México SA
Pues resulta que no, que la dirigente priísta Beatriz Paredes no tradujo en hechos su discurso del pasado 13 de mayo en el Senado de la República, ni muchos menos domó a sus coordinadores parlamentarios (a uno de ellos, fundamentalmente), de tal suerte que, con un batido elaborado con leche rebajada, autorizó (cuando menos eso dicen en el PRI) a Don Beltrone para que presentara en sociedad la propuesta tricolor pomposamente autodenominada “iniciativa en materia energética de amplio calado”, aunque sólo haga referencia a Petróleos Mexicanos.
Si bien el proyecto pretende reducir a su mínima expresión la intentona calderonista de privatizar la industria petrolera nacional (“habrá que esperar tiempos mejores”), deja vivas algunas posibilidades para que el capital privado, fundamentalmente el extranjero, entre ya no por la puerta de atrás, sino por una rendija abierta a contracorriente de lo expuesto y documentado en el recién concluido debate en el Senado de la República, con lo que se regresa al principio: la posibilidad, por la vía de las modificaciones a las leyes secundarias, de trasladar a dicha industria de lo estratégico a lo prioritario (violando la Constitución), con el agregado de crear una mayor estructura burocrática con fines de “apoyo” y “vigilancia” a las actividades de Pemex, obviando uno de los elementos fundamentales y urgentes de todo esto (reforma fiscal real y de largo alcance), manteniendo intocados los gangsteriles intereses y negocios del sindicato petrolero y deja para un futuro indeterminado, y a criterio del Ejecutivo, la construcción de refinerías, entre otras gracias.
La “primera línea fundamental” de la iniciativa (así le llaman) propone “modernizar y fortalecer a Petróleos Mexicanos, sin permitir su privatización. Sin privatizar el aprovechamiento del petróleo ni la renta petrolera, sin contratos de riesgo, sin privatizar los activos o las actuales actividades de Pemex, sin ceder a los particulares áreas de trabajo que corresponden al organismo, como los de refinación, almacenamiento y manejo de ductos”, pero cede el campo de la exploración al capital privado y reivindica los supuestos “bonos ciudadanos” (bajo la vieja cuan falsa tesis salinista de “democratización del capital”).
De entrada, pues, el asunto de la exploración viola la Constitución y la propia Ley Reglamentaria del Articulo 27 Constitucional en el Ramo del Petróleo, que en su artículo 4 claramente establece que “la nación llevará a cabo la exploración (…) y las demás actividades a que se refiere el Artículo 3, que se consideran estratégicas en los términos del Artículo 28, párrafo cuarto, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por conducto de Petróleos Mexicanos y sus organismos subsidiarios”.
Eso sí, por mucho que intenten presentar una versión deslactosada de la intentona panista, tan parecida suena la “iniciativa en materia energética de amplio calado” presentada por el tricolor, que hasta eslogan tiene (“modernización sin privatización”) y una historia similar a la del “tesoro” calderonista, pero más cursi, si eso es posible; “¿Cuánto vale una gota? La educación de una generación, el valor de salvar una vida y los sueños que aún faltan por cumplirse. Cada gota de petróleo cuenta, porque cada una representa el México de hoy… Primero México”.
Así, “lejos del autoritarismo y más lejos de la negatividad” (Don Beltrone dixit), la intentona privatizadora se mantiene, aunque cambie de padre y se presente de forma mucho más light, en el entendido que el 2012 cada día está más cerca y la deuda del derrotado calderonismo con los capos de tres colores e igual número de caretas alcanza niveles verdaderamente peligrosos. Y en esto de hacer lo mismo, pero con un discurso distinto y el block de facturas bajo el brazo, los priístas se pintan solos.
Cambio de padre, pues, el cual intenta convencer que su cuidado de los hijos “dista sustancialmente del catastrofismo con el que algunos quieren cobijar planteamientos privatizadores, y se aleja definitivamente del inmovilismo al que otros pretenden sentenciarnos para no hacer nada”. Un progenitor “que rechaza la privatización, pero que también plantea hacerle frente a los problemas de Pemex” Un tata, pues, con “respeto absoluto al artículo 27 Constitucional en materia de hidrocarburos”, que “no acepta la privatización ni abierta ni simulada”; que dice “sí a la modernización y fortalecimiento de Petróleos Mexicanos, preservando su característica de propiedad del Estado; sí a la reposición de las reservas de petróleo en mar y tierra; sí a soluciones en el marco Constitucional, a la modernización de la refinación, transporte y almacenaje; sí a la transparencia en los contratos de Pemex con particulares; sí al establecimiento de relaciones modernas, autónomas y eficaces de Pemex en el aparato gubernamental; sí a una mayor rendición de cuentas al Congreso; sí a un mayor marco regulatorio eficaz y competitivo para Pemex; sí a un compromiso con una transición energética ordenada hacia nuevas fuentes de energía limpias y sustentables; sí a la protección de la población en riesgos de accidentes en la industria petrolera; sí a la protección de los consumidores de gasolina y combustibles, de fraudes y adulteraciones; sí a la autonomía y flexibilidad a la empresa en un marco de oportunidad, transparencia y rendición de cuentas; sí al marco regulatorio moderno y que también goce de autonomía con la ratificación de sus órganos de gobierno por parte del Senado”, y sí a la exploración petrolera por parte de particulares, lo que, dicho sea de paso, es inconstitucional.
En fin, nuevo padre por todas partes, pero por ninguna se ve la madre, mientras la siempre urgida de rapidez Georgina Kessel, secretaria de Energía, a la que el río de la derrota calderonista está por ahogar, lanza una cuerda en pos de su salvación: “hay más coincidencias que diferencias entre las propuestas de reforma de Felipe Calderón y del Partido Revolucionario Institucional… a la reforma no se le puede poner plazos fatales”.
Las rebanadas del pastel
¿Y el “tesoro”, apá?
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