sábado, diciembre 16, 2006

Día Internacional de los derechos humanos

Hospital social.
En la MacroplazaEn su aniversario: Derechos Humanos, a cuidados intensivos.

La excusa viene con la fecha: 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, aunque viendo el panorama que cada una de las simbólicas camas presenta, las mayúsculas parecen quedarle grandes a la efeméride.


Sería difícil definir si la escena que los distintos grupos civiles trataban de representar era la de un cuarto de hospital donde las visitas contarían chistes a sus enfermos mientras éstos sonríen y beben jugo de naranja tibio con gelatinas insípidas, mirando por la venta un sol que se asoma impertinente pero anunciando la pronta recuperación.

Los enfermos que yacen en las camillas puestas sobre la Macroplaza igual podrían estar entre la vida y la muerte. Sobre las cabeceras van escritos sus nombres junto a la enfermedad que los aqueja: la violencia contra la mujer con sus 159 muertas en Nuevo León desde 2000; la diversidad sexual con su homofobia, su rechazo y la discriminación traducida en el membrete de “crimen pasional” en una nota policiaca; el medio ambiente con Valle de Reyes a cuestas, mientras los internos en los penales y los derechos laborales con todo y Pasta de Conchos miran resignados cómo son las que menos visitas tienen.

La excusa viene con la fecha: 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, aunque viendo el panorama que cada una de las simbólicas camas presenta, las mayúsculas parecen quedarle grandes a la efeméride que la asociación civil Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (CADHAC) junto a otros seis conmemoran. Por ello el encuentro de organismos, por ello la representación simbólica de la crisis que atraviesan los derechos humanos en Nuevo León y que la presidenta de CADHAC, Consuelo Morales, trata de disimular al calificarla como un “reto” para el año que comienza en 20 días, en un contexto de reducciones presupuestales a nivel federal para educación y cultura que fortalece todo lo relacionado a la seguridad nacional, al control del estado, los aparatos de vigilancia e inteligencia; la Secretaría de Gobernación, vamos, con su exgobernador jaliciense acusado de represor, Francisco Ramirez Acuña.Nadie se mostró optimista.
Nadie dijo que su enfermo no estaba enfermo y que no tenía por qué estar en ese improvisado hospital en que se convirtió la Macroplaza. Nadie dijo todo está bien. Desde los mineros muertos en Pasta de Conchos hasta Oaxaca apoyado por grupos perredistas y de apoyo a Andrés Manuel López Obrador; desde la pésima atención médica en los penales del estado hasta fraccionamientos en la zona natural de La Huasteca: todo se convirtió en enfermedades que no tenían un medicina que pudiera aliviarlas. Después una oración, siete sirios encendidos en señal de esperanza y el canto de “Sólo le pido a dios” cargado al mismo tiempo de fe y de anacronismo, un gesto nostálgico de la vieja izquierda que se resiste a creer que los problemas no se resuelven con consignas románticas y emotivos párpados apretados. Horas después, en el mundo entero se corría la noticia de que uno de los mayores violadores de los derechos humanos en América Latina, ese militar chileno, moría a los 91 años sin haber conocido lo que es la justicia.


Crónica por Antonio Argüello
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