Crece en México el club de los catastrofistas
Humberto Musacchio
19-Feb-2009
Cuando se contabiliza la pérdida de empleos, los datos se refieren a la economía formal, pues la otra, la informal, que absorbe más de la mitad de la fuerza de trabajo, es la que aloja a los daminificados de otras crisis...
El subsecretario de Hacienda, Alejandro Werner, se lanzó en serio contra los catastrofistas, pues dijo que mucha gente se ha unido a la “sicología del pesimismo” y no hace nada por salir adelante, fenómeno que afecta incluso a los empresarios que, influidos por la “aversión al riesgo”, han dejado de invertir, actitud peligrosa en tanto que contribuye “a impulsar retrocesos y en un momento dado puede llegar a profundizar la crisis”. Pues sí, pero lo que hace tan alto funcionario es gritar que no hagan olas porque nos estamos ahogando, lo que representa una contribución al catastrofismo que dice combatir.
El mismo Werner, pues no es creíble que sea su hermano Martín, alto empleado de Goldman Sachs, ha sido contagiado de ese pesimismo malsano, pues, para estabilizar el tipo de cambio anunció que el Banco de México lanzará al mercado hasta 20 mil millones de dólares más. Dicho de otra manera, adelanta que se perderá otra cuarta parte de las reservas internacionales, con lo cual la sangría de divisas superaría los 40 mil millones de dólares.
Las declaraciones de Werner se produjeron a pesar de los llamados de Felipe Calderón al optimismo. Pero, como veremos, no fue el único aviso de que nos hallamos en la inminencia de nuevos y mayores desastres. Por ejemplo, el señor Gerardo Ruiz Mateos, quien cobra como secretario de Economía, declaró esta semana —desde París, adonde fue a ahogar las penas en champaña— que al más de medio millón de plazas de trabajo perdidas en los últimos cuatro meses todavía habrá que sumar hasta 300 mil empleos que desaparecerán arrollados por la crisis.
Por supuesto, cuando se contabiliza la pérdida de empleos los datos se refieren a la economía formal, pues la otra, la informal, que absorbe más de la mitad de la fuerza de trabajo, es la que aloja a los daminificados de otras crisis y donde sobrevive 52% de las personas ocupadas, pero éstas sin salario, seguridad social, Infonavit ni posibilidad de jubilación. Por eso, decir que se perderán otros 300 mil empleos formales es una notable contribución al catastrofismo.
En sintonía con esos funcionarios que se atreven a contradecir públicamente el optimismo de su jefe, el señor Dennis C. Blair, director de Inteligencia Nacional del gobierno de Barack Obama, dijo ante el Congreso estadunidense que el poder de las mafias del narcotráfico impide a las autoridades mexicanas gobernar partes del territorio nacional e inhabilita la consolidación de instituciones democráticas. Por si fuera poco, don Dennis agregó que, por su carácter dependiente, la economía mexicana podría sufrir un fuerte golpe como resultado de “una prolongada recesión estadunidense”.
En abono de lo dicho por el señor Blair, en los últimos días se ha recrudecido la actividad del crimen organizado, ya no sólo en lo que se refiere a enfrentamientos con policías, muertos y descabezados. La novedad es que ahora la delincuencia ha decidido emplear en su beneficio los derechos constitucionales de manifestación , petición y expresión, para lo cual organiza marchas y mítines donde se opone a la presencia del Ejército en la frontera. Y lo hace tan bien, que en un solo día se movilizan simultáneamente cientos y miles de personas en cinco o más ciudades, lo que muestra una nueva faceta de los narcos y expone crudamente una derrota más del Estado mexicano.
Otro que pidió su credencial de ingreso al Club de los Catastrofistas, el destacado empresario que fue en 2006 un patrocinador de la campaña electoral del candidato panista y de la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, el señor Lorenzo Servitje, quien declaró que, “cuando un país no marcha, los políticos son los responsables”, aunque generoso aclaró que “con esos bueyes hay que arar” y en forma lastimera llamó a Felipe Calderón “pobre señor presidente”. No trató mejor a los antecesores de éste, pues a Echeverría lo llamó “analfabeta económico”, a López Portillo “frívolo”, a De la Madrid y a Zedillo parchadores —se dedicaron, según él, a parchar lo que dejaron roto quienes los precedieron—y a Fox, bueno… En fin, una caterva de inútiles que “no han sabido hacer o no pueden hacer lo que deben”, pero que son los bueyes —él lo dijo— con los que propone don Lorenzo seguir arando.
El exitoso hombre de negocios no fue complaciente ni con sus colegas, pues de plano sentenció: “No tenemos empresarios, tenemos negociantes”. De los legisladores y de los miembros del Poder Judicial dijo que eran una “clase divina que se despacha con la cuchara grande” y juzgó de “monstruoso” que sean ellos mismos quienes se fijen sus sueldos.
Para darle la razón al señor Servitje, los más altos representantes del Poder Judicial, al fallar sobre el caso de la brutal represión contra los habitantes de Atenco, exoneraron a los funcionarios encumbrados, pero culparon a los policías de a pie, con lo que el alto tribunal procedió como antes lo hacían los jurados populares, que sólo juzgaban a miserables carteros o a gendarmes de punto. Y luego no quieren que cunda el pesimismo.
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