miércoles, noviembre 12, 2008

Análisis de Jaime Cárdenas




Una vez ocurrido el deceso de Mouriño, es el momento de las decisiones de
Calderón, sobre su gabinete y el futuro de su gobierno. El acontecimiento del 4 de noviembre perseguirá a Calderón durante el tiempo que le corresponda gobernar. Si se trató de un sabotaje o atentado, la percepción de la debilidad de su gobierno aumentará, y si fue un accidente, como no se cansa de repetir Luis Téllez, la ineficiencia del gobierno será inocultable.


Calderón no pudo proteger a su amigo. Calderón, desde hace mucho tiempo, está tocado. Su acceso al poder está cubierto por el manto de la duda sobre la legitimidad de las elecciones de 2006, y su permanencia en el poder obedece al interés de los diez o 15 grupos oligárquicos que en el país desean que siga en él. Así de débil es Calderón. Sin la televisión y sin el respaldo de personajes como Slim, Claudio X. González, Roberto Hernández, el gobierno de España o el de Estados Unidos, Calderón no podría estar en el poder ni un día más.

Antes de la designación de Fernando Gómez Mont como nuevo secretario de Gobernación los escenarios eran: 1) Colocar a un personaje de su equipo cercano, lo que significaba que Calderón no deseaba dar un paso adelante, y lo mostraba como un presidente obstinado y sordo a la crisis en la que vive; 2) Designar a un panista no perteneciente a su círculo íntimo, como ocurrió, lo que significa que busca que su partido lo proteja; 3) Nombrar a un priista experimentado, con lo que hubiéramos entendido que ya decidió entregar el poder anticipadamente al PRI; 4) Buscar en el PRD a la mujer o al hombre que sustituirá a Mouriño; aquí se debía analizar si el designado tenía el respaldo de la izquierda que no se ha vendido al gobierno, para que la designación tuviera cierta legitimidad y sentido; y, 5) Optar por alguien de la sociedad civil, en donde todo dependía del margen de maniobra y poder que le diera al nombrado. Calderón podría decidir cambiar totalmente a su gabinete en los próximos días y semanas, y darle un nuevo impulso a su gobierno, designando a personajes que deseen transformar el estatu quo y el marasmo en el que se encuentra la administración.

En ese escenario, Calderón quedaría en buena medida rebasado
por el perfil de las personalidades que designaría, y su debilidad sería aún mayor. De su parte, se podría leer como una contribución generosa al futuro de México. Para Calderón implicaría una suerte de acto heroico, porque él pasaría a ocupar un lugar no relevante.

Sin embargo, más importante que las
anteriores decisiones, es lo que quiere Calderón hacer con el futuro de su gobierno. A todas luces, desea continuar con su lucha puramente represiva en contra del narcotráfico, lo que entraña sangre, violencia, corrupción y venganzas. Calderón ha demostrado que no tiene la capacidad para salir de ese túnel sin fin. En cuanto al modelo económico, no está muy claro que Calderón tenga la sagacidad para tomar medidas radicales de apoyo a los más pobres y que permitan reactivar la economía y el mercado interno; si no las asume, si sigue esperando y confiando en las recetas de Washington y de su vocero Carstens, es obvio que el futuro de nuestro país quedará ennegrecido por la desesperanza social.

En cuanto a otras decisiones, que le den
certidumbre y confianza a la mayoría de la población, nos preguntamos si Calderón podrá romper con la alianza que tiene con el poder mediático y económico. ¿Será capaz de promover la ley de radio y televisión que muchos esperamos?, ¿podrá decirle a la sociedad que se equivocó con la reforma petrolera que permite la inversión salvaje de las transnacionales?
, ¿podrá insistir en leyes e instituciones antimonopolio que permitan efectivamente el libre mercado? Tengo mis dudas al respecto, porque considero que Calderón se ha quedado pasmado y no sabe a dónde ir ni qué hacer. Los mexicanos no podemos esperar con los brazos cruzados a que Calderón tome sus decisiones, es la hora de la crítica, la propuesta y la movilización social. Si Calderón está pasmado, nosotros no. Estamos obligados a ver por nuestro país y su futuro. El cambio tendrá que darse a costa de las instituciones caducas e insuficientes que tenemos.
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