domingo, diciembre 03, 2006

¿Valió la pena?

El Universal, 2 diciembre 2006.

¿Valió la pena?
Rosa Alvina Garavito Elías.

El pleito por la tribuna de la Cámara de Diputados durante las 72 horas previas a la toma de protesta de Felipe Calderón como Presidente de México no fue lamentable por el espectáculo protagonizado por legisladores panistas y perredistas. En países de larga tradición democrática muchas veces los espacios legislativos se han convertido en campos de batallas, y no precisamente de ideas. Lo lamentable es haber derrochado la fuerza política aportada por los 15 millones de votos de la coalición Por el Bien de Todos, en el intento de impedir una ceremonia en la que se recrea una institución obsoleta: el presidencialismo autoritario. Con la resistencia de los legisladores perredistas, ¿cambió en algo el carácter de esa institución? No, sólo se profundizó su autoritarismo. Cierto, durante 72 horas se exhibió de manera eficaz la ilegitimidad del presidente electo. Pero habría bastado la mitad del tiempo para lograr igual efecto.
Los resultados de la jornada de ayer deberían llamar a una profunda reflexión al PRD, al FAP, a la CND, y por supuesto a AMLO, sobre la estrategia a seguir para renovar las instituciones del país y permitir el despegue económico. Hacer acopio de fuerzas para crear las condiciones que obliguen a la derecha (PRI y PAN) a pactar una salida democrática a la larga crisis de fin de régimen requiere de la lectura adecuada del momento. En cambio, lo que presenciamos en esos tres días fue la aplicación de una consigna definida con meses de anticipación.
Durante el primer día de la jornada en cuestión, elaboré una propuesta en la que señalaba que "el desbocamiento de los legisladores panistas en la ´toma´ de la tribuna de la Cámara de Diputados precipitó una crisis aparentemente sin salida, en la cual la única fuerza política beneficiada es el PRI. Los esfuerzos que hasta ahora se han hecho por organizar la fuerza electoral y social para evitar la usurpación, incluidas la CND, el FAP y la presidencia legítima, en este momento pueden jugar un papel trascendental en beneficio de la nación y de la democracia republicana. Pero ello requiere cambiar rápidamente, de aquí a mañana, la táctica en contra de la toma de protesta de FCH".
Ese cambio implicaba que los diputados perredistas abandonaran la tribuna de la Cámara de Diputados con la condición de que PRI y PAN aceptaran, antes del 1 de diciembre, la firma pública de un compromiso para establecer -con las facultades legales necesarias- un consejo ciudadano formado por personalidades honorables apartidistas, cuya tarea fuese lograr en un plazo perentorio un nuevo pacto social en el que participaran las fuerzas políticas y sociales, y que incluyera el compromiso de los medios de comunicación para impulsarlo. En ese pacto se plasmarían los acuerdos legislativos y de políticas públicas necesarios para garantizar la paz social, la democracia, el crecimiento con justicia y respeto a la soberanía.
Por su parte, el consejo ciudadano conformaría los compromisos a partir de las propuestas de las diversas fuerzas políticas y sociales. Dicha agenda se sometería a un plebiscito del cual emanaría el mandato popular hacia los tres poderes. Por su parte la CND y la presidencia legítima se sumarían al impulso y cumplimiento del nuevo pacto social.
De haberse logrado ese acuerdo, se habría limitado desde el primer día el ejercicio de un presidencialismo autoritario por parte de FCH; por otra parte se habría sembrado el camino para consolidar nuevos poderes para la democracia participativa: los consejos ciudadanos. Por supuesto, había altas probabilidades de que, a pesar del riesgoso momento político, PRI y PAN se negaran a dicho acuerdo público. No obstante, fuera y dentro del país, el movimiento democrático se habría fortalecido al demostrar que cuando se ponen los intereses nacionales por encima de cualquier otro, las crisis se pueden resolver de manera democrática.
Por desgracia, los legisladores perredistas quedaron entrampados en el escenario de una expresión más de la larga crisis de fin de régimen que vive el país. Si se trató de una resistencia pacífica, lo cierto es que no fue convincente y tampoco eficaz. Más que heroísmos innecesarios lo que necesitamos es discutir de cara a la sociedad la manera de lograr la renovación de las instituciones para un México democrático, justo y soberano.

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