Jesús González Schmal 24 de enero de 2009 En este mismo espacio, Ideas, la semana pasada aparecieron, por un lado, el artículo de Jorge Eugenio Ortiz Gallegos titulado “Fraude que ha operado 20 años” y, por el otro, el debate sobre las elecciones de 1988 en el que tercian Manuel Bartlett, Carlos Salinas de Gortari y la autora del libro 1988: El año que calló el sistema, Martha Anaya. Dicha discusión contesta a la triste salida que se quiere dar al asunto con la consulta de las boletas electorales, que ya fueron incineradas a petición de la diputación del Partido Acción Nacional (PAN), porque “estorbaban” en los sótanos de la Cámara de Diputados. La verdad es que el libro tiene una importancia histórico-política crucial. Nos descubre que en 1988 el PAN de oposición de entonces, dirigido por Luis H. Álvarez, estuvo en un escenario idéntico a aquel en el que estuvo la coalición Por el Bien de Todos en 2006. Hace 20 años, Acción Nacional acusó de ilegítimo a Salinas debido a un fraude electoral y, sin duda, obró conforme a su deber democrático y a su propia razón de ser en la vida pública del país. Más tarde acordó, como la fotografía y el texto del libro lo comprueban, permutar a Salinas “el reconocimiento de su triunfo mediante la abstención en la votación del Colegio Electoral, a cambio de que éste les garantizara la reprivatización de la banca, la reforma para la legalización de la Iglesia, la creación del IFE, la privatización del ejido y otros beneficios personales”. Este es precisamente el momento de “la metamorfosis” del PAN, cuando muere el sentido original de la política como vocación ética de servicio y nace la política pragmática del poder para beneficio grupal. Aquí nace un nuevo PAN “el neoPAN”, ya cooptado por la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), que también había involucionado de una posición de responsabilidad social empresarial a la de corte neoliberal en boga. Salinas en efecto, les concedió todo, hasta un Instituto Federal Electoral ciudadano, pero junto con ello les regaló los subsidios públicos que habían permitido al Partido Revolucionario Institucional (PRI) estar en el poder durante décadas. El neopan surgía, pues, con la ideología de la derecha y con la escuela electoral del priísmo de abolengo. Ya para 2006 invierte su función vital de defensor de la democracia electoral y, sin el menor recato, oficializa la composición del IFE, trastoca el resultado electoral y se indigna porque se le llama espurio al que, como Carlos Salinas, llega por el mismo medio a la Presidencia. La analogía de 1988-2006 se rompe porque en este último caso el gobierno legítimo (que se llamó gobierno paralelo en 1988, cuando el PAN defendió el sufragio democrático) no ha recurrido a la transa para legitimar a nadie, contra la voluntad popular. Manú Dornbierer y Luis Sánchez Aguilar habían denominado esta fusión como PRIAN que auguraba la derechización militar, la pobreza y la pérdida de independencia nacional. El tiempo les ha dado la razón. |
sábado, enero 24, 2009
El año que calló el sistema
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