Fin de año, tiempo de balance y reflexión. Imposible la complacencia, llegamos a un final desastroso, año “horribilis”, como dijera la reina de Inglaterra.
Por Manuel Bartlett
El miedo invade al país, horrorizan noticias, arraigos, limpiezas que sitúan el problema en las mismas agencias de seguridad, infiltrados dirigen el crimen desde adentro. Se publican libros, informes que revelan graves violaciones en el gobierno, cuatismos, corrupciones que exigen inútilmente aclaraciones, acciones. La Auditoría Superior denuncia en el Senado corrupción escandalosa en Pemex. Nada pasa, hasta que pase. El gobierno federal luce impotente, continúa en automático, sus cacareados triunfos, la reforma fiscal, las pensiones se hunden en la crisis. Incapaces de tocar el modelo neoliberal impuesto.
En el Congreso la oposición se minimiza, se suma al gobierno claudicante. Incumple su función de control democrático. La crisis, como en el mismo Estados Unidos, demanda soluciones radicales, que el gobierno no acomete pero tampoco el Congreso. Sin imaginación insisten en legislar sobre seguridad en la misma orientación fallida, carente del indispensable contenido social.
La corrupción triunfa, las comisiones de diputados investigadoras dan carpetazo en la connivencia de coordinadores. Se denuncian en cámaras abusos de la banca, los intereses acallan el intento, nos van a saquear, se recuerda, lástima, se atraviesan las vacaciones. Las cúpulas pactan, alardean izquierdas, derechas y “social demócratas” de su capacidad para llegar a acuerdos aunque sea para favorecer el horripilante statu quo o el retroceso histórico.
¿Por qué se atreve Beltrones a recoger del basurero la ley Televisa, que impulsó desde la Cámara de Diputados, repudiada por la opinión pública y declarada inconstitucional por la Suprema Corte? Sin duda en sus pactos con el gobierno que se amilana. Pactos antidemocráticos pero útiles para fabricar con las televisoras favorecidas una realidad virtual que oculte la dolorosa realidad, de paso favorecer intereses y candidaturas personales y desde luego la discreta promoción de los maquillados y heroicos coordinadores en spots. Se percatarán las disciplinadas bancadas de que hacer de las televisoras un poder intocable, garantizándoles concesiones a perpetuidad es suicida, aun para los titiriteros.
Los partidos políticos son origen del entramado, siendo el cauce para la integración del Ejecutivo y el Legislativo por conducto de las elecciones, el control sobre los recursos de cada formación y de la selección de sus candidaturas, definen la composición de los poderes.
El balance del año viejo evidencia el fracaso, la pasividad ante el desastre que avanza, la persistencia exasperante en la misma dirección, en el “no pasa nada”. Ante la urgencia de soluciones, de impulsos renovados, queda como esperanza la próxima renovación de la Cámara de Diputados, oportunidad inmediata de escuchar a la ciudadanía. Para que así sea es imperativo superar la antidemocracia en los partidos, sacudir la ley de hierro de las oligarquías descrita años atrás por Roberto Michels. Tolerar la captura de las dirigencias por intereses particulares como lo estamos viviendo, nos dará legisladores a modo de esos intereses, más de los mismos.
Abrir el acceso a la Cámara de Diputados a representantes de los intereses nacionales, populares, permitirá avanzar en la reforma del modelo empobrecedor que agobia a la mayoría y beneficia sólo a unos cuantos. México no resistirá tres años más de “acuerdos”, “pactos”, “concertaciones”. Exijamos democracia interna real a los partidos, son instituciones de interés público, no de intereses privados.
Por Manuel Bartlett
El miedo invade al país, horrorizan noticias, arraigos, limpiezas que sitúan el problema en las mismas agencias de seguridad, infiltrados dirigen el crimen desde adentro. Se publican libros, informes que revelan graves violaciones en el gobierno, cuatismos, corrupciones que exigen inútilmente aclaraciones, acciones. La Auditoría Superior denuncia en el Senado corrupción escandalosa en Pemex. Nada pasa, hasta que pase. El gobierno federal luce impotente, continúa en automático, sus cacareados triunfos, la reforma fiscal, las pensiones se hunden en la crisis. Incapaces de tocar el modelo neoliberal impuesto.
En el Congreso la oposición se minimiza, se suma al gobierno claudicante. Incumple su función de control democrático. La crisis, como en el mismo Estados Unidos, demanda soluciones radicales, que el gobierno no acomete pero tampoco el Congreso. Sin imaginación insisten en legislar sobre seguridad en la misma orientación fallida, carente del indispensable contenido social.
La corrupción triunfa, las comisiones de diputados investigadoras dan carpetazo en la connivencia de coordinadores. Se denuncian en cámaras abusos de la banca, los intereses acallan el intento, nos van a saquear, se recuerda, lástima, se atraviesan las vacaciones. Las cúpulas pactan, alardean izquierdas, derechas y “social demócratas” de su capacidad para llegar a acuerdos aunque sea para favorecer el horripilante statu quo o el retroceso histórico.
¿Por qué se atreve Beltrones a recoger del basurero la ley Televisa, que impulsó desde la Cámara de Diputados, repudiada por la opinión pública y declarada inconstitucional por la Suprema Corte? Sin duda en sus pactos con el gobierno que se amilana. Pactos antidemocráticos pero útiles para fabricar con las televisoras favorecidas una realidad virtual que oculte la dolorosa realidad, de paso favorecer intereses y candidaturas personales y desde luego la discreta promoción de los maquillados y heroicos coordinadores en spots. Se percatarán las disciplinadas bancadas de que hacer de las televisoras un poder intocable, garantizándoles concesiones a perpetuidad es suicida, aun para los titiriteros.
Los partidos políticos son origen del entramado, siendo el cauce para la integración del Ejecutivo y el Legislativo por conducto de las elecciones, el control sobre los recursos de cada formación y de la selección de sus candidaturas, definen la composición de los poderes.
El balance del año viejo evidencia el fracaso, la pasividad ante el desastre que avanza, la persistencia exasperante en la misma dirección, en el “no pasa nada”. Ante la urgencia de soluciones, de impulsos renovados, queda como esperanza la próxima renovación de la Cámara de Diputados, oportunidad inmediata de escuchar a la ciudadanía. Para que así sea es imperativo superar la antidemocracia en los partidos, sacudir la ley de hierro de las oligarquías descrita años atrás por Roberto Michels. Tolerar la captura de las dirigencias por intereses particulares como lo estamos viviendo, nos dará legisladores a modo de esos intereses, más de los mismos.
Abrir el acceso a la Cámara de Diputados a representantes de los intereses nacionales, populares, permitirá avanzar en la reforma del modelo empobrecedor que agobia a la mayoría y beneficia sólo a unos cuantos. México no resistirá tres años más de “acuerdos”, “pactos”, “concertaciones”. Exijamos democracia interna real a los partidos, son instituciones de interés público, no de intereses privados.
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