La decisión de Encinas divide opiniones entre perredistas
■ Desconcierto en IU
■ Su movimiento, copia del de AMLO: chuchos
■ Postura responsable, afirman unos; se equivocó, sostienen otros
La decisión adoptada por el ex candidato a la presidencia nacional del PRD Alejandro Encinas, de no aceptar la secretaría general, causó desconcierto entre integrantes de Izquierda Unida, a quienes quedó claro que Hortensia Aragón, compañera de fórmula del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, asumirá el cargo, como señalan los estatutos del partido del sol azteca.
En tanto, la postura de Encinas fue considerada “responsable” por los senadores Carlos Navarrete y Pablo Gómez. A su vez, entre los diputados hubo reacciones favorables, toda vez que, señaló Valentina Batres, “el registro nos pertenece a todos y salirnos (del PRD) es como aceptar que el Estado puede decidir sobre las dirigencias de los partidos”.
Entre los diputados hubo quienes aplaudieron la postura de “no convalidar el fraude”; pero otros, provenientes de Nueva Izquierda, consideraron que la decisión fue un error y calificaron el movimiento al que convocó Encinas de “mala copia” del que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
El senador Ricardo Monreal definió que aunque la decisión fue políticamente correcta y diluye la posibilidad de la ruptura y de la construcción de un nuevo grupo parlamentario, “la base militante tiene dudas sobre lo que sigue y cómo mantenerse en el PRD para que puedan participar en equidad, sin ser parte del grupo que dirige el partido; si se les va a tomar en cuenta o no”.
Dolores Padierna, de Izquierda Democrática Nacional, y Roberto López, de Izquierda Social, señalaron que lo mejor era que Encinas aceptara la secretaría general.
Juan Manuel Ávila, de Foro Nuevo Sol, recordó que a Encinas, desde hace un año, su corriente le dejó claro que, si no aceptaba el cargo que le correspondería en caso de quedar en segundo lugar, por estatutos la asumiría Aragón.
Para el coordinador de los senadores perredistas, Carlos Navarrete, Encinas no contribuirá a fracturar al PRD y asumió una determinación en favor de la unidad partidaria. Agregó que es una decisión correcta que todos los militantes y dirigentes del PRD deben reconocer. Además, resaltó que quienes “andan zopiloteando al PRD se quedaron con las ganas”.
Hacia una solución integral
A su juicio, con ese anuncio culmina la larga discusión y se abre la posibilidad de que el PRD vaya a una nueva etapa a partir del nuevo consejo nacional. Navarrete aseguró que ningún senador saldrá del grupo, como se había rumorado, y que los 28 legisladores “tienen experiencia política, trayectoria, por lo que no veo a nadie del grupo dejando caminos por veredas”, en relación con la posibilidad de que algunos pudieran optar por integrarse al PT o a Convergencia.
Por su parte, el senador Pablo Gómez aplaudió la decisión de Encinas “de mantenerse en el partido y dar la lucha por un cambio de fondo”. Resaltó que la crisis en el PRD es profunda y no se resolverá por la decisión de alguien de asumir o no determinado puesto.
“El asunto es más grave: creo que debemos ir hacia la solución integral”, porque una definición importante en este momento es que el PRD deje claro que no hará alianzas con el PRI, ya que ello generaría una controversia mucho más difícil de solucionar y agudizaría aún más la crisis, dijo Gómez.
En tanto, Batres consideró correcto no aceptar la secretaría general y dar la lucha interna. “El partido no lo hace el presidente ni el secretario, sino los simpatizantes, y el fallo del tribunal electoral sólo se refiere a esos cargos. Por fortuna, los magistrados no pueden influir más, pero desafortunadamente metieron la mano.”
En tanto, el presidente de la Comisión de Vigilancia, Antonio Ortega Martínez, hermano de Jesús Ortega, consideró que Encinas adoptó “una decisión equivocada y que, me parece, se la impusieron”.
Porque de haber utilizado el sentido común y la racionalidad política tendría que haber aceptado el cargo de secretario general “para que la fuerza que él representa contara con un espacio de privilegio para recuperar simpatías, influencias y ser así un personaje decisivo en la vida política del PRD”, agregó.
En cambio, aseguró, su postura dificulta la rehabilitación de la unidad perredista frente a las elecciones de 2009, “porque se configura un polo que pretende equilibrar el partido desde fuera de éste”.
A su vez, el PRD capitalino respaldó la decisión de Encinas e indicó que estará a la espera para sumarse a la convocatoria de iniciar un movimiento para rescatar y defender la legalidad en el sol azteca. La lideresa local perredista, Alejandra Barrales, señaló que es imposible aceptar la ilegalidad que desde el Estado, por conducto del tribunal electoral, se cometió contra el partido.
Encinas: decisión plausible
Editorial La JornadaLa decisión del ex jefe de Gobierno capitalino Alejandro Encinas, de declinar la secretaría general del Partido de la Revolución Democrática (PRD), sin abandonar su militancia en ese instituto político, abre un margen nuevo, ciertamente inesperado, para la participación política de amplios sectores progresistas y de izquierda, tanto al interior como al exterior del sol azteca. Tales sectores han percibido la ocupación de las instancias directivas del partido por la corriente Nueva Izquierda (NI) como un intento de someterlo a los designios del grupo gobernante, y en la designación de Jesús Ortega como su presidente una intromisión indebida del poder público, orientada a domesticar a la principal fuerza electoral de la oposición.
Con su determinación de rechazar el cargo que le correspondería de acuerdo con un formulismo manchado por los desaseos electorales practicados por NI en la elección interna de marzo de este año, Encinas se negó a participar en lo que habría sido una simulación de normalidad institucional en la vida partidista y a avalar la presidencia de Ortega, su oponente en esos comicios, como producto de la voluntad libre y soberana de los perredistas. Y es que, como se señaló en este espacio el jueves de la semana pasada, la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) repitió la conducta exhibida tras el proceso electoral de 2006: reconoció las numerosas irregularidades cometidas pero dio la elección por buena y, de esa manera, legalizó la marrullería, transmitió su propio desprestigio al PRD y convirtió un acto de impartición de justicia en una toma de partido.
Por otra parte, la convocatoria del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal a rescatar al sol azteca de “quienes se han enquistado en su burocracia”, y su llamado a “rescatar el proyecto político, los principios y los valores” fundacionales del PRD, resultan reconfortantes para quienes han experimentado la descomposición creciente de ese orrganismo político como una suerte de orfandad partidaria, y ofrecen un cauce de acción institucional a un movimiento social multitudinario que ha padecido en carne propia la conversión de las instituciones nacionales en instrumentos al servicio de una oligarquía política, mediática y corporativa, así como en mecanismos de exclusión, despojo y hostigamiento a las disidencias.
Por añadidura, la toma de posición manifestada ayer por el líder de la corriente Izquierda Unida contribuye a preservar la integridad del Frente Amplio Progresista –el cual, con la perspectiva de la escisión en el sol azteca parecía condenado, también, a fracturarse–, así como los vínculos del PRD con Convergencia y el Partido del Trabajo, y los de estas tres formaciones con los gobiernos estatales y municipales surgidos de esa alianza.
Particularmente atinado fue el señalamiento de Encinas en el sentido de que sería imperdonable que las principales vertientes de la izquierda nacional abandonaran una organización nacional cuya construcción ha costado centenares de vidas, así como sacrificios y esfuerzos innumerables, y en la que confluyen historias de lucha política y social que son parte viva de la historia de México.
Paradójicamente, la situación interna del perredismo, replanteada por las definiciones que aquí se comentan, puede replicar, a su manera, un rasgo central de la circunstancia política actual del país: una esfera oficial con mucho de fachada y poco de contenidos, por un lado, y, por el otro, una energía transformadora de base, plena de significación pero carente, o cuando menos escasa, de representación formal. En suma, en el futuro próximo la disputa por la nación entre el grupo en el poder y el movimiento ciudadano que resiste los designios privatizadores y desarticuladores del oficialismo tendrá, en el interior del Partido de la Revolución Democrática, uno de sus escenarios.
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