sábado, diciembre 16, 2006

Medir para combatir

El Norte, 11 dic. 2006

Fricasé / Medir para combatir

El Abogado del Pueblo
La primera regla de la estadística y, en consecuencia, premisa medular del desarrollo económico, establece que "todo aquello que quieras mejorar, primero debes medir".
Ahora bien, quienes deambulamos con prisas por las saturadas arterias del área metropolitana de nuestro Estado olvidamos frecuentemente lo que yace justo afuera de la mancha urbana: miseria, carencias extremas, pobreza y, sí,... hambre.
Que esto sea así en uno de los Estados más desarrollados del País debe preocuparnos y, cuando menos, convencernos de lo apremiante que resulta para nosotros como sociedad enlistarnos todos en la lucha contra la pobreza.
Los datos más recientes del INEGI, que datan del 2004, establecen que UNO de cada CUATRO ciudadanos nuevoleoneses (un millón 83 mil personas) padecen algún tipo de carencia seria y más de SESENTA Y SEIS mil (la población total de seis municipios) sufren "alta marginación", sinónimo de hambre, desnutrición e insalubridad.
Todo esto ha quedado dramáticamente plasmado en una serie de reportajes sobre el tema que han aparecido en las páginas de este su periódico, en un afán por concientizar a la opinión pública de que como sociedad hemos fallado a la hora de incorporar a los marginados a la marcha del progreso económico.
Al mismo tiempo que impacta el grado extremo de pobreza en el que viven decenas de miles de nuestros conciudadanos, han quedado patentes los encomiables esfuerzos de diversos grupos de nuestra comunidad, entre ellos el Tec, por ayudar a quienes más lo necesitan.
Si bien estas aportaciones son significativas, también queda claro que resultan insuficientes ante la magnitud del fenómeno, uno que es complejo y que para vencerlo requiere de algo más que la simple beneficencia.
Un problema de esta naturaleza, tan arraigado y complejo, demanda para su superación ser atacado simultáneamente desde varios frentes.
Más aún, antes de ello debemos, cual si se tratara de un paciente enfermo, tomarle los signos vitales con terca frecuencia para determinar si las medicinas que le aplicamos en el corto plazo surten efecto.
Los fondos públicos que dedica el Estado al combate a la marginación se han incrementado significativamente, casi en un 50 por ciento, lo cual es positivo, mas no sabemos a ciencia cierta si este incremento ha logrado el efecto deseable porque la medición de los índices de pobreza se queda rezagada.
El INEGI, a solicitud de nuestro Estado, puede realizar las mediciones, mas éste no lo ha pedido desde el 2004 y en consecuencia no sabemos aún si la inyección presupuestal ha tenido o no un efecto positivo en dicho rubro.
Pudiera suponerse que sí, mas no está constatado, lo cual se requiere como "benchmarking" básico para evaluar la efectividad y eficiencia de los programas oficiales a nivel local.
Es obvio, y así lo han dicho los funcionarios responsables, que superar el rezago de los grupos sociales marginados es un problema que no se resuelve simplemente mediante el fácil expediente de aventarle dinero y más dinero: si así fuere, ya lo hubiéramos logrado desde hace décadas.
Rescatar las zonas marginadas tanto en área urbana como rural requiere de infraestructura, educación, capacitación (que no es lo mismo), empleos permanentes y remunerables, servicios de salud, información, apoyo, estímulo (no paternalismo) y un sinnúmero más de aportaciones similares concatenadas que sumadas constituyen la escalera por la que asciende el ser humano si ha de abandonar los sótanos de la miseria.
Ante esta realidad, resulta evidente que si bien la preponderancia de los esfuerzos contra la pobreza deben partir de iniciativas y apoyos gubernamentales, también lo es que en ella debe participar activamente toda la sociedad: el gobierno solo no puede y la sociedad sola no debe, pues ello implicaría permitirle al Estado abdicar sus responsabilidades primarias.
Cierto es que la beneficencia resulta imprescindible, mas no podemos darnos el lujo, ni moral ni socialmente, de confiar en ella como único antídoto contra el hambre y las carencias que nos aquejan.
Mientras esto sucede, no obstante, urge saber todos cuál es el punto de partida, pues de otra manera no tenemos forma de saber si avanzamos o retrocedemos, ni si llevamos el rumbo deseado.

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