Retroceso |
Rosaura Barahona
5 Feb. 09, El Norte
Varias veces he hablado aquí de cómo los Legionarios de Cristo (cuyo fundador nos sigue dando sorpresas) y el Opus Dei impiden a muchos de sus integrantes pensar libremente.
Eso lo aprendí con algunos alumnos universitarios. Les entregaba la lista de las lecturas obligatorias y me la regresaban con varias de ellas señaladas por sus confesores como "lectura inconveniente". Consideraban a sus autores "enfermos mentales y leerlos es beber un veneno del que no podremos deshacernos jamás".
Los autores enfermos iban de Aristófanes a Alberti pasando por Kierkegaard, Freud, Hegel, Marx (por supuesto), Beauvoir, Sartre, Rubén Romero, Kafka, Unamuno, Neruda, Austen, Brontë, Dickens, Maquiavelo, Mardaam, Daimler y Crannach, Sade, Girodias, Talsman, Reage y una larga lista que llenaría varias columnas. Entiendo la preocupación cuando se trata de niños, pero no de universitarios o adultos. Menos entiendo que prefieran (¿deban?) darse de baja de un curso a leer una de tales obras. Pregunté a uno de mis alumnos por qué su guía espiritual no se había envenenado al leerlas. No me respondió.
¿Qué temen sus confesores? Temen a la inquietud mental provocada al leer puntos de vistas no sólo distintos, sino alejados de los del catolicismo tradicional. ¿Qué arrogancia intelectual o espiritual les hace creer que ellos sí tienen el antídoto que les permite resistir el veneno de su lectura, pero los demás carecemos de él?
Lo ignoro, pero esa arrogancia los hace menospreciar la inteligencia de los demás. Por eso prefieren enseñar a sus alumnos qué pensar, en vez de enseñarlos a pensar. Y la diferencia es enorme.
El conocimiento aceptado como verdadero desde un principio siempre será endeble. Carecerá de la solidez y de la fuerza que da el explorar diferentes caminos para llegar a él. Una verdad impuesta es memorable y repetible, pero no perdurable o propia.
Y esa misma arrogancia la han mostrado hoy el PRI y el PAN al imponer, por dedazo, a Medina y a Elizondo como sus respectivos candidatos.
El retroceso es triste, doloroso y vergonzoso. ¿Por qué se duda de nuestra capacidad como ciudadanos para decidir a quién queremos como candidato? ¿Por qué los mandamases políticos nos ven como los legios y el Opus ven a sus seguidores? ¿Por qué creen que ellos sí pueden decidir quién es el candidato más apropiado, pero nosotros no?
No me digan que se trata de arreglos internos en cada partido. Es obvio y evidente. Aceptémoslo, pero entonces no digan que son democráticos. Si bien los priistas siempre han venerado el dedo infalible, los panistas siempre lo habían criticado, pero ya se olvidaron de eso.
Mauricio Fernández y Fernando Margáin tienen toda la razón del mundo cuando dicen que el centralismo cierra la puerta a la democracia y la abre al autoritarismo.
No tengo nada en contra de Fernando Elizondo como persona. Me cae muy bien; es una persona culta, educada y amable. Lo estimo y lo respeto. Como persona. Como político, no. Jamás debió aceptar el beneficio del dedo, al parecer incuestionable, de su partido.
No tengo nada en contra de Rodrigo Medina como persona. No lo conozco personalmente, pero me aseguran que, como Elizondo, es amable, correcto, bienintencionado e inteligente. Tampoco lo dudo. Sin embargo, como político habla muy mal de él haber aceptado la imposición de su candidatura.
No tengo nada en contra de Natividad González Parás ni de Beatriz Paredes como personas; sí como personajes políticos influyentes. ¿Por qué nos subestiman? ¿Qué les hace creer que ellos sí saben lo que nos conviene a nosotros? ¿Por qué pisotean los procesos democráticos y continúan sonriendo como si nada indebido hubiesen hecho?
Triste momento para el País y para Nuevo León por muchas razones: por los 23 millones de spots que nos impondrán los inútiles partidos políticos sin que nosotros podamos impedirlo. Por el dólar a 15 pesos, reflejo de una catástrofe anunciada, pero negada por los supremos gobernantes de este país. Por la pedestre política de la ciudad y el estado, en donde se acuse a quien se acuse de lo que sea, no pasa nada porque todos están en el enjuague.
Siempre me he sentido orgullosa de ser mexicana; hoy me siento avergonzada.
rosaurabster@gmail.com
Nota: No creo que los "mandamases" duden de la capacidad de la ciudadanía para decidir por el candidato que convenga sino un poco al contrario: saben y temen que la ciudadanía pueda escoger a un candidato que no les va a cuidar las espaldas, que no va representar los mismos intereses ni va a defender las mismas causas. Justamente porque creen en la capacidad de una diferente elección es que los déspotas, clericales o políticos, no toman en cuenta más opinión que la propia o de la élite privilegiada. Ahora bien, para mí es bien difícil separar a la persona del político, se me hace prácticamente imposible decir que alguien es una persona honorable cuando como político es execrable, ¿cómo se puede ser honesto si se acepta en la política actuaciones deshonestas? ¿cómo puede Rosalba referirse a Elizondo como respetable cuando ella misma -en 2006- puso al descubierto el mail generado en "la colo" donde se llamaba a las señoras para que juntaran a "sus muchachas" y otros miembros de la servidumbre a una reunión donde Elizondo les haría ver lo peligroso que sería que votaran por AMLO? ¿Puedes tener respeto por personas así? Yo, definitavemente no.
5 Feb. 09, El Norte
Varias veces he hablado aquí de cómo los Legionarios de Cristo (cuyo fundador nos sigue dando sorpresas) y el Opus Dei impiden a muchos de sus integrantes pensar libremente.
Eso lo aprendí con algunos alumnos universitarios. Les entregaba la lista de las lecturas obligatorias y me la regresaban con varias de ellas señaladas por sus confesores como "lectura inconveniente". Consideraban a sus autores "enfermos mentales y leerlos es beber un veneno del que no podremos deshacernos jamás".
Los autores enfermos iban de Aristófanes a Alberti pasando por Kierkegaard, Freud, Hegel, Marx (por supuesto), Beauvoir, Sartre, Rubén Romero, Kafka, Unamuno, Neruda, Austen, Brontë, Dickens, Maquiavelo, Mardaam, Daimler y Crannach, Sade, Girodias, Talsman, Reage y una larga lista que llenaría varias columnas. Entiendo la preocupación cuando se trata de niños, pero no de universitarios o adultos. Menos entiendo que prefieran (¿deban?) darse de baja de un curso a leer una de tales obras. Pregunté a uno de mis alumnos por qué su guía espiritual no se había envenenado al leerlas. No me respondió.
¿Qué temen sus confesores? Temen a la inquietud mental provocada al leer puntos de vistas no sólo distintos, sino alejados de los del catolicismo tradicional. ¿Qué arrogancia intelectual o espiritual les hace creer que ellos sí tienen el antídoto que les permite resistir el veneno de su lectura, pero los demás carecemos de él?
Lo ignoro, pero esa arrogancia los hace menospreciar la inteligencia de los demás. Por eso prefieren enseñar a sus alumnos qué pensar, en vez de enseñarlos a pensar. Y la diferencia es enorme.
El conocimiento aceptado como verdadero desde un principio siempre será endeble. Carecerá de la solidez y de la fuerza que da el explorar diferentes caminos para llegar a él. Una verdad impuesta es memorable y repetible, pero no perdurable o propia.
Y esa misma arrogancia la han mostrado hoy el PRI y el PAN al imponer, por dedazo, a Medina y a Elizondo como sus respectivos candidatos.
El retroceso es triste, doloroso y vergonzoso. ¿Por qué se duda de nuestra capacidad como ciudadanos para decidir a quién queremos como candidato? ¿Por qué los mandamases políticos nos ven como los legios y el Opus ven a sus seguidores? ¿Por qué creen que ellos sí pueden decidir quién es el candidato más apropiado, pero nosotros no?
No me digan que se trata de arreglos internos en cada partido. Es obvio y evidente. Aceptémoslo, pero entonces no digan que son democráticos. Si bien los priistas siempre han venerado el dedo infalible, los panistas siempre lo habían criticado, pero ya se olvidaron de eso.
Mauricio Fernández y Fernando Margáin tienen toda la razón del mundo cuando dicen que el centralismo cierra la puerta a la democracia y la abre al autoritarismo.
No tengo nada en contra de Fernando Elizondo como persona. Me cae muy bien; es una persona culta, educada y amable. Lo estimo y lo respeto. Como persona. Como político, no. Jamás debió aceptar el beneficio del dedo, al parecer incuestionable, de su partido.
No tengo nada en contra de Rodrigo Medina como persona. No lo conozco personalmente, pero me aseguran que, como Elizondo, es amable, correcto, bienintencionado e inteligente. Tampoco lo dudo. Sin embargo, como político habla muy mal de él haber aceptado la imposición de su candidatura.
No tengo nada en contra de Natividad González Parás ni de Beatriz Paredes como personas; sí como personajes políticos influyentes. ¿Por qué nos subestiman? ¿Qué les hace creer que ellos sí saben lo que nos conviene a nosotros? ¿Por qué pisotean los procesos democráticos y continúan sonriendo como si nada indebido hubiesen hecho?
Triste momento para el País y para Nuevo León por muchas razones: por los 23 millones de spots que nos impondrán los inútiles partidos políticos sin que nosotros podamos impedirlo. Por el dólar a 15 pesos, reflejo de una catástrofe anunciada, pero negada por los supremos gobernantes de este país. Por la pedestre política de la ciudad y el estado, en donde se acuse a quien se acuse de lo que sea, no pasa nada porque todos están en el enjuague.
Siempre me he sentido orgullosa de ser mexicana; hoy me siento avergonzada.
rosaurabster@gmail.com
Nota: No creo que los "mandamases" duden de la capacidad de la ciudadanía para decidir por el candidato que convenga sino un poco al contrario: saben y temen que la ciudadanía pueda escoger a un candidato que no les va a cuidar las espaldas, que no va representar los mismos intereses ni va a defender las mismas causas. Justamente porque creen en la capacidad de una diferente elección es que los déspotas, clericales o políticos, no toman en cuenta más opinión que la propia o de la élite privilegiada. Ahora bien, para mí es bien difícil separar a la persona del político, se me hace prácticamente imposible decir que alguien es una persona honorable cuando como político es execrable, ¿cómo se puede ser honesto si se acepta en la política actuaciones deshonestas? ¿cómo puede Rosalba referirse a Elizondo como respetable cuando ella misma -en 2006- puso al descubierto el mail generado en "la colo" donde se llamaba a las señoras para que juntaran a "sus muchachas" y otros miembros de la servidumbre a una reunión donde Elizondo les haría ver lo peligroso que sería que votaran por AMLO? ¿Puedes tener respeto por personas así? Yo, definitavemente no.
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