PRD: ¿acuerdo o escisión?
Ricardo Monreal Ávila
No hay plazo que no se cumpla y en el PRD llegó la hora de tomar una definición: acuerdo entre las expresiones que integran el principal partido de la izquierda mexicana o ruptura para formar dos polos partidarios, con coincidencias ideológicas de origen pero diferencias estratégicas de fondo.
Ambas decisiones tienen sus beneficios y sus costos. Ninguna de ellas debe ser rechazada en abstracto o con simples posturas genéricas. Por ejemplo, la opción del acuerdo es “lo políticamente correcto”, lo civilizado y lo sensato. Pero si no resuelve las cuestiones de fondo, si solamente es un acuerdo para lo coyuntural (de cara a las elecciones intermedias de 2009), sería un acuerdo cosmético que solamente pospondría la crisis de identidad política. Sería un falso acuerdo, por su precariedad y superficialidad.
En sentido contrario, la opción de la escisión es políticamente inconveniente y temporalmente costosa (haría perder puntos y curules en la próxima legislatura), pero permitiría a ambas expresiones desarrollar en el mediano plazo sus propios modelos, esquemas y prácticas políticas. Toda proporción guardada, equivaldría a separar a dos hermanos siameses simétricos (con órganos separados y en funcionamiento), que no pueden seguir compartiendo el mismo cuerpo porque cada uno necesita crecer, seguir su propio camino, ya que de lo contrario corren el riesgo de morir ambos. Siendo riesgosa esta separación, tendría el efecto de depurar las opciones de izquierda a las que podría acceder el ciudadano mexicano.
En lo personal, soy partidario de un acuerdo de fondo en el PRD, no obstante lo controversial de la elección interna y el encono que generó el dictamen del TEPJF. El problema es el siguiente: ¿cuáles son las cuestiones de fondo que un acuerdo debe atender para evitar que los dirima una confrontación abierta?
No hay plazo que no se cumpla y en el PRD llegó la hora de tomar una definición: acuerdo entre las expresiones que integran el principal partido de la izquierda mexicana o ruptura para formar dos polos partidarios, con coincidencias ideológicas de origen pero diferencias estratégicas de fondo.
Ambas decisiones tienen sus beneficios y sus costos. Ninguna de ellas debe ser rechazada en abstracto o con simples posturas genéricas. Por ejemplo, la opción del acuerdo es “lo políticamente correcto”, lo civilizado y lo sensato. Pero si no resuelve las cuestiones de fondo, si solamente es un acuerdo para lo coyuntural (de cara a las elecciones intermedias de 2009), sería un acuerdo cosmético que solamente pospondría la crisis de identidad política. Sería un falso acuerdo, por su precariedad y superficialidad.
En sentido contrario, la opción de la escisión es políticamente inconveniente y temporalmente costosa (haría perder puntos y curules en la próxima legislatura), pero permitiría a ambas expresiones desarrollar en el mediano plazo sus propios modelos, esquemas y prácticas políticas. Toda proporción guardada, equivaldría a separar a dos hermanos siameses simétricos (con órganos separados y en funcionamiento), que no pueden seguir compartiendo el mismo cuerpo porque cada uno necesita crecer, seguir su propio camino, ya que de lo contrario corren el riesgo de morir ambos. Siendo riesgosa esta separación, tendría el efecto de depurar las opciones de izquierda a las que podría acceder el ciudadano mexicano.
En lo personal, soy partidario de un acuerdo de fondo en el PRD, no obstante lo controversial de la elección interna y el encono que generó el dictamen del TEPJF. El problema es el siguiente: ¿cuáles son las cuestiones de fondo que un acuerdo debe atender para evitar que los dirima una confrontación abierta?
Partido o movimiento social: ¿Se puede transformar una sociedad sin acceder al poder público? Quienes piensan que no, privilegian la opción partidaria. Quienes piensan que sí, dan mayor peso a las causas sociales sobre las electorales. La izquierda electoral privilegia al partido sobre los movimientos sociales. La izquierda social, al revés. Un acuerdo de fondo debe hacer del PRD un partido preparado para obtener el poder público, sin perder de vista que la finalidad de un gobierno de izquierda es atender demandas sociales.
Instituciones o plaza pública: ¿Se puede transitar por la vía institucional sin extraviar en el camino la mochila de las demandas de la plaza pública? Quienes piensan que sí, ven en las instituciones la antesala del poder público, un curso intensivo de “buen gobierno”, un fin en sí mismo. Quienes ven en la plaza pública un contrapeso a la burocratización de las instituciones, harán de la misma un punto de equilibrio y una fuente permanente de referencia. Un acuerdo de fondo en las izquierdas del PRD debe consensuar un programa de reformas a las instituciones públicas del país para evitar que se desnaturalicen, burocraticen o pierdan la brújula ciudadana.Legalidad o legitimidad: ¿Qué debe prevalecer, lo legal o lo legítimo? Quien piensa que lo legal es lo legítimo, privilegiará un PRD legalista, respetuoso de las formas y promotor activo de cambios legislativos. Quien piensa que la legitimidad es la fuente de la legalidad, promoverá un partido de masas, de banderas sociales y de causas ciudadanas. En las izquierdas modernas, lo legal es resultado de lo legítimo, y sin legitimidad la legalidad cae en el vacío. Un pacto de fondo en el PRD deberá privilegiar el respaldo legítimo de las masas (movimientos sociales), para traducirlo en acuerdos legales en la mesa política.
Aislarse o aliarse: ¿Se debe avanzar exclusivamente con los de casa o promover alianzas con grupos afines? La política de alianzas está en el centro de la identidad de las izquierdas. Ninguna de ellas llega al poder público o se sostiene en el gobierno sin aliados. La cuestión es con quién. En orden de preferencias, un acuerdo de fondo en el PRD debería privilegiar la unidad de los de casa (las corrientes internas), la integración de los ciudadanos sin partido (externos, de centro), la suma de los afines (Convergencia, PT, PSD) y, al final, a los “compañeros de viaje”, es decir, a las otras opciones partidarias de oposición. En este sentido, el PRD debe ver en el FAP una opción de crecimiento, no un adversario a combatir.
Calderón o AMLO: La disyuntiva no es propia de la izquierda. Es, en todo caso, una obsesión de la derecha, que está dedicada a cerrar todo tipo de espacios políticos a López Obrador, incluido el PRD. AMLO y el movimiento de resistencia que ha construido son un activo de la izquierda, no una carga. Lo acaba de mostrar la reforma energética. Un acuerdo de fondo debe partir de una realidad: el perredismo sin el movimiento ni las bases de AMLO sería un cascarón, mientras que AMLO y el movimiento fuera del PRD harían más tediosa y pesada la larga marcha de la izquierda mexicana.
Nota: Pesada y larga, pero nadie piensa que el camino es fácil ni corto. Parece que hay un fuerte movimiento que está dispuesto a transitar este largo y sinuoso camino, mejor solos que mal acompañados.
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