, Calakmul, Yaxilán, Palenque, Toniná, Comalcalco, La Venta, Tajín, Mitla, Montealbán, Tula, Teotihuacán, Cacaxtla, Cuicuilco, Xochicalco, Paquimé, La Quemada, Trincheras o el Templo Mayor, y tantos otros sitios históricos, es mirar con asombro el vasto conocimiento de nuestros antepasados en ciencia, ingeniería, astronomía, arquitectura, escultura, pintura, obras hidráulicas, agronomía y en organización social y política.


Puede ser que haya otros países con playas tan bellas como las del Caribe mexicano, pero ninguno tiene, además, tan importantes zonas arqueológicas. Por si fuese poco, habría que agregar la arquitectura colonial, las reservas ecológicas, la flora, la fauna, el paisaje y la espléndida y variada comida de todas las regiones de México. Por eso el turismo debe ser más aprovechado para generar empleos y obtener divisas, aunque cuidando siempre nuestro patrimonio histórico y cultural, así como los recursos naturales y los derechos de la gente.



EL PAÍS DESDE ABAJO. APUNTES DE MI GIRA POR MÉXICO (V y última)

por Andrés Manuel López Obrador

(publicado en La Jornada el 13 de marzo de 2009)

En esta gira por los municipios del país, dediqué tiempo a reflexionar sobre cómo enfrentar los grandes y graves problemas nacionales. Al igual que otros mexicanos, con frecuencia me he preguntado el por qué si México posee importantes recursos naturales, un pasado cultural extraordinario y cuenta con un pueblo bueno, noble y trabajador, como pocos en el mundo, padece de tanto atraso y de una profunda desigualdad social. Desde mi perspectiva, los males que aquejan a la mayoría de los mexicanos y atormentan a la nación, han sido causados por el pequeño grupo que realmente manda y decide sobre los asuntos públicos del país, que se ha apoderado de todo: de las instituciones políticas del Estado, de los bienes nacionales y del presupuesto público. En esto radica que, con una naturaleza pródiga y con un pueblo excepcional, se sufra de un proceso de degradación progresiva.

En nuestro país existe una República aparente, simulada, falsa; hay poderes constitucionales, pero en los hechos un grupo ha confiscado todos los poderes. Esta especie de gobierno mafioso o de dictadura encubierta no sólo ha nulificado la vida democrática, sino que ha causado una infame e inmoral desigualdad económica y social. Basta un dato revelador y contundente: en 1987, cuando se desataron las privatizaciones, en la lista de la revista Forbes, donde aparecen los hombres más ricos del mundo, sólo había un mexicano con mil millones de dólares. Al finalizar el gobierno de Salinas, seis años después, ya eran 22. Y el año pasado, los diez más ricos de México acumulaban 100 mil millones de dólares, mientras la mayoría del pueblo ha sido condenada al destierro y a la sobrevivencia. Es claro pues que más allá del discurso neoliberal, el principal propósito de los potentados ha sido el pillaje, el vandalismo, el descarado traslado de dominio de bienes del pueblo a particulares. Ésta es la cruda y amarga realidad: la riqueza de unos pocos se ha edificado sobre el sufrimiento y la desgracia de la inmensa mayoría de los mexicanos.

Y como es evidente, el país ya no soporta más de lo mismo, se requiere un cambio profundo. Sin embargo, todo indica que quienes se sienten amos y señores de México no quieren ceder en nada. Por el contrario, están obcecados en continuar con el saqueo, aunque terminen de destruir a México. Se atienen a que también son dueños o controlan la mayoría de los medios de comunicación y creen que pueden seguir administrando la ignorancia y manipulando impunemente. Pasan por alto que, como decía Abraham Lincoln, al pueblo se le puede engañar una vez, dos veces, pero no se le puede engañar toda la vida.

Cada vez estoy más convencido que la regeneración tendrá que venir desde abajo y con el impulso de la gente, que sólo así se podrá establecer un gobierno verdaderamente del pueblo, donde el interés general esté por encima de ambiciones personales y de grupos. También creo que el proyecto para la transformación del país, debe girar alrededor de cuatro ideas fundamentales: rescatar a las instituciones políticas del Estado; cambiar el modelo económico; moralizar al gobierno; y crear una nueva corriente de pensamiento.

Rescatar a las instituciones políticas del Estado

No se logrará ningún cambio si los poderes de la Unión y las instituciones públicas continúan al servicio de unos cuantos. Reitero mi concepción esencial: el Estado se encuentra secuestrado por una minoría y esta es la causa principal del desastre nacional. Por eso lo primero debe ser recuperar democráticamente al Estado y convertirlo en el promotor del desarrollo político, económico y social del país. Hay que desechar el engaño de que para crecer, el Estado debe diluirse o subordinarse en beneficio de las fuerzas del mercado. El Estado no puede eludir su responsabilidad pública, ni económica ni social. Su razón de ser es garantizar a todos los ciudadanos una vida digna y justa, con seguridad y bienestar; y su función básica es evitar que los pocos que tienen mucho abusen de los muchos que tienen poco.

Cambiar el modelo económico

Es indispensable eliminar la actual política económica que ni en términos cuantitativos ha dado resultados. México es uno de los países del mundo que menos ha crecido en los últimos años. La nueva política económica tiene que ser conducida por el Estado. Debe impedirse la injerencia de gobiernos extranjeros y de organismos financieros internacionales. En los últimos 26 años ni siquiera se han elaborado planes de desarrollo en el país, todo se ha hecho a partir de recomendaciones y recetas dictadas desde el exterior. El Estado debe recuperar su facultad para planear el desarrollo de acuerdo al interés nacional.

Entre otras cosas, es fundamental rescatar al campo y al sector energético. Desde 1983, se dejó sin apoyo a los productores agropecuarios y se optó absurdamente por comprar los alimentos que consumimos en el extranjero. Y ahora, en consecuencia, hay tierras ociosas, potreros abandonados, se ha despoblado el medio rural y millones de campesinos han tenido que emigrar. En cuanto al sector energético, todo se ha centrado en la sobreexplotación de los yacimientos petroleros para exportar materia prima, petróleo crudo, y comprar afuera gasolinas, diesel, gas y productos petroquímicos. Todo ello porque se descuidó deliberadamente la industria petrolera para poder privatizarla. Tanto para la importación de alimentos, como para la compra de productos derivados del petróleo, el año pasado se destinaron 75 mil millones de dólares, lo que ha llevado a incrementar, cada vez más, el déficit comercial. En otras palabras, se ha dejado pasar la oportunidad de aprovechar el potencial del campo y del sector energético, que podrían ser los pilares del desarrollo del país y las fuentes principales de crecimiento, empleo y bienestar de la población.

Moralizar al gobierno

Es necesario cambiar la forma de hacer política. Este noble oficio se ha pervertido por completo. Hoy la política es sinónimo de engaño, arreglos cupulares y corrupción. Los legisladores, líderes y funcionarios públicos están alejados de los sentimientos del pueblo; sigue prevaleciendo la idea de que la política es cosa de los políticos y no asunto de todos. Este desprecio por la gente no es más que el reflejo de la falta de convicciones y principios. Por eso quienes se dediquen al quehacer público, deben tener ideales y entender la política como imperativo ético y servicio a la comunidad. Para ello no necesariamente hay que convertirnos en teóricos de la política, sino estar dispuestos a aprender y a poner en práctica lecciones sencillas de dignidad, congruencia, honestidad y amor al pueblo. Y siempre he creído que la enseñanza mayor está en la historia de nuestro país. Qué más digno para un mexicano, que seguir el ejemplo de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Villa, Zapata, Flores Magón y el general Lázaro Cárdenas.

En la actualidad la llamada clase política se distingue por el cinismo: ministros de la Corte, diputados, senadores, gobernadores y funcionarios públicos del más alto nivel, independientemente de que incurren con frecuencia en actos de corrupción, cobran sueldos elevadísimos y son de los mejores pagados del mundo; tienen atención médica privada, cajas de ahorro especiales y gozan de muchos otros privilegios que resultan ofensivos, sobre todo en épocas en que la gente padece por la crisis económica y la falta de bienestar social.

En pocas palabras: le cuesta mucho al pueblo mantener al gobierno. Y ante ello, no hay más que hacer valer la política de austeridad republicana, el ejemplo de Juárez y los liberales: el apego al principio de la justa medianía en que deben vivir los servidores públicos. Y a partir de esta idea, debe revisarse todo el funcionamiento del gobierno. La austeridad no sólo es un asunto administrativo, sino de principios; la austeridad significa rigor y eficiencia, pero también justicia. No es aceptable un gobierno rico con un pueblo pobre.

Crear una nueva corriente de pensamiento

La transformación que necesita el país no sólo debe tener como propósito alcanzar el crecimiento económico, la democracia, el desarrollo y el bienestar. Implica también y sobre todo, cristalizar una nueva corriente de pensamiento sustentada en la cultura de nuestro pueblo, en su vocación de trabajo y en su inmensa bondad; añadiendo valores como el de la tolerancia, el respeto a la diversidad y la protección al medio ambiente. Hay que alentar un pensamiento que ayude a impedir el predominio del dinero, del engaño, de la corrupción y del afán de lucro, sobre la dignidad, la verdad, la moral y el amor al prójimo.

Sólo así podremos hacer frente a la mancha negra de individualismo, codicia, y odio que se viene extendiendo cada vez más, y que nos ha llevado a la degradación como sociedad y como nación. No olvidemos que el actual modelo no sólo ha cancelado el futuro de millones de mexicanos que carecen de empleo y de bienestar, sino que alienta como opción casi exclusiva lo material y lo superfluo, al grado de que sólo vale el que tiene y el que pertenece al mundo de las buenas camionetas, el mueble, la troca, la Hummer, la cheyenne apá, las joyas, la ropa de marca, el lujo barato. Y en mucho a ello se debe que quienes no encuentran oportunidades educativas o laborales, elijan como salida las conductas antisociales.

Aquí también es necesario apuntar lo irresponsable que ha sido dejar de impulsar la educación pública, sobre todo en el nivel medio superior y universitario. En los últimos tiempos, la política educativa impuesta por la derecha ha propiciado el rechazo de miles de jóvenes que intentan ingresar a las universidades, con el pretexto de que no pasan el examen de admisión, cuando lo cierto es que las universidades públicas no tienen espacios por falta de presupuesto. Por eso una meta justa y razonable, es abrir las puertas de la educación a todos los jóvenes, es decir, cero rechazos, cien por ciento de cobertura. La escuela no sólo enseña sobre temas técnicos, filosóficos o científicos; es un espacio para la convivencia con otros jóvenes y con maestros que transmiten conocimientos para la vida. Me apego al dicho popular, es mejor que estén los muchachos en la escuela que en la calle.

De modo que es indispensable elaborar textos básicos sobre la creación de una nueva corriente de pensamiento y, al mismo tiempo, definir estrategias, objetivos y metas para evitar caer en la improvisación y echar a perder algo tan importante y verdaderamente transformador.

Estoy optimista

No podremos frenar la degradación que se padece actualmente en el país y darle una nueva viabilidad a la nación, si no llevamos a cabo una verdadera transformación en todos los órdenes de la vida pública.

La renovación tendrá que darse de abajo hacia arriba, a partir de una revolución de las conciencias, de un cambio de mentalidades, con la organización y con la participación de la gente. Con estas ideas realicé la gira por el país y, entre otros resultados, pudimos contar con la adhesión de dos millones doscientos mil ciudadanos que se inscribieron como representantes del Gobierno Legítimo y asumieron su compromiso de luchar por la transformación de México. Además, ya estamos por terminar de constituir comités en todos los municipios, y en pocos días, entrarán en acción 15 mil cuadros dirigentes a lo largo y ancho del territorio nacional.

La verdad es que estoy optimista, sobre todo porque no me siento solo, me han acompañado en la conducción de este proceso millones de mexicanos, mujeres y hombres libres y concientes. En mi recorrido constaté que hay una inquebrantable fe en la causa que defendemos. Por eso tengamos confianza, nunca en la historia del país ha existido tanta gente conciente y dispuesta a luchar por la renovación de México. Pronto, muy pronto, crearemos una nueva República, más justa, más humana y más igualitaria.

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