martes, febrero 17, 2009

Los invisibles


Sergio Elías Gutiérrez, El Norte
17 Feb. 09


Hoy todos se preguntan de dónde salieron, dónde estaban, quién los mueve, qué los motiva, por qué salen a la calle a gritar, a impedir el tráfico citadino, a molestar a los automovilistas que regresaban a sus casas después de trabajar.

Son jóvenes de nuestra ciudad, aquí nacieron y crecieron. Quizá sus padres vinieron de otros estados a buscar oportunidades que en su lugar de origen no tuvieron y que tienen derecho a hacerlo. Otros son nuevoleoneses de generaciones que no han encontrado posibilidad de desarrollo. Son hijos de los hijos de las crisis que empezaron hace décadas, tantas que ya se volvieron costumbre.

Son generaciones de jóvenes y niños que nacieron en medio de la penuria, del desempleo, de la falta de espacios educativos. La crisis ha sido el único horizonte en sus vidas.

El problema viene de lejos. El censo de 1970 arrojó dos datos reveladores del cambio que sufrió el País. En esa fecha, la tasa de natalidad fue la más alta del mundo en la década anterior. Crecimos a una tasa de 3.7 por ciento anual.

Además, el País pasó a ser predominantemente urbano: el México rural quedó atrás para siempre. Las ciudades se llenaron de nuevos habitantes, muchos de ellos en condiciones precarias, muchos más invadieron propiedades privadas y en esos asentamientos construyeron sus viviendas.

Las ciudades vieron rebasadas su capacidad para proporcionar servicios públicos, pero sobre todo el trabajo empezó a ser también precario, de baja calidad y remuneración, y la educación decayó en calidad y cobertura en perjuicio ante las nuevas demandas.

La respuesta gubernamental a la desaceleración económica después de cuatro décadas de crecimiento económico sostenido en México y en el mundo fue hacer crecer la oferta educativa y de empleo usando el gasto público. Algo similar a lo que ocurre hoy en día.

Luis Echeverría amplió el sistema educativo. Se crearon miles de escuelas para preparar a los jóvenes para el trabajo productivo, los Cetis, centros técnicos, industriales y de servicios, que después se convirtieron en Cebetis, añadiéndoles el bachillerato, pretendían suplir la falta de oportunidades en las universidades que habían dejado de crecer. La educación técnica pretendía preparar a los nuevos urbanistas para su nueva realidad.

A nivel estatal, el Gobierno de Pedro Zorrilla habilitó cientos de hectáreas en el lecho seco del Río Santa Catarina como canchas deportivas para sustituir a las perdidas en el proceso de urbanización de la Ciudad. El deporte sirve a los niños y jóvenes para desahogar sus energías. Ahora esos espacios públicos están privatizados, se lucra con los bienes que antes fueron públicos. Un Alcalde panista dio en concesión esos espacios y ahora sólo los utilizan los que pueden pagar.

El Parque Fundidora, ejemplo de rescate de espacios urbanos para el uso público, fue entregado en gran parte a negocios privados mayormente para la celebración de espectáculos y conciertos. Detrás de cada privatización de espacios públicos está el despojo para los que no pueden pagar para acceder a ellos. Los pobres quedan sin oportunidad de esparcimiento.

Todo lo escrito no debe ser tomado como justificante de las conductas violentas de los jóvenes, sólo es una explicación. Pero no debe sorprendernos que el rezago educativo, la falta de empleo, la marginación y la exclusión sean aprovechados para inducir, mediante un pago, que los niños y jóvenes salgan a manifestarse a las calles en apoyo a causas que no son las mejores y sin medir la consecuencia de su acción.

Mientras la crisis no se resuelva, mientras la economía no crezca y distribuya, no se podrá incorporar a millones de jóvenes a la sociedad y al trabajo productivo. Mientras sigan excluidos es difícil pedirles respeto a los derechos de los demás mientras a ellos se les niegan casi todos.

Lo que no podemos hacer es volver la vista y hacer como que no existen y sólo notar su presencia cuando se manifiestan de manera violenta. Esos niños y jóvenes no quieren seguir siendo invisibles, a gritos reclaman un lugar en una sociedad injusta y excluyente.


sergioeg@infosel.net

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