jueves, noviembre 20, 2008

20 de noviembre

La solidaridad es fuerza. Se puede limpiar del dedo una gota de agua; pero se requiere la fuerza del arrecife para resistir el empuje del océano. La solidaridad es progreso, pues la vida significa evolución, y la solidaridad es condición de la vida. La solidaridad es armonía, cooperación entre los seres humanos, gravitación para los cuerpos celestes.

Ricardo Flores Magón

Hoy es un día que no debe morir. Pues la revolución mexicana es una lucha que aun no termina. La historia oficial, llena de versiones, omisiones y caudillos absurdos, ocultó los valores más profundos del inicio de la revolución de 1910: la injusticia social y la riqueza en unas cuantas manos.

A casi un siglo de aquella fecha, los pocos logros alcanzados en el siglo pasado se han reducido a nada en el presente, gracias a la política neoliberal y despiadada que conlleva lograr acumular la mayor riqueza por unas cuantas manos, empeorando más las condiciones de subsistencia para el grueso de la población, por los nuevos protagonistas que acumulan sus capitales en otros países y ayudados por los medios electrónicos de comunicación lava-conciencias, saquean nuestros recursos con el beneplácito del mal llamado gobierno y que ahora, sin campesinos y pronto sin obreros (porque se han convertido en los emigrantes que buscan lo que no tienen en su país), los millones de desempleados de México padecen una situación de precariedad tan extrema que no dista mucho de aquellas que prevalecían nuestros antepasados cuando dio inicio el movimiento de 1910.
Los gobiernos de derecha, los priistas y panistas, han hecho todo lo posible por dejar limpio de recursos a la nación, arrebatándonos y luego entregándolos a los potentados de México y otros países (españoles, norteamericanos, canadienses, etc.), sin importarles en absoluto el resultado de estas acciones para el grueso de los habitantes del país, quienes hemos visto mermadas toda posibilidad real de crecimiento económico y por el contrario, las pocas posibilidades de mejoría se reducen junto con los ingresos. Tampoco debemos permitir que la nueva historia oficial borre este acontecimiento porque claramente contraviene a su interés de señalar que en la historia un día el pueblo mexicano intentó mejorar sus condiciones de vida. Por ello cabe preguntar si hay vigencia entre los ideales de la población de 1910 y los ideales de 2008?

Entre aquellos se recuerdan:
- justicia social
- mejores niveles de vida, incluida una digna alimentación y vestido.
- derecho a la educación
- derecho a la tierra, no al acaparamiento en pocas manos
- libertad de expresión y derecho a la información
- garantías individuales, derechos humanos y libertad de transito en el país.
- oportunidades laborales y socialización de las ganancias de la industria

- derecho de elegir a gobernantes y representantes ciudadanos

- los recursos naturales son propiedad de la nación.

Plasmados en la Constitución Mexicana, al término de la revolución armada, estos ideales se integraron en forma de leyes, derechos y obligaciones de los mexicanos, pero poco a poco las conquistas logradas durante el siglo pasado, se han desvanecido durante los últimos 5 sexenios, cuando otros no se llevaron nunca a la práctica.
Hoy en principio son las mismas las demandas, con las atenuantes que van desde el crecimiento de la población en estado de pobreza y la violencia desatada por el mismo gobierno, simulando una persecución de carteles de droga y permitiendo acciones como asesinatos y secuestros por miembros entrenados por la misma policía y ejercito. Nada más vergonzoso si le sumamos el factor de la corrupción institucionalizada y desmedida.
Estos elementos son solo una forma de entender que requerimos aún de un cambio social profundo y no simulado. Un cambio que posibilite a cada individuo de este país educarse, alimentarse, vestir, gozar de libertades y garantías plenas y realistas; tener el derecho a una verdadera participación política en los asuntos de la nación a través de diversos mecanismos. Así también derecho a la ratificación de sus gobernantes, o en su caso, a su cambio si este no cumple con las expectativas de la población y no de solo unos cuantos.

Para esto, no se requiere de otra guerra civil ni de la violencia en ninguna de sus formas, se requiere la participación conciente de la ciudadanía. Se requiere de una educación que instruya verdaderamente para la defensa de nuestros derechos y respeto a las leyes ya existentes, y en su caso, derogar aquellas que no nos convienen a los ciudadanos. Se requiere del acto comprometido de la protesta pacifica, del rechazo a las imposiciones, de la exaltación de la dignidad y de los valores humanistas. Se requiere de la confianza en la voluntad de la población, que es en principio, quien será la beneficiará de esta actitud. Pero también se requiere de una conciencia que entienda que nuestra riqueza y fortaleza no se basa en los bienes materiales ni en el dinero, sino en la verdadera solidaridad y en el trabajo. En la capacidad de retomar de las mejores experiencias sociales aquello que nos permita cambiar, de vivir de una manera que no tenga que ver con la actitud de acumular riqueza individual. De aprender a distinguir lo que nos conviene realmente de lo que no, en base a un punto de vista más colectivo, porque entre esa colectividad nos encontramos y mejorándola, nos mejoramos realmente todos.

Esta es una gran diferencia entre el neoliberalismo que dice de manera falaz que si el de arriba se enriquece, por goteo los de abajo también.

Nosotros creemos que el enriquecimiento no puede ser ya para unos cuantos individuos, porque esa riqueza la genera la sociedad, entonces es a ella a quien le pertenece.

El ideal de distribuir socialmente la riqueza no es un objetivo inútil, es posibilitar que todos participen del trabajo que genera riqueza y de su consecuente ganancia, justa y equitativa. Posibilitando así mejores condiciones de vida para nosotros y nuestros semejantes, erradicando de manera real la extrema pobreza y eliminando la desigualdad económica.

Ese ideal es parte del ideario revolucionario que sobrevive desde antes de 1910 y que no debemos de olvidar. Por ello, creo que más que festejar en abstracto el "inicio de la revolución mexicana" deberíamos de conmemorar el ideario de este movimiento, porque la injusticia social continua señoreando nuestro territorio.

Por eso el 20 de noviembre no es un día de asueto, ni de vacaciones ni de parranda.
Hagamos este 20 de noviembre un verdadero día patrio, haciendo de él un día dedicado a la dignidad y a la resistencia civil. Un día dedicado a la lucha en el presente, para lograr la transformación de nuestro país y lograr un mejor mañana.

Tomado de http://resistencia-moral.blogspot.com

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