domingo, noviembre 26, 2006

“Me voy a morir cuando Dios quiera”

Milenio, 26 noviembre 2006
Monterrey, Nuevo León, México.

Entrevista
• Jesús Blancornelas
“Me voy a morir cuando Dios quiera”

Más de 50 años de ejercicio periodístico avalaron el trabajo del recién fallecido y multipremiado periodista Jesús Blancornelas, autoridad mayor en temas del narco. Esta charla se efectuó con motivo de la publicación de su libro Horas extras (Plaza y Janes, 2003).

Diez hombres emboscaron a Blancornelas y su chofer. Uno que se atravesó en su auto para cerrarles el paso, enseguida disparó con una pistola 9 milímetros. El guardaespaldas primero metió reversa aunque mejor decidió cubrir con su cuerpo el del periodista y morir dignamente. Al chofer le dieron 38 balazos, al redactor cuatro y a la camioneta 138, todas de calibre 9 milímetros o AK-47. Ya en el quirófano, el director del semanario Zeta había perdido mucha sangre y como no le hallaban una vena para la transfusión, se la practicaron por un pie. Una bala de AK-47 le entró por un costado le rompió una costilla y perforó hígado y pulmón. Otra se alojó entre columna vertebral y corazón.
Como no murió, el FBI y el Ejército mexicano le informaron que el narco había puesto nuevo precio a su cabeza: 160 mil dólares. En el fuego cruzado de la balacera, murió el jefe de los pistoleros que iba con la intención de rematar a escopetazos a don Jesús. El matón se protegía con un chaleco antibalas, pero una bala hiperactiva le entró por el ojo y lo liquidó. Tan cinematográfico episodio cambió la existencia del periodista —ya de por sí turbulenta—, para siempre.
--El título de su libro Horas extras, ¿una metáfora de su vida?
Bueno, el título lo eligieron los editores, aunque algo hay de eso.
--¿Cuántos años tiene en el periodismo?
Fíjese que no llevo la cuenta, pero tengo una foto con mis compañeros en la redacción que data de 1955. Empecé en El Sol de San Luis, en la sección de deportes, donde duré cuatro años.
--¿Qué le dejó la redacción de deportes?
Si en este momento tuviera la fortuna de que me dieran a elegir entre seguir dirigiendo el semanario Zeta o volver a deportes, escogería esto último. Me gustó mucho, nunca lo he olvidado y cuantas veces tengo oportunidad, escribo de deportes.
--¿De qué le gustaba escribir en deportes?
Básicamente cubría ciclismo, pero también toros, levantamiento de pesas, atletismo, lucha libre, boxeo. Eran otros tiempos, había mucha facilidad para el trabajo. Y lo comisionaban a uno a más cosas, que finalmente fueron un gran aprendizaje, pues no era lo que a mí me gustaba, sino narrar lo sucedido, en cosas que no puedes comentar.
--¿Quiénes son sus maestros?
Primero que nadie, el licenciado Rubén Téllez Fuentes, pero después de él, Don Francisco Martínez de la Vega.
--Seguro que también le gusta Gabriel García Márquez.
Me gusta mucho y no lo dejo de leer. No sé cuántas veces he leído su libro, Notas de prensa. Para mí es lo máximo de García Márquez. Prefiero ese libro a cualquier otro de él. Lo sigo leyendo, es una cosa maravillosa.
--¿Lo sigue protegiendo el Ejército, Don Jesús?
Sí. Aproximadamente entre 9 y 13 miembros están conmigo las 24 horas. Yo no voy a lugares públicos, siempre de la oficina a la casa, de la casa a la oficina, salvo alguna cosa muy especial, entonces sí asisto. Fuera de ahí ni al cine o restaurantes, menos a la iglesia.
--¿Cómo consigue la información que publica?
La fortuna es que, si bien he tenido dificultades, también cuento con la gentileza de informantes. Tras perderle el miedo a que nuestros teléfonos estén intervenidos, los llamo o ellos me visitan o mandan un correo electrónico. Compañeros periodistas que sin conocernos me informan de acontecimientos relacionados con el narco. Ellos, por la situación del periódico en el que trabajan, o por temor, no publican la información y me la mandan. Hasta donde me es posible, trato de verificarla.
--El periodismo es su pasión, pero ¿mientras tanto?
Mientras tanto no estoy resignado y le agradezco al periodismo y mi familia. Creo que a otra persona en estas mismas condiciones, pero con otra ocupación, le sería muy difícil. Además estoy escribiendo, tomando datos, enterándome, leyendo libros.
--A pesar de todo, ¿son más satisfacciones que dolores de cabeza?
He tenido de todo. No puedo decir que diario han sido satisfacciones, pues ha habido problemas muy fuertes. Lo del accidente que tuve fue una desgracia, en la cual murió un compañero mío, pero anteriormente tuve otros avatares. Afortunadamente todo está en calma hoy. No dejo de tener sobresaltos de vez en cuando que se escribe algo, o no le gusta a alguna gente.
--¿Despenalizar el consumo de las drogas será la solución?
Despenalizar no, eso sería terrible. O prohíben la producción de la droga en América del Sur o prohíben el consumo en Estados Unidos; sólo así dejará de haber narcotráfico en México.
--A usted le sería más fácil vivir en Estados Unidos que en Tijuana.
Sería más fácil pero no tendría yo la ética de criticar a México desde allá. No estoy de acuerdo con los mexicanos que se van y desde Nueva York critican al gobierno.
--¿Tiene miedo?
Miedo no. Estoy convencido de que no me van a matar los narcotraficantes cuando ellos quieran; yo me voy a morir cuando Dios diga. Entonces, estoy efectivamente como empezamos ésta plática: viviendo horas extras. Cada minuto, cada segundo, para mí es bueno. Si dentro de una hora me muero, pues bueno, ya gané.
--¿En que momento de su vida se siente más tranquilo?
Cuando estoy en mi casa. Permanezco adentro sin sacar las narices. Veo televisión o películas que me compra mi esposa, leo y escribo. Así me la paso, hasta que llega la una o dos de la mañana y mi esposa me llama a dormir.
--¿Con qué sueña?
No, no. Ojalá pudiera. Una lesión provocada por un disparo en la columna vertebral, me impide, al estar dormido, dominar mi cuerpo por lo que me tiemblan las manos, las piernas por la lesión que afecta la médula espinal. Entonces debo tomar sedantes. No tengo sueños… bueno sí, de manera consciente y la ventaja es que tampoco son pesadillas.
--¿A qué suena la Ak47?
Algo seco pero no he vuelto a oír una Ak47. Sentí que sonó muy poco; cinco, siete disparos. Cuando me dijeron que habían sido cerca de 200, me impresionó y dejó secuelas. Tengo que utilizar aparatos para poder oír porque me dejaron sordo. Pero eso sería una bendición que nadie más volviera a escuchar ese ruido.

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