martes, junio 23, 2009

Ahí va este artículo de Dehesa quien no es santo de nuestra devoción, sin embargo, lo presentamos por que le da crédito a la gran Rosario Castellanos, además de plantear en buena forma esto de las opciones degradadas: una variante de la salsa que puede elegir el pollo para ser preparado, de Eduardo Galeano o escoger la fruta menos podrida que menciona Denise Dresser


Las opciones

Germán Dehesa

23 Jun. 09, El Norte


Rosario Castellanos fue mi maestra de Teoría Literaria y muchas de sus enseñanzas viven en mí. La recuerdo siempre muy bien arreglada, con sus pies menudos como de geisha y su rostro ovalado. Parecía un Modigliani maya. De todo, lo que más recuerdo es su talento verbal, que igual le servía para explicarnos conceptos más bien oscuros y elevados que para hacer irrisión del mundo en el que ella se incluía. A ella, la autora de "Balún-Canán", le encantaba que le preguntaran los alumnos despistados que si ella era la autora del "Popol-Vuh".

Hace poco, en el aquelarre que aquí reseñamos, vino a la conversación Rosario Castellanos a quien alguna de las presentes mencionó como ejemplo de esa intelectual mexicana de los años cincuenta y sesenta que todavía se sentía en la obligación de mitigar esa condición intelectual con el cumplimiento escrupuloso de las tareas del hogar. A las mexicanas pensantes de hoy, estas tareas domésticas las intuyen en la lejanía.

Ya se los habré contado, pero vale la pena repetirlo aquí: una joven poeta le dice a su marido: quiero que me lleves a un lugar que yo no haya conocido nunca. El marido sin titubear le contesta: ¿te parece bien que te lleve a la cocina? Bueno, pues Rosario sabía de la cocina y sabía del pensamiento. Sin sus enseñanzas, yo no habría llegado a conocer la teoría literaria de Georg Lukács, el filósofo marxista de origen húngaro que, en aquellos años, estaba en boca de toda la fauna que pastábamos en Filosofía y Letras. Todos lo nombraban, unos cuantos lo leían, casi ninguno lo entendía. Rosario Castellanos era una experta en el pensamiento literario de Lukács. Fue ella la que con ejemplar paciencia nos explicó la teoría de las opciones degradadas que hoy quiero compartir con ustedes, intrépidos lectores.


No nos costará trabajo imaginar un lugar en donde todo lo que hay y todo lo que se ofrece no es precisamente lo que dice ser: la calle no es tan la calle, la leche no es tan la leche, el alcalde no es tan alcalde y la ciencia no es tan la ciencia. Éste es el universo de las opciones degradadas. Aquí se impone una pregunta interesante: el hombre que pretende ejercer su libertad en un universo así ¿lo podrá hacer? Si escoges esto, no es exactamente lo que querías; si escoges aquello, te ocurrirá lo mismo. En efecto, tú eres supuestamente un ser libre, pero qué queda de tu libertad al ejercerla en estos universos.

Lukács y yo opinamos (¡ay, sí!) que en estos casos la libertad padece y propiamente no se ejerce. ¿Qué se hace entonces?. Ésta es una pregunta de muy difícil respuesta. Yo, lector febril, imagino una biblioteca a donde han ido a parar todos los libros mediocres, malos y muy malos que se han creado en el mundo. A sus puertas, un bibliotecario me dice: pásele y con toda libertad escoja el libro que quiera y, si así lo desea, puede llevárselo consigo. Lo que no me dice es que no hay un solo libro bueno. De nuevo, las opciones degradadas. Lea el libro que lea, me conducirá a la frustración. A lo que quiero llegar es a plantear que la libertad también se ejerce absteniéndose.


Se aproximan unas elecciones. Las opciones han sido enormemente restringidas por un sistema tramposo y anacrónico. Ninguno de los partidos, ni grandes ni chicos, dejan de ser opciones degradadas, condición de la que se contagian sus candidatos. Yo por eso me abstendré y acabo de dar mis motivos. No se trata, señor Fox, de una "jalada"; para jaladas su beso en el Vaticano y su complicidad con el PRI. Ésas son jaladas.

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