domingo, noviembre 26, 2006

La rebelión del arrabal

Milenio, 26 noviembre 2006
Monterrey, Nuevo León, México.

Crónica
• El regreso de la violencia

La rebelión del arrabal

Los grupos de chavos banda que se desprendieron de la marcha para enfrentar a la PFP iban con una decisión a cuestas: no obedecer a líder alguno.

Ahí estaban demostrando quién manda ahora en la APPO. Bájate, pinche gordo, bájate a pelear, le decían al dirigente Flavio Sosa Villavicencio, quien con sus 117 kilos de peso se había subido a una jardinera de la explanada del antiguo Convento de Santo Domingo para tratar de contener la furia de guerra que apenas estaba desatándose entre los suyos contra la Policía Federal Preventiva.
Ellos, con la figura flaca y desaliñada, los viejos tenis Converse, la greña larga, uno que otro tatuaje puesto, la sudadera y el pasamontañas o el pañuelo: los chavos banda, los jóvenes morenos de los suburbios pobres de la ciudad que, ante la masiva retirada de los maestros de la sección 22 del SNTE del movimiento, se han convertido en el contingente más beligerante de estos rebeldes oaxaqueños que no se cansan de pedir la salida del gobernador Ulises Ruiz Ortiz desde hace seis meses.
Vamos a ordenarnos, compañeros, porque un combate de esta manera lo vamos a perder, fue todo lo que alcanzó a decir Flavio antes de que los tiernos combatientes le ordenaran callarse y ponerse a pelear contra las fuerzas federales que para ese entonces ya amagaban con avanzar hacia el plantón de la APPO.
Está bueno, carnales, está bueno, ya voy, les respondía el líder luego de bajarse, quien –tal y como se le había ordenado– se dirigía hacia la primera línea de fuego de los rebeldes para respirar un rato esa migraña del gas lacrimógeno lanzado a diestra y siniestra desde las escopetas oficiales.
Ya con los ojos llorosos, el semblante enrojecido y la voz agitada, el dirigente nombraba lo evidente: La situación es incontrolable, la rebelión es incontrolable.
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La APPO quería el enfrentamiento con la PFP. Algunos dirigentes aseguraban en las conferencias de prensa que no, que eso era falso, que sólo harían un cerco durante 48 horas y ya, que ese era el acuerdo. Pero la verdad era que el acuerdo incluía tomar el palacio de gobierno y el palacio de gobierno se encuentra en el zócalo de la ciudad.
Por si había alguna duda de esto, el texto de un volante repartido por miles un día antes era: Es y será un éxito la Gran Súper Marcha de mañana, sábado 25 a las 10:00 am, que partirá de la casa del gobierno en Santa María Coyotepec, para acordonar a la PFP en las calles principales de esta ciudad capital; a la PFP, sólo le quedará replegarse y salir de forma inmediata de Oaxaca, los oaxaqueños no los necesitan, sólo los cobardes asesinan y se protegen, pero cuando se retiren deben llevarse a Ulises Ruiz Ortiz y sus guerrilleros.
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Bergen es una periodista de Grecia que llegó hace cuatro días a la ciudad para filmar un documental sobre el alzamiento oaxaqueño. Yo pensé que era una revolución de maestros y veo que esto es distinto, que se parece más a la revuelta de los suburbios de París, platica en una tregua de la batalla reporteada.
Seguro que tiene razón. Aquí hay ahora grupos de chavos banda que van por las calles del centro histórico prendiéndole fuego a los automóviles que ven a su paso. Sin discreción alguna, lo mismo a la camioneta del reportero de Televisa Iván González que al viejo vochito ese, abandonado sobre la avenida Pino Suárez.
¡Para que vean, pinches burgueses!, gritan algunos de ellos una vez consumada su acción.
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Dieciséis años de edad, sin secundaria terminada, carente de trabajo, amante del hip hop, grafitero de corazón, consumidor de la hierba de vez en vez, chavo banda. Hijo de una familia de oaxaqueños que bajaron de la sierra mixteca para vivir pobremente en esta ciudad trabajando como meseros o afanadores en algún hotel de la ciudad.
Es El Calaca, uno de los escudos que iniciaron la batalla campal de ayer, cuando, por la calle Alcalá avanzaba junto con otros de sus compas para atacar a la columna de la PFP que minutos antes había detenido a una señora que llevaba un carrito de supermercado lleno de cocacolas que los efectivos confundieron con bombas molotov.
Ellos son los que iniciaron con su provocación, se justificaba El Calacas mientras cumplía su labor de escudo protegiendo a uno de sus compas bazuquero que con tubos de PVC lanzaba el estruendo de sus cohetones contra la PFP.
Somos pueblo y vamos a ganar, alcanzaba a decir más tarde, entre tosidos provocados por el gas lacrimógeno enemigo.
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Son las 14.30 en Oaxaca, se empieza a sentir tensión en la marcha al acercarse al centro histórico, la gente vigila las azoteas de las casas por las que pasa la marcha, ya que la Radio Ciudadana pidió a los vecinos que arrojen agua hirviendo a los manifestantes.
Un reportero de esta radiodifusora clandestina que emite loas al gobernador Ulises Ruiz Ortiz tiene un reportero cubriendo la marcha en la que participan decenas de miles diciendo que son mil personas, y que todas van armadas.
El "periodista ciudadano" aprovecha sus reportes para pedir "al verdadero pueblo de Oaxaca" que apoye a la PFP, al rato, cuando realice la detención masiva de estos manifestantes.
Así sigue la marcha y siguen los mensajes de apoyo al mandatario estatal del PRI desde el 98.1 FM, Radio Patitio o Radio Terrorista, le dicen los de la APPO.
En la otra radiodifusora del cuadrante guerrero se coloca la canción “Un granadero es un analfabeto”, la cual es entonada por el trovador Óscar Chávez a dueto con una niña. Al final de la atribulada noche esta fue la melodía más programada ayer en la radio que se llevó nuevamente el rating de la ciudad capital de Oaxaca: la Radio Universidad.
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Ulises necesita atención psiquiátrica. Es un enfermo mental que está poniendo en riesgo la gobernabilidad de un país. Felipe Calderón y Vicente Fox deben detenerlo inmediatamente, dice Flavio Sosa vía telefónica, en medio de una sesión del Consejo de los Pueblos de Oaxaca que ayer trataba de reorganizar sus planes para el cierre de sexenio de Vicente Fox.
Diego Osorno

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