por Alfredo Velarde
en Machetearte.
En un irónico y extraño fenómeno de sincronía en el tiempo, aunque en otro espacio, hace exactamente una semana, al mismo tiempo que se siniestraba el Learjet del gobierno federal que transportaba al desaparecido titular de la Secretaría de Gobernación , Juan Camilo Mouriño , y al número uno en la lucha calderonista contra el narcotráfico, José Luis Santiago Vasconcelos , el mundo conocía la noticia de la apabullante victoria que el candidato de color, Barack Obama , obtuvo a nombre del Partido Demócrata en los Estados Unidos de Norteamérica .
Dos eventos diametralmente opuestos, sin duda, pero que se conectan en términos políticos para configurar dos derrotas más del calderonato a la deriva, que, no sólo no las tiene todas consigo, sino que de los pasos que el gobierno federal impuesto decida emprender ante la singular y compleja turbulencia del momento, dependerá el incierto futuro que le aguarda ante una sociedad cada vez más inconforme ante los altísimos costos que le están significando los zigzagueantes pasos de un gobierno sin rumbo y que están comprometiendo los destinos nacionales , en medio de los pesados efectos de una crisis económica que el propio ( des ) gobierno había subestimado -con supina ignorancia- como un intrascendente “catarrito”.
Infortunadamente para las insistentes y oficiosas declaraciones del salinista Secretario de Comunicaciones y Transportes , Luis Téllez , en el sentido de que el siniestro avionazo impactado a un costado de la Fuente de Petróleos , había sido un “accidente” , muchos son los indicios que parecen documentar la hipótesis de un atentado que logró sabotear el arribo de la nave a la capital de la república y que transportaba a los funcionarios caídos y sus acompañantes desde el norteño estado de San Luis Potosí.
Los inmerecidos y desmesurados homenajes al extinto responsable de la política interior, que en realidad era de antemano un peso muerto que como lastre pernicioso arrastraba el gobierno federal, habían venido nutriendo la hipótesis de que ya, antes del percance aéreo, Juan Camilo tenía los días contados al frente de su despacho en el Palacio de Covián , por la impericia e impopularidad del joven funcionario inodado con claridad en el delito de tráfico de influencias para la compra-venta de contratos de riesgo en el contexto de la intentona gubernamental para privatizar el petróleo .
Si es verdad que, en política, lo que parece es , la colisión de la aeronave gubernamental habría sido un atentado del narcotráfico y portador de un mensaje cifrado a Felipe Calderón para sentarlo a negociar, y de paso, deshacerse de Santiago Vasconcelos , quien había pisado callos muy sensibles para los intereses del narco , al aprehender a algunos de los operadores más visibles de los cárteles de la droga .
Conjeturalmente hablando, el objetivo real del atentado , habría sido no Juan Camilo que “no pichaba, ni cachaba, ni dejaba batear” (y quien murió encontrándose en un lugar que nunca debió estar, dado que fue impuesto por el incontrolable amiguismo presidencial ), sino Vasconcelos , como una notoria vendetta y un implícito llamado a negociar tras bambalinas para un gobierno que no conoce la palabra y que tramita una personalísima cruzada contra el narco que desde el principio tiene perdida de antemano y que connota elevadísimos costos en vidas perdidas para la desgarrada condición de la sociedad mexicana de este duro tiempo de infamias.
Las declaraciones del (proto) fascista Presidente Nacional del PAN, Germán Martínez , en el dominical evento de homenaje al español ex secretario de gobernación mexicano caído, y la designación para el mismo cargo de Francisco Gómez Mont , personaje de indudable pedigrí panista , nos habla de que el acuse de recibo del régimen, del mensaje cifrado, parece no haber sido descifrado.
Por otro lado, la descarada apuesta que el gobierno federal panista jugó , por la impertinente candidatura en favor de la reacción ultramontana del republicano halcón John McCain , en los Estados Unidos, compromete claramente lo que será el complejo vínculo diplomático de nuestro país en el próximo gobierno del nuevo presidente Barack Obama . Se dice, por ejemplo, que la visita de oportunidad imagológica que McCain hizo a México, para tomarse una fotografía en la Basílica de Guadalupe y que luego fue masivamente difundida en el marco de la campaña presidencial yanqui, fue sugerida por el gobierno mexicano para influir en el voto “latino” , dado que, se decía, emitiría el mensaje de la mayor relación del republicano, que el demócrata, con los mexicanos.
Lo cierto es que el electorado de la minoría racial con raíces mexicanas, minimizó el demagógico desplante del republicano y se sumó a la inmensa mayoría electoral que le confirió el voto al primer presidente negro de los Estados Unidos . Son dignos de mencionar, también, los confusos mensajes de entusiasmo que, en el mundo, como en México, se dan ante la rotunda victoria del demócrata de color , como si una izquierda democrática y avanzada , verdaderamente, se hubiera hecho del poder en la declinante potencia norteamericana .
Las primeras declaraciones de Obama y su énfasis en la reestructuración económica , hablan de que éste es un hombre del establishment y el mainstream sistémico , sustentado, del mismo modo que su partido, en los grandes intereses del arrogante aunque hoy alicaído capitalismo norteamericano. Son esperanzas ingenuas, nos parece, en la medida que una exitosa reestructuración económica del capitalismo norteamericano, sólo buscaría refuncionalizar la contraproducente tutela que los yanquis han ejercido, invariablemente contra países como el nuestro. En todo caso, conferirle a Obama el beneficio de la duda , obliga a leer sus declaraciones para advertir quién es, verdaderamente, el nuevo hombre fuerte de la Casa Blanca .
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