Estimado Sr Presidente: Como le sucedió a Franklin Delano Roosevelt hace tres cuartos de siglo, usted está haciéndose cargo en un momento en el que todas las verdades establecidas han desaparecido y toda la sabiduría convencional demostró estar equivocada. Vivimos en un mundo que ni usted ni nadie esperaba ver. Muchos presidentes han tenido que lidiar con crisis, pero muy pocos se han visto obligados a hacerlo desde el primer día con una crisis como la que Estados Unidos enfrenta hoy.
Entonces, ¿qué debería hacer? En esta carta no voy a tratar de aconsejarlo acerca de todo. En gran parte me voy a limitar a la economía, o a asuntos relacionados con la economía. También voy a hacer foco en cosas que usted puede o podría lograr en su primer año de mandato. El éxito o fracaso de su gobierno dependerá en gran parte de lo que suceda en el primer año- y, sobre todo, de si logra controlar la crisis económica actual.
LA CRISIS ECONÓMICA :
¿Qué tan malas son las perspectivas económicas? Peor de lo que casi nadie se hubiera imaginado. El crecimiento económico en la era Bush estuvo alimentado por un estallido de la deuda privada; ahora los mercados de crédito están dados vuelta, las empresas y los consumidores se están retrayendo y la economía está en caída libre.
A lo que nos enfrentamos, en esencia, es una enorme brecha laboral. La economía de Estados Unidos necesita sumar más de un millón de puestos de trabajo por año sólo para mantenerse al ritmo de la creciente población. Incluso antes de la crisis, bajo el mandato de Bush el crecimiento de la ocupación promedió sólo 800.000 puestos por año – y durante el año pasado, en lugar de ganar un millón más de puestos, perdimos 2 millones. Hoy seguimos perdiendo puestos de trabajo al ritmo de medio millón por mes. No hay nada en los datos ni en la situación subyacente que sugiera que la caída del empleo vaya a aminorar pronto, lo cual significa que para fines de este año podemos llegar a tener 10 millones de trabajos menos de lo que deberíamos.
Esto, a su vez, implicaría una tasa de desempleo de más del 9 por ciento. Sumémosle aquellos que no son considerados en la tasa estándar porque ya no buscan trabajo, más los que se ven forzados a tomar trabajos part-time cuando lo que quieren es trabajar full time, y probablemente estaremos viendo un desempleo real de alrededor del 15 % - más de 20 millones de norteamericanos que ven frustrados sus esfuerzos para conseguir trabajo.
El costo humano de una caída tan severa sería enorme. El Center on Budget and Policy Priorities, un grupo de investigación independiente que analiza programas gubernamentales, estimó hace poco que los efectos de un aumento del desempleo darían una tasa del nueve por cierno – un peor escenario posible que ahora luce muy probable.
¿Qué pasará entonces si el desempleo llega al 9 por ciento o más? Diez millones de estadounidenses de clase media serán empujados a la pobreza, y otros seis millones a la indigencia, un severo estado de privación que sucede cuando el sueldo está a menos de la mitad del nivel de pobreza. Muchos de los estadounidenses que pierdan sus trabajos también perderán su seguro médico, empeorando el ya lúgubre estado de la salud en los Estados Unidos, e inundando las salas de emergencia con aquellas personas que no tienen otro lugar a donde ir.
Mientras tanto, otros millones de estadounidenses perderán sus casas. Los gobiernos provinciales y locales, habiendo perdido gran parte de sus ingresos, tendrán que hacer recortes incluso en los servicios más esenciales.
Si las cosas siguen su curso actual, Sr. Presidente, pronto estaremos frente a una gran catástrofe nacional. Y es su tarea – una que ningún otro presidente tuvo que hacer desde la Segunda Guerra – evitar esa catástrofe. Un momento, dirá usted. ¿Acaso otros presidentes no enfrentaron economías problemáticas también? Sí, lo hicieron, pero cuando se trató de política económica, sus predecesores no controlaban realmente la cosa. Durante la última mitad del siglo la Reserva Federal – una institución más o menos independiente, dirigida por tecnócratas diseñados a propósito para ser independientes de quien quiera que esté en la Casa Blanca – se ha estado encargando de la administración económica día tras día, e incluso año tras año. Sus colegas presidentes sólo acompañaban.
¿Se acuerda del boom económico de 1984, que permitió que Ronald Reagan use el slogan 'Amaneció de nuevo en Estados Unidos'? Bueno, Reagan no tuvo absolutamente nada que ver con ese boom. Fue, en cambio, obra de Paul Volcker, que había sido nombrado por Jimmy Carter como director de la Federal Reserve Board en 1979 (y que ahora es el jefe de su panel de asesores en economía) Primero Volcker le quebró la espalda a la inflación, con el costo de una recesión que probablemente haya condenado a muerte las chances de reelección de Carter en 1980. Luego Volcker diseñó una recuperación económica. En efecto, Reagan se puso el uniforme y simuló ser el gran piloto de la economía, pero Volcker fue el tipo que realmente piloteó el avión y lo aterrizó a salvo.
Usted, en cambio, tiene que levantar este avión va en picada solo, porque la Fed ha perdido su poder. Compare la situación de ahora con la que había en los ochenta, cuando Volcker dio vuelta la economía. En ese momento, a la Fed le bastaba con emitir un montón de dólares (Ok, de hecho acreditó el dinero a las cuentas de los bancos privados, pero el resultado final es el mismo) y luego usar esos dólares para comprar deuda del gobierno de Estados Unidos. Esto bajó las tasas de interés: cuando Volcker decidió que la economía necesitaba una ayuda para levantarse, rápidamente fue capaz de llevar la tasa de interés de los papeles del Tesoro del 13 al 8 por ciento. Tasas de interés más bajas de la deuda oficial, a su vez, rápidamente hicieron bajar las tasas de las hipotecas y los préstamos comerciales. La gente comenzó a gastar de nuevo, y en unos meses la economía había pasado de la depresión al boom. Los economistas llaman a este proceso –de la decisión de la Fed de emitir más dinero a la consecuente suba del consumo, el empleo y los ingresos – el 'mecanismo de transmisión monetaria'. Y en los ochenta ese mecanismo funcionó bien.
Esta vez, sin embargo, el mecanismo de transmisión está quebrado.
En primer lugar, aunque la Fed todavía puede emitir dinero, no puede bajar las tasas de interés. ¿Por qué? Porque esas tasas de interés ya son tan bajas como es posible. Mientras escribo esta carta, la tasa de interés en bonos del Tesoro es 0,005 por ciento – o sea, cero. Y las tasas no se pueden bajar más que eso.
Ahora, usted puede pensar que tasas de interés en cero llevarían a una orgía del crédito. Pero aunque el gobierno de los Estados Unidos puede prestar dinero gratis, el resto de nosotros no puede. El miedo domina los mercados financieros, por lo cual desde hace más de un año y medio, a medida que las tasas de interés sobre la deuda pública se han precipitado, las tasas de interés que el común de la gente tiene que pagar en su mayoría han subido. En particular, muchas empresas están pagando tasas de interés mucho más altas ahora que hace un año y medio, cuando la Fed no había empezado con los recortes. Y tienen suerte, si se los compara con las muchas empresas que no pueden obtener nada de crédito.
Además, incluso si más gente pudiera pedir prestado, ¿realmente querrían gastar? Hay una sobreabundancia de casas sin vender en el mercado, así que hay muy poco incentivo para construir más casas, sin importar cuán bajas estén las tasas de interés hipotecarias. Lo mismo pasa con la inversión comercial: con los edificios de oficinas vacíos, los shoppings rogando por inquilinos y las fábricas paradas, ¿quién va a querer gastar dinero en productividad? Y con los trabajadores preocupados por mantener sus puestos de trabajo, la gente que está tratando de ahorrar unos dólares , podrá ir en malón a los comercios que ofrecen grandes descuentos, pero no muchos van a querer comprar grandes productos, como los autos, que son los que normalmente alimentan una recuperación económica.
Entonces, decía, la Fed ha perdido su poder. Ben Bernanke y sus colegas están probando todo lo que se les ocurre para descongelar los mercados de crédito – la ensalada de nuevas 'instituciones prestamistas' con siglas que nadie puede recordar crece minuto a minuto. Hay un chiste que dice que en cualquier momento, todos tendrán una tarjeta Visa con el logo de la Fed. Pero en el mejor de los casos, toda esta actividad sólo servirá para limitar el daño. No hay ningún pronóstico realista de que la Fed pueda sacar a la economía de la caída que atraviesa.
Así que depende de usted.
RESCATANDO A LA ECONOMÍA :
El último presidente que tuvo que enfrentar un lío semejante fue Franklin Delano Roosevelt, y usted puede aprender mucho de su ejemplo. Esto no significa, sin embargo, que usted deba hacer todo lo que hizo FDR. Por el contrario, usted debe intentar emular sus éxitos, pero evitar repetir sus errores.
Acerca de esos éxitos: La forma en la que FDR lidió con el desastre financiero de su época ofrece un muy buen modelo. Entonces, como ahora, el gobierno tuvo que usar el dinero de los impuestos para rescatar al sistema financiero. En particular, la Reconstruction Finance Corporation tuvo en principio un rol similar a la Troubled Assets Relief Program de la administración Bush (el programa de $700 billones que todos conocen) De la misma forma que el TARP, la RFC engordó el efectivo de los bancos en problemas usando fondos públicos para comprar y subir las acciones de esos bancos.
Había, sin embargo, una gran diferencia entre la forma en que FDR manejó el rescate financiero subsidiado con recaudación impositiva, y la que llevó a cabo la administración Bush: a saber, que a FDR no le dio vergüenza pedir que el dinero de la gente sea usado para servir al bien común. Para 1935, el gobierno de EE.UU. era dueño de cerca de un tercio del sistema bancario, y la administración Roosevelt utilizó esa porción de propiedad para insistir con que los bancos ayuden de hecho a la economía, presionándolos para que presten el dinero que Washington les estaba dando. Más aún, el New Deal se lanzó a prestar un montón de dinero – directamente a empresas y gente que quería comprar su casa, y a gente que ya era propietaria, ayudándolos a reestructurar sus hipotecas para que puedan quedarse con sus casas.
¿Puede usted hacer algo como eso hoy? Sí, puede. La administración Bush podrá haberse negado a poner condiciones para la ayuda a las compañías financieras, pero usted puede cambiar eso. Si los bancos necesitan fondos federales para sobrevivir, provéaselos, pero demande que los bancos hagan su parte prestando esos fondos al resto de la economía. Otorgue más ayuda a los propietarios. Utilice a la Asociación Federal Nacional Hipotecaria y a la Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios - las agencias de préstamos inmobiliarios- para transmitir los bajos costos de los préstamos oficiales a propietarios calificados (las dos agencias fueron incautadas por reguladores federales en Septiembre, pero extrañamente la administración Bush ha mantenido sus costos de préstamo altos, negándose a declarar que sus bonos están respaldados por la pura fe y el crédito de los contribuyentes)
Los conservadores van a acusarlo de nacionalizar el sistema financiero, y algunos lo llamarán marxista (a mí me pasa todo el tiempo) Y la verdad es que usted estará, de alguna manera, llevando a cabo una nacionalización temporaria. Pero eso está bien: en términos generales, no queremos que el gobierno maneje a las instituciones financieras, pero por ahora necesitamos hacer lo que sea para logar que el crédito vuelva a fluir.
Todo esto va a contribuir – pero no lo suficiente. Sin duda usted deberá tratar de solucionar el problema de los bancos y otras instituciones financieras. Pero para sacar a la economía de su caída, debe ir más allá de canalizar dinero a los bancos y otras instituciones financieras. Debe darle un impulso a la economía real del trabajo y los ingresos. En otras palabras, tiene que arreglar bien el tema creación de empleo – cosa que FDR nunca hizo.
Esto puede sonar raro. Después de todo, lo que se recuerda de los años treinta es la Works Progress Administration, que en su punto más alto dio empleo a millones de estadounidenses construyendo caminos, escuelas y represas. Pero los programas de creación de empleo del New Deal, si bien contribuyeron de verdad, no fueron lo suficientemente grandes ni sostenidos como para terminar con la Gran Depresión. Cuando la economía está en profunda depresión, uno tiene que dejar de lado las habituales preocupaciones acerca de déficits presupuestarios; FDR nunca logró hacerlo. Como resultado, fue demasiado precavido: el impulso que le dio a la economía entre 1933 y 1936 fue suficiente como para bajar el desempleo, pero no a los niveles pre-Depresión. Y en 1937 dejó que los guerreros del déficit lo afecten: aunque la economía todavía estaba débil, dejó que lo convenzan de recortar el gasto al mismo tiempo que subía los impuestos. Esto llevó a una severa recesión que deshizo mucho del progreso que la economía había logrado hasta ese punto. Tuvo que venir el enorme proyecto público conocido como Segunda Guerra Mundial – un proyecto que silenció al fin a los tacaños – para que la Depresión llegue a su fin.
La lección del limitado éxito de FDR en el frente del trabajo, entonces, es que usted tiene que ser verdaderamente audaz en sus planes de creación de empleo. Básicamente, las empresas y los consumidores están recortando muchísimo sus gastos, dejando a la economía con un enorme déficit de demanda, que llevará a una enorme caída del empleo – a menos que usted lo frene. Para frenarlo, sin embargo, debe gastar lo suficiente como para llenar el agujero que dejó la reducción del sector privado.
¿De cuánto gasto estamos hablando? Quizás sea mejor que se siente antes de seguir leyendo. Ok, aquí va: 'Pleno empleo' significa una tasa de desempleo del cinco por ciento como mucho, y probablemente menos. Mientras, hoy estamos en una trayectoria que empujará la tasa de desempleo al nueve por ciento o más. Incluso los estimados más optimistas sugieren que se necesitan al menos $200 billones al año de gasto público para bajar la tasa de desempleo en un punto porcentual. Haga la suma: usted probablemente tiene que gastar $800 billones al año para lograr una recuperación económica total. Menos de 500 billones por año será demasiado poco como para generar un cambio económico.
Un gasto a esa escala, en tiempos en que la economía, debilitada, está haciendo bajar la recaudación impositiva, producirá unas cifras de déficit realmente atemorizantes. Pero las consecuencias de ser demasiado cuidadoso - o de no hacer lo suficiente como para frenar la caída en picada de la economía – serán aún más terroríficas que el océano de tinta roja que se viene.
De hecho, el problema más grande con el que se va a enfrentar al intentar rescatar a la economía será el de encontrar suficientes programas laborales que puedan empezar rápidamente. Los tradicionales programas del estilo WPA – gastar en rutas, edificios públicos, puertos, y otras infraestructuras – son una herramienta muy efectiva para crear empleo. Pero Estados Unidos tiene probablemente algo menos de $150 billones en proyectos del estilo, que están listos para hundir la pala ahora mismo, que pueden comenzarse en seis meses o menos. Así que va a tener que ser creativo: deberá encontrar muchas otras formas de meter fondos en la economía.
Debería gastar todo lo que sea posible en cosas de valor a largo plazo, cosas que – como las rutas y los puentes – hará que éste sea un país más rico. Aumentar la infraestructura detrás de Internet, mejorar la red eléctrica, mejorar la tecnología informática en el sector de la salud, una parte crucial de cualquier reforma del sistema de cobertura médica. Suministre ayuda a los gobiernos provinciales y municipales, para prevenir que recorten gastos de inversión en el momento menos propicio. Y, cuando haga esto recuerde que todo ese gasto cumple una función doble: sirve para el futuro, pero también ayuda en el presente, dando trabajo e ingresos para compensar el desplome.
También puede hacer lo correcto haciendo un bien. Los estadounidenses que fueron más golpeados por la caída – los desocupados crónicos, las familias sin seguro médico – también son los estadounidenses que más probablemente gasten cualquier ayuda que reciban, y de esa manera ayudan a sostener la economía como un todo. Así que la ayuda a los necesitados – un mayor seguro de desempleo, vales de comida, susidios para seguros médicos – es al mismo tiempo algo justo y una parte deseada de su plan económico en el corto plazo.
Sin embargo, aún si hace esto no será suficiente para compensar la increíble caída del gasto privado. Así que sí, también tiene sentido recortar los impuestos temporalmente. Los recortes impositivos deberían ir principalmente a los estadounidenses de ingresos bajos y medios; una vez más, porque es lo más justo y porque es más probable que ellos - en vez de los mejor acomodados – gasten la ayuda que reciban. Las exenciones impositivas para familias trabajadoras que usted expuso en su plan de campaña parece un instrumento razonable.
Pero seamos claros: los recortes impositivos no son la mejor herramienta para luchar contra la recesión económica. En primer lugar, rinden menos que el gasto en infraestructura, porque no hay ninguna garantía de que los consumidores vayan a gastar sus recortes o reembolsos impositivos. Como resultado, probablemente se requieran recortes por más de $300 billones, comparados con los $200 billones en obras públicas, para bajar un punto la tasa de desempleo. Más aún, a la larga va a necesitar más recaudación impositiva, y no menos, para pagar la reforma del sistema de salud. Entonces, los recortes impositivos no deberían ser el núcleo de su programa de recuperación económica. Deberían, en cambio, ser una forma de agrandar su programa de creación de empleo, que de otra manera no será lo suficientemente grande.
Mi sincera opinión es que incluso con todo esto, usted no podrá evitar que 2009 sea un año muy malo. Si logra que la tasa de desempleo no pase del ocho por ciento, voy a considerar eso un gran éxito. Pero para 2010 usted debería ser capaz de poner a la economía en camino a la recuperación. ¿Cómo debería prepararse para esa recuperación?
MÁS ALLÁ DE LA CRISIS :
El manejo de la crisis es algo importante, pero Estados Unidos necesita mucho más que eso. FDR reconstruyó Estados Unidos no sólo haciendo que atravesemos a salvo la depresión y la guerra, sino también convirtiéndonos en una sociedad más justa y segura. Por un lado, creó programas de seguro social, en especial el Seguro de Desempleo, que ha protegido a los trabajadores estadounidenses hasta el día de hoy. Por otro, supervisó la creación de una economía mucho más igualitaria, creando una sociedad de clase media que duró décadas, hasta que las políticas económicas conservadoras trajeron la nueva era de la desigualdad que reina hoy. Usted tiene una oportunidad de emular los logros de FDR, y el juicio final sobre su presidencia descansará sobre si usted aprovecha o no esa oportunidad.
El legado más importante que puede dejarle al país será darnos, finalmente, aquello que todas las naciones desarrolladas del mundo ya tienen: atención médica garantizada para todos sus ciudadanos. La crisis actual nos ha dado una lección acerca de la necesidad de una cobertura médica universal de dos maneras. Ha subrayado la vulnerabilidad de los estadounidenses cuyo seguro médico está atado a trabajos que pueden desaparecer fácilmente. Y ha dejado claro que nuestro sistema actual es además un mal negocio – las Tres Grandes automotrices no estarían en semejantes problemas si no hubieran intentado pagar los gastos médicos de sus antiguos empleados además de los de sus actuales trabajadores. Usted tiene el mandato de cambiar las cosas; la crisis económica ha demostrado que el sistema necesita ser cambiado. Y ahora es el momento de aprobar las leyes que establezcan un sistema que de cobertura a todos.
¿Cómo debería ser este sistema? Algunos progresistas insisten en que debemos ir inmediatamente hacia un sistema de pago individual (Medicare para todos) Si bien ésta sería la manera más justa y eficiente de asegurarse que todos los estadounidenses obtengan el sistema de atención médica que necesitan, seamos francos: es probable que el pago individual no sea factible políticamente ahora mismo, simplemente porque representaría un cambio demasiado grande. Al menos al principio, los estadounidenses que tienen un buen seguro médico privado serán reticentes a cambiar ese seguro por un programa público, aunque ese programa al final demuestre ser mejor.
Entonces lo que hay que hacer en su primer año es aprobar un plan de compromiso – uno que establezca, por primera vez, el principio del acceso universal a la atención médica. Sus propuestas de campaña proveen el esquema. Deje que la gente mantenga su seguro privado si así lo desea, subsidie el seguro para familias de bajos ingresos, exija que todos los niños estén cubiertos, y dé a todos la opción de pasarse a un sistema público – uno que probablemente termine siendo más barato y mejor que el seguro privado. Apruebe leyes haciendo todo esto, y tendremos cobertura médica universal funcionando para fines de su primer mandato. Y eso será un logro que – al igual que la creación del Seguro de Desempleo por FDR – cambiará Estados Unidos para mejor de manera permanente.
Todo esto va a costar dinero, en su mayoría para pagar esos subsidios para seguros, y alguna gente le dirá que el país no puede pagar una gran reforma del sistema de salud dados los costos del programa de recuperación económica. Hablemos de por qué debería usted ignorar a los que dicen no.
Primero, pongamos en perspectiva los costos del programa de recuperación económica. Es posible que resucitar la economía pueda costar trillones de dólares a lo largo de su primer mandato. Pero la administración Bush desperdició como mínimo la mitad de eso en una guerra innecesaria y recortes impositivos para los más ricos; el plan de recuperación será intenso pero temporario, y no significará una carga muy grande sobre los futuros presupuestos. Piénselo de esta manera: con la deuda federal de largo plazo pagando la menor tasa de interés en cincuenta años, los costos en intereses de un trillón de dólares de deuda nueva sumarán apenas $30 billones anuales, cerca del 1,2 por ciento del actual presupuesto federal.
Segundo, hay buenas razones para creer que la reforma del sistema de salud en el largo plazo será un ahorro de dinero. Nuestro sistema no sólo está lleno de agujeros en cuanto a cobertura, también es muy ineficiente y con enormes costos burocráticos, como los inmensos recursos que las compañías de seguros emplean en asegurarse de no dar cobertura a las personas que más necesitan atención médica. Y bajo un sistema universal será mucho más fácil utilizar sabiamente nuestros dólares del sistema de salud, gastar dinero sólo en procedimientos médicos que funcionen y no en los que no lo hacen. Dado que el alza de los costos en atención médica es la fuente de las sombrías proyecciones a largo plazo para el presupuesto federal, la verdad es que no podemos dejar de avanzar hacia la reforma del sistema de salud.
Y no ignoremos los efectos políticos en el largo plazo. Allá por 1993, cuando los Clinton intentaron y fracasaron en crear un sistema universal de salud, estrategas republicanos como William Kristol (hoy colega mío en el New York Times) pidió a su partido que se oponga políticamente a cualquier reforma; ellos argumentaron que un exitoso programa de cobertura médica – que enviaría el mensaje de que el gobierno puede efectivamente servir al bien común – esencialmente cambiaría el rumbo de la política estadounidense hacia una dirección progresista. Tenían razón – y las mismas consideraciones que llevaron a los conservadores a oponerse tanto a la reforma sanitaria deberían ser las que lo hagan a usted decidirse firmemente a hacerla realidad.
La atención médica universal, entonces, debería ser su prioridad numero uno luego de rescatar a la economía. Proveer cobertura para todos los estadounidenses puede ser para su administración lo que el Seguro de Desempleo fue para el New Deal. Pero el New Deal logró otra cosa: convirtió a Estados Unidos en una sociedad de clase media. Bajo FDR, Estados Unidos atravesó lo que los historiadores del trabajo llaman la Gran Compresión, un aumento dramático de los sueldos de los trabajadores comunes que redujo muchísimo la desigualdad de ingresos. Antes de la Gran Compresión, Estados Unidos era una sociedad de ricos y pobres; después fue una sociedad en la que mucha gente, con justicia, se consideró a sí misma como clase media. Puede ser difícil igualar ese logro hoy en día, pero usted puede, al menos, orientar al país en la dirección adecuada.
¿Qué causó la Gran Compresión? Es una historia complicada, pero un factor importante fue el surgimiento de la organización sindical: la cantidad de trabajadores sindicalizados se triplicó entre 1935 y 1945. Los sindicatos no sólo negociaron mejores sueldos para sus miembros, también aumentaron el poder de negociación de los trabajadores a lo largo de la economía. En ese momento, los conservadores advirtieron que los aumentos de sueldo tendrían desastrosas consecuencias económicas – que el surgimiento de los sindicatos paralizaría el empleo y el crecimiento económico. Pero de hecho, la Gran Compresión fue seguida por el gran boom de posguerra, que duplicó los estándares de vida de Estados Unidos en el curso de una generación.
Desafortunadamente, la Gran Compresión se revirtió a principios de los 70, a medida que los trabajadores estadounidenses perdieron gran parte de su poder de negociación. Esta pérdida se debió en parte a cambios en la economía mundial, cuando las compañías manufactureras estadounidenses empezaron a enfrentar una mayor competencia internacional. Pero también tuvo mucho que ver con la política, ya que la administración Reagan primero, y la de Bush luego, hicieron todo lo posible para limitar la capacidad de organización de los trabajadores.
Usted puede comenzar a revertir ese proceso. Obviamente, no llegará ver a los sindicatos triplicando su número de afiliados en algún tiempo cercano. Pero puede hacer muchas cosas para fortalecer los derechos de los trabajadores. Una es empezar a poner los cimientos para que se apruebe la Employee Free Choice Act, que le haría mucho más difícil a los empleadores intimidar a los trabajadores que desean afiliarse a un sindicato. Sé que probablemente no sucederá en su primer año, pero si sucede, y cuando suceda, la legislación hará que Estados Unidos de un enorme paso adelante hacia recuperar la sociedad de clase media que hemos perdido.
VERDAD Y RECONCILIACIÓN :
Hay muchos otros asuntos de los que deberá ocuparse, por supuesto. En particular, no mencioné ni una palabra acerca de la política ambiental, que es finalmente el tema más importante de todos. Y no lo hice porque sospecho que no será posible aprobar un plan integral para abordar el tema del cambio climático en su primer año. Sin dudas, incluya en el plan de recuperación inicial toda la inversión relacionada con el ambiente que pueda, como puede ser gastar en la mejora de la eficiencia energética. Pero supongo que 2009 no será el año para introducir medidas cap and trade (comercio de derechos de emisión) para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Si me equivoco, genial – pero no espero grandes movidas en política ambiental enseguida.
Tampoco dije nada acerca de la política exterior. Su equipo es muy conciente de la necesidad de aminorar la guerra en Irak – la cual, ya que estamos, cada año está costando casi tanto como lo que nos costarían los subsidios a los seguros necesarios para implementar la cobertura médica universal. Usted también es conciente de la necesidad de encontrar la solución menos mala para el desastre de Afganistán. Y no quiero ni pensar en Pakistán – pero usted sí debe hacerlo. Buena suerte.
Hay, sin embargo, un área en la que siento que no puedo ser disciplinado. Soy un economista, pero también soy ciudadano estadounidense – y como muchos ciudadanos, he pasado los últimos ocho años viendo horrorizado cómo la administración Bush traicionó los ideales de la nación. Y no creo que podamos dejar esos terribles años atrás a menos que hagamos un reconocimiento total de lo que pasó realmente.
Sé que la mayoría de la gente de Washington le está pidiendo que olvide el pasado, de la misma manera que le pidieron a Clinton que mantenga oculta la verdad sobre los escándalos de los años Reagan-Bush, en especial el asunto Irán-Contras. Pero sabemos cómo terminó eso. La misma gente que abusó del poder en nombre de la seguridad nacional hace 20 años volvió como parte del equipo que –bajo el segundo George Bush – lo hizo de nuevo, y en una escala mucho más grande. Fue una lección acerca de lo verdaderas que son las palabras de George Santayana: aquellos que no aprenden de su pasado están condenados a repetirlo.
Por eso esta vez necesitamos una explicación completa. No una casa de brujas, quizás ni siquiera procesamientos, pero algo como la Truth and Reconciliation Commission (Comisión por la Verdad y la Reconciliación) que ayudó a Sudáfrica a reconocer lo que sucedió durante el apartheid. Debemos saber cómo fue que Estados Unidos terminó peleando una guerra para destruir armas que no existían, cómo la tortura se convirtió en un instrumento de rutina de la política estadounidense, cómo el Departamento de Justicia se volvió un instrumento de persecución política, cómo la corrupción descarada floreció no sólo en Irak, pero a lo largo del Congreso y la administración. Sabemos que estos males no fueron, a pesar de lo que digan los apologistas, el resultado de errores sinceros o un par de manzanas podridas: la Casa Blanca generó un clima en el que el abuso se volvió habitual, y en muchos casos probablemente fue el instigador principal de estos abusos. Pero no alcanza con dejar a esta realidad en el ámbito de las cosas que 'todo el mundo sabe', porque pronto serán negadas u olvidadas, y el ciclo de abuso volverá a empezar. Toda esta historia macabra debe ser sacada a la luz.
Probablemente sea mejor que el Congreso lidere la investigación de los años Bush, pero su administración puede hacer su parte, evitando usar su influencia para desalentar las investigaciones, y también poniendo fin al muro de silencio de la administración Bush. Permita que el Congreso tenga acceso a los registros y los testigos, y deje que la verdad sea dicha. Dicho esto, el futuro es lo más importante. Este mes celebramos su llegada a la Casa Blanca; en tiempos de gran crisis nacional, usted trae consigo la esperanza de un futuro mejor. Ahora depende de usted cumplir con esa esperanza. Llevando a cabo un programa de recuperación aún más audaz y completo que el New Deal, usted puede no sólo dar vuelta la economía, puede poner a Estados Unidos en el camino hacia una mayor igualdad para las próximas generaciones.
Respetuosamente,
Paul Krugman
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