Ya va para una semana de ocurrido el “accidente” donde muere, aproximadamente, una veintena de personas, entre ellas Mouriño y Vasconcelos, y el luto público de Calderón no disminuye. Es tan larga la lista de calificativos que el mandatario ilegítimo le endosa a su amigo que se trasluce el estado de orfandad en que ha quedado FCH y que raya en lo extremo, porque mire que hablar de honestidad, democracia, respeto a los demás y al país, integridad, justicia, etc., como valores sustentados por el fallecido Juan Camilo ya es decir mucho, es mentir y ser cínico, pero elevar su actuación a categorías de heroísmo es, por lo menos un exceso, sino que enfermizo. Porque Calderón podrá haberlo estimado y admirado tanto como quisiera, pero las virtudes del amigo no tienen por qué ser las características del hombre público que el país vio y experimentó. El llevar mano por poseer información privilegiada y participar simultáneamente como funcionario y parte de una empresa beneficiaria no puede llamarse honestidad, integridad ni respeto al país, ni aquí ni en China. Decir que fue víctima de calumnias y campañas de desprestigio por airear su comportamiento poco honesto es de nuevo intentar acallar las voces discordantes, algo que le gusta tanto a Calderón.
Cuando diferentes voces desde diferentes ángulos señalan que AMLO es obstinado (terco, pues) y que sólo su voz y puntos de vista salen adelante, no puede uno dejar de comparar las apreciaciones que se tienen sobre estos dos protagonistas de nuestra historia actual y preguntarse por qué esas voces, pretendidamente inteligentes e imparciales no ven ni cuestionan estas mismas características, corregidas y aumentadas en quien detenta de manera ilegal la presidencia. Si alguien ha demostrado su vocación autoritaria y visceral así como su determinación por someter a la buena o a la mala a quienes no participen de su misma visión, ése es Calderón Hinojosa. En este momento nos ha impuesto largos días plagados de discursos al cual más exaltadores de la memoria de su amigo llegando hasta la descalificación y ofensa a quienes, dentro o fuera de su partido, osaron no ver sus excelsas virtudes.
El prolongado lamento de Calderón es no sólo el grito desesperado de quien se ha quedado sin quien fuera su soporte intelectual y/o moral, su cómplice, su asesor político, una parte sustancial del poder presidencial, sino un intento por posicionarse él mismo y a su partido a través de un chantaje sentimental al pueblo mexicano. Desgraciadamente habrá quienes no puedan sustraerse de ese deporte nacional que es la cursilería emocional y la lágrima fácil (por eso los Teletones y las telenovelas). Para equilibrar, hay una parte no menor de ciudadanos y pueblo en general, que en razón de las luchas que han tenido que sostener ha desarrollado una conciencia que ya no fácil caerá en las trampas del poder; amén de que otro deporte nacional también muy ejercido es el “sospechosismo”, por lo que las versiones oficiales y todo lo que provenga del estado será visto con desconfianza y se crearán respuestas alternas, para bien o para mal.
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