jueves, noviembre 16, 2006

Hastíos

Milenio Diario, 15 noviembre 2006.
Monterrey, Nuevo León, México.

Hastíos

De dónde viene esta gente? ¿Quiénes son? Creen en cosas raras y son como niñas, inocentes, traviesas, pero son también crípticas, raras e impredecibles. Tan necesarias e imprescindibles. Busco gata, pago buen sueldo, cama, comida y familia. Sexo incluido” (sección “Acentos” de MILENIO Diario de Monterrey, 7 de noviembre).
En Nuevo León hay gente que no puede ver a la gente morena, pequeña y con otra cultura, si no es como sirvientes o como carne que debe estar en el prostíbulo, en un panteón o en una cárcel.
La gente que tiene esta mirada no se dedica nada más a ser un gourmet o a curar sus frustraciones existenciales redactando los martes para un diario de buen nivel como es éste.
Esta gente, más allá de los notorios afanes de atención que busca el Chef de MILENIO, es también la que está dirigiendo este estado y es la que, por ejemplo, ha destruido la naturaleza aquí en Nuevo León y en Santa Catarina.
Esta gente es la que apenas en tres años del gobierno de Natividad González Parás ha conseguido lo que a Fernando Canales Clariond le llevó seis años: atiborrar todos los actos de gobierno con el tráfico de influencias y destruir la poca dignidad que les quedaba a los políticos locales, ahora ensombrecidos por la sospecha del narcotráfico, que, ni modo, llegó para quedarse a nuestra ciudad.
Esta gente se valió antes del azul del Partido Acción Nacional como se vale ahora del tricolor matizado del Partido Revolucionario Institucional para seguir vendiendo Nuevo León al mejor postor. Sea el mejor postor la mafia, sea un extranjero, o sea el hermano del gobernador. El caso es hacer la venta.
Esta gente es la que se sostiene ahí porque la otra gente se queda sentada viendo la televisión, leyendo los periódicos, escuchando la radio y creyendo que ahora sí vendrá uno bueno y a lo mejor por fin sale de su atolladero.
Esta gente es la que, en lugar de perseguir a los narcotraficantes, persigue a los jóvenes por su forma de vestir, por su corte de cabello, por si tienen tatuaje o piercing, por si les gusta una música u otra, o por si andan en zancos o tocan bazucada.
Esta gente es la que en sus conversaciones en el restaurante San Carlos o en sus artículos desinformados prefiere cuestionar movimientos sociales como el de la APPO, en lugar de referir el hecho contundente de que un cacique del sureste mexicano (como lo es Ulises Ruiz Ortiz) puede doblegar a toda una clase política fastidiada de él, pero también miedosa de que el 1 de diciembre falten las alianzas suficientes para que tome protesta el Presidente que supuestamente ganó las elecciones pasadas.
Esta gente es la que hace política hablando ahora del tema ambiental (y hablará mucho más en los medios de comunicación en los próximos días) para conseguir un poquito de raiting, que seguro hará falta en los siguientes comicios.
Esta gente, ni rara, ni críptica, ni impredecible de Nuevo León es la que no sabe que pronto los alcanzará el destino, tal y como apenas alcanzó a los Ruiz, Murat, Ramírez y Carrasco de Oaxaca.
Tarumba: hastíos
Por azar más que por otra cosa, encontré entre mis objetos valiosos un manifiesto que hace seis años hicimos varios amigos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.
Tumbados en el piso del edificio A nos pasábamos una hoja Scribe tamaño italiano poniendo aquello de lo que estábamos hartos cada quien. La lista es muy larga. Entre los hartazgos espontáneos de aquella ocasión se incluían el: “Estamos hartos: de la falsedad del gobierno, menos hablar y más actuar/ de ser el antihéroe de mi propia novela/ de que en el mundo sea más fácil morir por unos principios que vivir de acuerdo a ellos/ de las guerras/ de que la gente se preocupe más por su rubor que por los demás/ de que mis miedos me impidan disfrutar, de no hacer nada para cambiarlo/ de desahogarme de este modo/ de pensar en ti”.
Sin duda que nos reímos mucho. Demasiado. Pero ahora que encontré este papel y he releído casi todos los comentarios aquellos, me doy cuenta de que sigo hastiado por lo mismo, y que soy (como todos los seres humanos) un animal de costumbres, encerrado en ciclos y en rutinas, corriendo como loco a ninguna parte, tal como lo ordenan la podredumbre y la indiferencia de los tiempos que vivimos. ¿Qué se le va a hacer?
diego.osorno@gmail.com

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